¿Cuántas horas deben dormir los niños?

sueño niños

Doctor estamos hechos un lío y mientras más leemos peor. La cuestión es que a nuestra bebé de 5 meses, esta última semana, le cuesta la misma vida dormir su siesta de la mañana. Me llevo 50 minutos con ella en brazos, meciéndola, y nada. Al final, después de la dura batalla, se me queda dormida a las 12:30 y entonces me pierde una toma. Nos preocupa mucho porque hemos leído que un bebé a esta edad debe dormir cada día 12 horas por la noche más dos siestas de 2 horas cada una”.

El sueño, como ya hemos visto en otros post, es algo que trae de cabeza a todas las familias: que si duerme mucho, que si duerme poco, que si duerme siesta, que si tiene que dormir una o dos siestas, que si se despierta muchas veces por la noche, que si suda cuando duerme, que si necesita almohada para dormir,…

Empezaré por el final como otras veces. Conclusión: Respetad a vuestros hijos, sus preferencias y sus horarios. Los niños no son muñecos con botones on-off. Ellos no inventaros los relojes y no deben ser “esclavos” de ellos. El sueño, como la alimentación, debe ser a demanda.

Sí, yo también lo he leído. Existen multitud de libros, algunos de ellos muy famosos (prefiero no dar nombres, pero creo que una gran mayoría sabéis a qué libro me refiero) donde se dan los tiempos exactos que debe dormir un niño dependiendo de su edad, detallando incluso cómo se deben distribuir las horas entre la noche y las siestas.

Dependiendo del libro encontrareis pautas parecidas a estas:

  • Recién nacido: 16 a 20 horas al día.

  • 2 meses: 15-16 horas al día.

  • 4 meses: 12 horas al día, y además 2 siestas de 2 horas .

  • 6 meses: 9 horas al día, y además 2 siestas de 2 horas

  • 1 año: 10-12 horas al día.

  • 3 años: 10 horas y debe haber desaparecido el sueño diurno

Mi pregunta es: ¿por qué nos cuesta tanto aceptar la diversidad de los niños?

Todo el mundo entiende que existan adultos más o menos dormilones (“a mí, doctor, no me puede faltar mi media hora de cabezadita en el sofá después de comer, si no no soy persona”), aceptamos, también para los adultos, que no todos los días dormimos lo mismo (“doctor, no hay nada que me guste más que los domingos despertarme sólo, sin despertador, casi a mediodía, …”),… Sin embargo, somos muy reacios a aceptar la variabilidad en los niños. Queremos que todos los días sean iguales, coman lo mismo, a la misma hora, hagan siempre el mismo número de cacas, duerman las mismas horas, ganen siempre el mismo peso,… y que todo esto, además, encaje en las tablas de “normalidad”.

Es cierto que cuando el sueño del bebé se trastoca mucho, sobre todo por las noches, se altera la dinámica familiar y esto puede acabar repercutiendo en el bebé mismo. Unos padres no bien descansados pueden no tener el humor o la energía necesario que su pequeño necesita. Para intentar mejorar esas “conductas del sueño” podéis repasar el post “Enseñarles a dormir solos” pinchando aquí.

Nuestra función, como padres o cuidadores, es ofrecerle un ambiente tranquilo y seguro e intentar establecer una rutina para que el niño intuya que es hora de dormir. Por supuesto, como podéis repasar en este post, la mejor forma de conseguir esta rutina no es dejándolos llorar.

Pero por encima de todo esto recordad: Respetad a vuestros hijos, sus preferencias y sus horarios. Los niños no son muñecos con botones on-off. Ellos no inventaros los relojes y no deben ser “esclavos” de ellos. El sueño, como la alimentación, debe ser a demanda.

Bendita diversidad.

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La importancia de contarle cuentos a los niños

cuenta cuento

Podría estar escribiendo durante mucho tiempo sobre los beneficios de contarles cuentos a nuestros hijos. Hoy, día del libro, quiero destacar sólo algunos que creo son fundamentales.

