¿Cómo controlar las rabietas?

En estos días de puente, cervecita en mano, al sol como los lagartos y la vida me ha regalado el momento que os voy a relatar…

Sí, le pude calcular rápidamente unos dos añitos y medio. Gritaba y se revolcaba como si fuera la mismísima niña del exorcista.

Aquella “fiera” y aquellos padres que no sabían dónde meterse (“tierra trágame, en qué maldito momento decidimos salir a tomar un aperitivo”, supongo que estarían pensando) se convirtieron rápidamente en el centro de todas las miradas y, sobre todo, de todas las conversaciones de cada una de las meses de aquella terraza.

Ahí me encontraba yo, invitado de honor, con todos mis sentidos activos. El sentido del gusto disfrutando de aquella deliciosa gélida cerveza y el sentido del oído (¡maldita deformación profesional!) no me daba abasto para intentar escuchar las reacciones del resto de “los espectadores”. Pude escuchar todo tipo de comentarios sobre aquella escena. Desde los que arremetían directamente contra la niña (“¡Vaya tela lo malcriada que está la niña! Si fuera mi hija la soltaba dos sopapos y verás que pronto se callaba”) hasta los que se apiadaban de los padres (“Ojú, qué mal rato están pasando los pobres. Claro, ¿a ver qué haces en esa situación? Y encima con todo el mundo mirado. ¡Qué bochorno!”) y, por supuesto, la reacción de los pobres padres que se sentán avergonzados y observados (“Mira como te miran esos niños. Van a pensar que eres un bebé y por eso lloras”) mientras se esforzaban en inmobiliaria como si de un delincuente se tratase.

Bueno, toda esta retahíla, para explicar a qué se deben las rabietas y cómo se deben manejar.

Si entendemos bien en qué consisten, entenderemos rápidamente el manejo. Y tendremos claro que el inicio de las rabietas no es por ser “malos padres” ni “malas madres” y que no es cuestión de niños tiranos, ni padres permisivos, ni sí, ni no, ni todo lo contrario.

Basta ya de sentirse culpables por todo.

Las rabietas se producen por una “descoordinación” que existe entre la edad en la cual los niños ya son capaces de pedir las cosas con insistencia (más o menos a los 2 años) y la capacidad de modular o controlar sus sentimientos, sobre todo su capacidad de “digerir” la frustración (que suele aparecer en torno a los 4-5 años). Es por eso que en esta etapa es bastante frecuente que el niño presente una rabieta cuando le decimos “NO”.

Por tanto, y esto es lo que debe quedar claro:

El inicio de una rabieta no es culpa de los padres (padres dictadores, padres tiranos,…) ni de los niños (niños mimados, niños tiranos,…) sino de “la evolución del desarrollo psicológico de los niños” que permite que los niños tengan capacidad de desear o pedir las cosas con insistencia antes de ser capaces de tolerar la frustración ante el “NO”.

Esto no significa que no podamos hacer nada ante una rabieta.

No debemos atosigarles, enfadándonos y presionándoles para que se controlen, ya les gustaría. Precisamente esa incapacidad es la que ha generado la rabieta.

Debemos intentar tranquilizarles. Ya sé que no es fácil. Si fuese fácil no estaría escribiendo sobre esto. Todo el mundo lo haría y punto.

No debemos inmovilizarles si lo que quieren es patalear. En ese momento pueden necesitar “desfogar”, consumir su rabia “quemándola”. Por el contario no debemos separarlos de nosotros si buscan nuestro contacto. En el fondo están buscando nuestra aceptación. No debemos rechazarles. En muchas ocasiones lo que necesitan es un “abrazo de aceptación”.

Y otra cosa, y no menos importante, si vuelves a presenciar una rabieta no te conviertas en juez de la jugada. Ni los padres, ni sobre todo los niños desean esa situación, ocurre simplemente porque “la naturaleza» es así. El tiempo lo acabará arreglando.

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