Algunos de los beneficios que tiene en su desarrollo como futuras personas:

  • Amplían su lenguaje, con el consiguiente beneficio para el rendimiento y aprovechamiento escolar. Aquí conviene señalar que no debemos ser “muy pesados” preguntando continuamente si entienden cada una de las palabras. El no entender algunas cosas deja lugar a la duda, con el deseo de seguir aprendiendo, y a la imaginación.
  • Estimulan su memoria y las ganas de expresarse.
  • Amplían su sensibilidad.
  • Desarrollan el pensamiento lógico. Podemos aprovechar estas historias para hacerles comprender cómo funcionan las cosas.
  • Estimula el pensamiento mágico. Podemos iniciar y enseñar “a soñar”, a desear más allá de lo que ya se conoce, …
  • Aumenta su deseo por leer cuando ellos sean más mayores, ya que el interés que les despiertan las historias mágicas y llenas de aventura plasmadas en esas páginas, aumentan sus ganas de conocer más relatos, por eso es fácil que acaben amando la lectura.
  • Puede ser momento de enseñar a tomar decisiones conjuntas o compartidas (“si ayer le tocó elegir el cuento a María, hoy te toca a ti, José”, o también “elegir entre los dos que cuento queréis que os cuente hoy”).
  • Puede ser una buena medida para relajar a los más inquietos antes de ir a dormir, preparándoles para conciliar el sueño.

 

Pero más allá de todos estos beneficios sobre su desarrollo mental está uno que es fundamental:

El niño se siente feliz porque sus padres le están dedicando un momento para él y sólo para él.

Ese momento puede ser muy íntimo, nuestro hijo puede encontrar el momento de “acercarse” a nosotros, de contarnos sus preocupaciones y miedos, de su vida cotidiana. No debemos despreciar estas preocupaciones. Lo que para nosotros es algo banal puede tener bloqueadas sus relaciones sociales.

Y, precisamente, a través de otros cuentos podemos reconducir esas actitudes.

Deseo que disfrutéis esta noche y todas las siguientes leyendo un cuento a vuestros hijos.

Feliz día de San Jorge.

 

Manual de instrucciones para una maternidad plena

maternidad

Es la primera vez que me ocurría. Ayer, estaba empezando la consulta y lo primero que me sueltan unos padres es:

Doctor, venimos a que nos de el manual de instrucciones de un bebé”.

Pensé lógicamente que era una manera de hablar. Entendía que se referían a que tenían infinidad de dudas y de miedos ante su nueva etapa con su recién estrenada criatura de seis días. Parecía una situación habitual para mi, es mi día a día. Pero no, después de un rato me di cuenta de que iba en serio, querían el manual de instrucciones.

No daba crédito.

He visto infinidad de familias, cada una con sus peculiaridades.

Desde las madres más hippies hasta más hiperpijas, desde las que traen a sus bebés en un fular enrollados hasta las que lo traen en el carrito de última generación o el carro más clásico de la historia, desde las madres poco habladoras hasta las que no te dejan meter baza, desde las que no soportan que su bebé llore ni un segundo (“ya está bebé, ya te cojo, mami está aquí”) hasta las que les imponen las rutinas más estrictas del mundo desde el primer día de vida, desde las que estarían toda su vida dándole el pecho a su hijo hasta las que no quieren ni oir hablar del pecho porque no soportan la “anarquía” de que el bebé coma cuándo y cuánto quiera, desde las que te preguntan si eres partidario o no del baby led weaning hasta las que quieren que les digas cuántos gramos de pollo deben poner en la papilla de verduras,…

Sí, tambien tengo para los padres. Desde los que acompañan cada movimiento de las madres hasta los que se sientan durante la consulta en la silla y sueltan un tímido “adios, gracias” al final de la visita, desde los que vienen con una tabla de excel con los horarios y cantidaes de las tomas de los 3 primeros meses hasta los que no saben si su bebé toma pecho o bibe, desde los que disfrutan con el colecho compartido hasta los que fueron previsores y compraron un buen sofá para poderse quitar del medio,…

Y, cómo no, todo tipo de abuelas. Desde las que están encantadas con escuchar los “nuevos” consejos de los “nuevos” pediatras hasta las más intransigentes (“pues en mi época lo mejor era el biberón porque así se sabe lo que toma y además es cada tres horas”), desde las que colaboran a terminar de vestir al bebé una vez terminada la exploración hasta las que relegan a esas funciones a la madre y se ponen a preguntar las dudas (“porque como soy yo quien lo va a tener todo el día en casa…”),…

Pero volviendo al principio, con respecto a lo de solicitar el manual de instruciones. ¿¡¡Pero qué libro es ese!!? ¿Cúal es el capítulo 1: Cómo sentir el deseo de tener un bebé, o ese es el prólogo? ¿Cual es el último capítulo?,…

Pienso que se pierde la magia de la maternidad si nos la viven.

¡¡No permitáis que os vivan la maternidad!!

Cada madre siente, quiere, cuida, cría y malcría como quiere a sus hijos.

Eso no es función del pediatra, ni de la vecina del cuarto, ni de la abuela, ni de nadie.

La función del pediatra es enseñar a diferenciar entre cuándo un bebé está enfermo y cuándo el bebé está en condiciones óptimas se salud. Debe enseñar a las familias ante qué señales deben acudir a consulta, debe aconsejar sobre vacunas, … pero en ningún caso debe ser quien viva la maternidad y la crianza de sus pacientes. Hay veces, como ya comenté en este post, que los comentarios de los pediatras pueden ser muy dañinos.

La función de la vecina del cuarto es echar una mano y ayudar en la crianza, comportarse como una buena vecina, ofrecerse a recoger a nuestro hijo mayor del cole cuando nosotros no podemos, …

La función de los abuelos como ya vimos en este post es MUY IMPORTANTE pero en ningún caso debe sustituir la función de madre.

Por tanto, ¡¡NO BUSCAR EL MANUAL DE INSTRUCCIONES!!. No existe.

Id escribiendo vuestro propio manual de instrucciones.

¡¡No permitáis que os vivan la maternidad!!

Cada madre siente, quiere, cuida, cría y malcría como quiere a sus hijos.

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¡¡Con mamá NO, quiero con papá!!

rechazo

¿¡¡ Como que no quieres con mamá!!? ¡Vaya tela, esto no está pagado! Llevo todo el día pendiente de tí, preparándote la comida, dándote de comer, te llevo al parque, te baño, … y ahora, en cuanto llega tu padre parece que no existo…”

Son muchas las preguntas que me habéis hecho en este sentido, tanto en la consulta como a través de facebook.

Hace 2 días volvía a recibir dos historias similares. Para no desvelar identidades os pongo un relato parecido:

Buenas tardes, doctor. Verá, le escribo porque estoy ABSOLUTAMENTE desesperada. Mi hija, de 20 meses, jamás ha sido cariñosa conmigo. Lo único que hace es pegarme. Cada vez que me acerco y le hablo se enfada, como si fuera una extraña. Intento hablarle con calma, darle muchos mimos y cariño, pero no sirve de nada, se sigue enfadando. Le puedo asegurar que jamás le he puesto una mano encima. El problema es que muchos días me desespero y me vengo abajo. Termino llorando. No paro de preguntarme qué he hecho mal. Para colmo estoy embarazada, apunto de tener mi segundo bebé, y no paro de pensar qué puedo hacer para que no se repita otra vez esta misma experiencia.”

Como podéis ver existe un alto grado de sufrimiento y culpabilidad en estas madres. Se hace muy duro sentirse rechazada por tu propio hijo, que es lo que más quieres en esta vida.

Si eres de los que no lees los post hasta el final, te resumo la conclusión:

Tranquila, no te desesperes, continúa queriendo y cuidando de tu hijo como hasta ahora. Pasará. Son fases transitorias en la evolución del desarrollo del apego y la psicología de los niños. No entres en disputa con tu pareja. No sientas celos por ello. Eso no significa que te quiera más ni menos. Existen diferentes fases: “mamitis” o “papitis”. Aprende y disfruta con cada una de ellas.

El apego, que es el lazo afectivo más fuerte que siente el ser humano hacia sus semejantes, se empieza a establecer desde el mismo momento del nacimiento. Pasa por diferentes fases y alcanza su grado máximo alrededor de los 2 años (este es un motivo más para poder reivindicar bajas maternales más prolongadas)

Casi siempre la figura “elegida” es la madre. Esto es debido a muchos factores:

  • Biológicos: puesto que es la madre quien le da el pecho, podríamos pensar que es debido a esto. Pero se ha observado que los niños alimentados con biberón es también más frecuentes que establezcan el apego, inicialmente, con la madre.

  • Sociológicos: debido a los tiempos de licencias de maternidad y paternidad, casi siempre, la madre pasa más tiempo con el bebé en los primeros meses de vida, por tanto, es más frecuente que sea con ella con quien establezca inicialmente el apego.

  • Psicológicos: la mayoría de las madres son más pacientes y tiernas que los padres con sus bebés. Pero se ha visto que los niños se apegan incluso a madres que están continuamente de mal humor y , a veces, se comportan de manera cruel con ellos.

  • Otros: existen veinte mil factores más que influyen en el desarrollo del apego en los niños. Podría hablar de los complejos de Edipo,… de si “las niñas son de los padres y los niños de las madres”,…

Pero, a pesar de que el apego inicialmente es establecido con más frecuencia con la madre no es siempre así. Algunos hijos lo establecen con el padre, se sienten más seguro con él. Eso no significa que no quieran a la madre, ni mucho menos.

Así que si en algún momento te has sentido “rechazada” por tu hijo te vuelvo a repetir:

Tranquila, no te desesperes, continúa queriendo y cuidando de tu hijo como hasta ahora. Pasará. Son fases transitorias en la evolución del desarrollo del apego y la psicología de los niños. No entres en disputa con tu pareja. No sientas celos por ello. Eso no significa que te quiera más ni menos. Existen diferentes fases: “mamitis” o “papitis”. Aprende y disfruta con cada una de ellas.

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Si tienes un minuto te agradezco que reconozcas mis cientos de horas dedicadas a este blog.

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¿Qué ha pasado con la mercromina?

Mercromina

No, este no es post trascendental. Casi tiene más de nostalgia que de otra cosa. No puedo evitarlo. El otro día llegó a la consulta un niño con el codo bien, pero que bien embadurnado de rojo. No venía a la consulta por eso pero no pude evitarlo:

“¿Qué le ha pasado en el codo?”

“Ah, nada , que se ha caído y la abuela le ha puesto mercromina, que dice que es lo mejor que hay para curar las heridas.”

¿Os acordaís? Era casi universal. No había niño en verano que no luciese con los codos o las rodillas impregnadas de ese caractrerístico color rojo.

Pero, ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha desaparecido la mercromina?

En realidad no ha desaparecido, simplemente ha perdido tirón. Le han comido el terreno. El “culpable” ha sido el bote amarillo (betadine) que ocupa ahora su lugar en los botiquines caseros. Lo ha desbancado porque su poder antiséptico es mayor y produce menos reacciones cutáneas.

De todas maneras aprovecho para recordar que la povidona yodada (betadine) no es un antiséptico adecuado para la cura de las heridas en embaradas, mujeres recién paridas y recién nacidos.  Sus importantes cantidades de yodo pueden provocar hipotiroidismo en los recién nacidos y alterar la prueba del talón.

Volviendo a la nostalgia de los 80. Existía otra infinidad de costumbres y medicamentos con los que crecimos y que ahora ya no se ven.

¿Recordáis la aspiria infantil? Ese delicioso “sabor”. Había quien le gustaba disuelta en agua o en un poco de leche calentita, había quien las masticaba, … lo que no había era un niño que no las hubiese probado.

¿Recordáis los polvos de talco? No había bebé que tras su correspondiente cambio de pañal no se le aliñara con una generosa cantidad de polvos de talco. No había dermatitis que se se resistiese a ser embadurnada por talco y recibiera el conjuro mágico: “Sana, sana, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana”.

¿Recordais los botes de calcio 20? Sí, todo niños los niños delgado de finales de los setenta y principios de los ochenta tomaron calcio 20 para las ganas de comer.

¿Recordáis el uso de Vicks VapoRub para cualquier catarro? “Uno, en el pecho. Dos, en la espalda…”

¿Recordáis las friegas de alcohol para bajar la fiebre?

¿Recordáis los vapores de eucalipto?

-¿Recordáis la cantidad de horas de baño perdidas por esperar 2 horas para hacer la digestión?

 

 

¿Y qué más recordáis…?

 

Bendita nostalgia.

¿Debemos pedir a los niños que besen a desconocidos?

beso obligado

En respuesta a varias peticiones que me habéis hecho últimamente sobre este tema, expongo aquí mi opinión sobre este tema.

Os pongo en situación:

Venga, María, dale un beso a esta señor. Es el abuelo del amigo del primo de la niña que el otro día estaba en el cumpleaños de Sofía”.

Mas de una vez os habéis visto en una situación similar, ¿verdad?

O si no esta otra:

¡Uy, qué niña más guapa! Pero señora es un poco antipática, ¿no? Es que no me quiere dar un beso.”

Este es un tema que periódicamente ha provocado mucho revuelo en las redes sociales. Uno de los primeros post que se viralizó sobre este tema hace aproximadamente un año fue el escrito por Ana Hanssen que tituló contundentemente “Por favor, no le pidan besos a mis hijos”.

Podría aportar contenidos más o menos fundamentados como los que se demostraron con algunos experimentos donde se evidenciaba que los niños que son obligados a abrazar y besar en contra de su voluntad, son más vulnerables a sufrir abuso sexual porque no han aprendido a decir ‘no’ al contacto físico indeseado con un adulto.

Podría aportar opiniones de expertos como la de Irene van der Zande, directora ejecutiva de una organización especializada en enseñar seguridad personal y prevención de la violencia, que dijo: “Cuando forzamos a los niños a someterse al afecto no deseado para evitar ofender a un familiar o lastimar los sentimientos de un amigo, les enseñamos que sus cuerpos en realidad no les pertenecen porque tienen que dejar a un lado sus propios sentimientos sobre lo que se siente bien para ellos”.

Pero creo que es mucho más sencillo que todo esto. Cada familia puede tener su opinión sobre este tema, pero creo que la mayoría coincidiréis conmigo que no se debe obligar a los niños a dar besos, porque para ellos dar un beso es una sincera, auténtica y verdadera muestra de cariño. Ellos no besan sin sentido. Cuando besan, besan de verdad. Ellos dan BESOS (sí, con mayúsculas y en negrita) Para ellos un beso es un acto muy íntimo y verdadero. Por eso ni siquiera le debemos mendigar besos a nuestros propios hijos. Debemos saber e interpretar cuando ellos están “receptivos”.

Los besos que nos damos los adultos al saludarnos son actos “fríos”, no implican cariño, sólo respeto. Eso no un beso para un niño.

Lo que ellos no entienden es que a un desconocido, a la primera de cambio, haya que darle un beso. “ Pero…, ¿por qué?, si a mi no me apetece. Yo a esa señora no la conozco”. Y con mucha razón que lo dicen.

Pongo un ejemplo a la inversa: imagínese que usted va por la calle con su hija de 18 años y se acerca un señor de 45 años y le pregunta: “¿señora, puedo besar a su hija?” Creo que no hace falta que ponga la respuesta ni describa la cara con la que nos quedaríamos.

Por tanto creo que debemos respetarlos. Es beso debe ser un acto espontáneo. Debemos asumir, además, que la personalidad de cada niño es diferente y no ser besucón no es ningún defecto.

Esto no significa, en absoluto, que nunca vayan a besar al saludar. Ellos, como ya dije en el post «Educar en el ejemplo«, son auténticas máquinas de imitar. Por tanto, si ellos nos ven saludar a nuestros conocidos con besos, acabarán haciéndolo.

Comparte si piensas que no debemos menospreciar LA AUTENTICIDAD DEL BESO DE UN NIÑO.

¿A qué huelen los hijos?

padre

Os recomiendo un ejercicio muy placentero. Se puede hacer, por supuesto, a cualquier hora, pero en la noche, mientas todos duermen, sin ruidos, con poca luz, los sentimientos se intensifican, se multiplican, se purifican.

Por muy cansado que te encuentres, por muy agotadora que haya sido la jornada, párate quince minutos y siente muy de cerca a tus hijos. Acúnalos, abrázalos, siéntelos, huélelos, imprégnate profundamente de su aroma.

No importa la edad, esa fragancia no se pierde, ese perfume es puro, es eterno.

Si tienes un bebe de pocos días o meses sentirás que huele a ternura, inocencia, instinto, indefensión,… , en fin, a vida muy frágil. Huele fuertemente a vida. Cógelo , duérmelo en tus brazos, huélelo, acarícialo, siéntelo,…

Si tienes un niño de pocos añitos que ya salio de tu dormitorio te recomiendo que seas tú ahora quien se cuela en su cama, cuando ya esté dormido, muy despacio, sin despertarlo, lo abraces y pienses profundamente en él. Siente su respiración tranquila, siente la seguridad que le aportas. Notarás que sigue oliendo a inocencia pero empieza a oler a curiosidad, a travesura, … y empieza a empieza a oler a ti. Siéntelo, huélelo. Sentirás que es inevitable sonreír con el alma cuando en algún momento del día te viste totalmente reflejado en su actitud.

Si tienes un niño más grande, de esos que parece que ya no necesitan que les mimemos tanto, aprovéchate y mímalo. Sí, vuélvelo a mimar. No dejes que escape de tu regazo, pero a la vez siente cómo está creciendo, cómo empieza a establecer otros vínculos…

Si tu hijo es ya un un adolescente, antes de ir a la cama, párate un momento en la puerta de su cuarto, pensando profundamente en él, en todo lo que ya has vivido con él. Haz memoria, vuelve atrás, recuerda sus primeros pasos, sus primeras palabras (pa-pá, ma-má, ..), su primer día de colegio,… Recuerda su primer día de playa,… Recuerda todo lo que ya has vivido e intenta imaginar todo lo que te queda por vivir con él. Imagínalo como padre , cuidando de sus hijos (como tú lo estas cuidando a él), meciéndolos con mucha ternura (toda esa ternura que tú le has dado), jugando cariñosamente con ellos, …

Vuelve a tu cama. Todo está en orden.

Abraza a tu pareja y piensa en cuánto te ha dado la vida.

Huele…

Siente…

Respira tranquilo…

Duerme…

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Bebés de alta demanda.

bebe-lloron

En otros tiempos estos bebés eran simplemente bebés llorones, más bien muy llorones, y punto.

¿Cómo que llorones y punto? ¿Sabe, doctor, lo que es no poder despegarme ni un momento de su lado, es un bebé lapa? Después de tenerlo en brazos dos horas de reloj para conseguir que se relaje y se duerma, es soltarlo en la cuna y parece que lo hubiese soltado en una cama con pinchos. Y no es sólo para dormir, en realidad son 24 horas al día. ¿Sabe, doctor, lo que es tener que ir a hacer pipí con el bebé en brazos? ¡Estoy desesperada! Me da vergüenza reconocerlo pero en más de una ocasión lo hubiese tirado por la ventana.”

Creo que muchas familias, especialmente las madres, sabéis a qué tipo de bebés me refiero, ¿no?

Es cierto, no todos los bebés son iguales, también los hay que son “comer y dormir” (podríamos decir, de baja demanda). Pero no es menos cierto que lo de alta o baja demanda depende de la personalidad y el grado de tolerancia de los cuidadores. Lo que para unos padres es normal para otros es insoportable. Igualmente es cierto que una mamá muy nerviosa y angustiada tiene menor grado de tolerancia al llanto de su bebé.

También me he encontrado que la mayoría de estos bebés de alta demanda se dan en padres primerizos. Quizás la experiencia de una crianza anterior tiende a relativizar los problemas y la seguridad de que acabará mejorando hace que nos tomemos las cosas con más tranquilidad a partir del segundo hijo. Una verdad como un templo es que nuestro primer hijo no se puede ni caer, el segundo si se cae lo ayudamos a levantarse, y el tercero si se cae ya se levantará solo.

Quizás el problema de los niños de alta demanda es que, además de lo agotador que puede resultar en algunos momentos (encadenar muchos días y, sobre todo, muchas noches sin descansar no es fácil) lo peor es el sentimiento de culpabilidad que pueden inducir las “buenasmadres”, “buenascuñadas”, “buenasvecinas” y “buenassuegras”. Todas ellas tuvieron bebés “perfectos”. Ya sabéis, el típico consejito: ¡¡No lo cojas en brazos cuando llora que se acostumbrará a los brazos!!

Un consejo: no conozco a ninguna madre de un niño de cinco años que se haya arrepentido de haber cogido a su bebé. Sin embargo, muchas comienzan a sentir mucha pena porque su hijo de cinco años ya no quiere que su mamá lo acune.

Cuando un bebé llora, como ya vimos en este post, suele ser por una de las tres necesidades básicas y suele bastar con satisfacerla:

  • O se ha hecho caca: limpialó.

  • O tiene hambre: dale de comer

  • O tiene necesidad de afecto: cógelo y disfruta de ello. Ten por seguro que es una etapa que pasa.

Pero en ocasiones parece que llora porque sí. No se calma ni estando limpio, ni con el pecho, ni cogiéndolo. Lloran y lloran. En estos casos es importante que sepamos turnarnos papá y mamá, para no entrar en bucle y fomentarnos la ansiedad entre nosotros mismos, o incluso apoyarse en otros miembros de la familia o amigos.

Comparte este post si piensas que se puede evitar que algunos bebés “puedan salir volando por la ventana”.

¿Hasta dónde debemos decidir por nuestros hijos?

madre estresada

“Los lunes, miércoles y viernes inglés, de cuatro a cinco, y de allí corriendo a kárate. Los martes y jueves clases de guitarra, de cuatro a cinco, y de allí, nuevamente corriendo a fútbol… Menos mal que con el horario de verano a las siete, cuando acaba el entrenamiento, aún es de día porque en invierno se me hace de noche. ¡Cómo para plantearse tener otro hijo! Además acaba tan cansado que muchos días, ni cena. Mientras espera a que le prepare la cena después de ducharlo, se me queda dormido en el sofá y ya no hay dios que lo despierte. Desde luego, si no fuera por los fines de semana, mi marido no vería nunca al niño despierto… Cuando llega ya está dormido y lo único que puede hacer es llevarlo a la cama y darle un beso, pero él ni se entera. Antes, por lo menos, cuando lo teníamos en el colegio de al lado de casa, lo podía llevar él. Pero ahora, como decidimos meterlo este nuevo cole, para reforzar el inglés, ya no le da tiempo a llevarlo y me toca, nuevamente, a mí, que dejé de trabajar para convertirme en el chófer del niño…Todo sea para facilitarle las cosas para el día de mañana, pero al pobre no le da tiempo ni de  jugar…”

Cada vez que escucho una retahíla de este tipo no sé si ponerme triste, decepcionado, apenado, frustrado,…

¿¡¡Pero estamos locos!!?

Parémonos un momento a pensar qué es lo que queremos para nuestros hijos, o mejor aún, qué es lo que esperamos de ellos. Cerrar los ojos un momento, imaginar a vuestro hijo dentro de treinta años y pensar qué es lo que más desearías para él en ese momento: que sea un empresario muy rico, que sea un magnífico profesor, … o que sea feliz, que tenga un montón de amigos, que sea un excelente y cariñoso amigo, padre, hermano, hijo.

¿Qué no les da tiempo ni a jugar? Pero…, por favor, si somos nosotros los que les llenamos las tardes de actividades extraescolares hasta extenuarles. ¿Les reservamos algún tiempo para que se desarrollen como personas o sólo importa si es campeón de tenis, sabe tres idiomas y es el número uno de su clase?

Por no hablar del tema de la elección del colegio, que estamos ahora en la fecha, y que trae estresadas a un gran número de familias. ¿Acaso no hay que valorar le cercanía del colegio?, ¿lo único que importa son las horas de inglés que se imparten a la semana?, ¿nos planteamos que después no podrán jugar con sus compañeros-vecinos?, ¿cuánto valor le damos al juego?, ¿y a la amistad?… El colegio no es responsable de la educación de nuestros hijos. Allí debe ir a aprender, la educación deben llevarla de casa (podéis repasar el post de Educar con el ejemplo pinchando aquí). Como dice Eva Miller: Jugar debe ser una prioridad en la infancia. No sólo porque desarrolla la creatividad, la sociabilidad y la empatía, sino porque es un pilar para el aprendizaje.

El juego ayuda a desarrollar las capacidades creativas y el pensamiento crítico, además de habilidades como la resolución de problemas, la empatía, la comunicación y el trabajo en equipo.

 

Pienso que nos excedemos en la tarea de padres. Abarcamos hasta  más allá de lo que nos corresponde. Estamos desarrollando como ya hablan muchos autores el concepto de “hiperpadres”.

Somos padres y planeamos niños meticulosamente cómo deben ser nuestros “perfectos hijos”.

Crear individuos libres, capaces de ser felices y de amar, supone ir entrenando desde la infancia el ejercicio de la responsabilidad, la autonomía, el compañerismo,… por tanto, debemos dejar de “vivirles su vida”. Debemos simplemente acompañarles desde el amor para que, en función de su edad, vayan aprendiendo a tomar decisiones.

Comparte esta información si piensas que debemos “dejarles su espacio” a nuestros hijos.