¡Papá (mamá), no hables así de mamá (papá)!

Un viernes cualquiera en la consulta.

“Buenas tardes, princesa. Oye, María, venga, cuéntame porqué has venido a verme. ¿Prefieres contármelo tú o se lo preguntamos a ti madre?”

En ese momento mira a su madre y casi sin mirarme a mi, con la mirada dirigida hacia abajo, sin apenas salirle la voz del cuerpo suelta: “porque me duela la barriga”.

Uno, que ya empieza a ser perro viejo en estas cosas, tiene muy claro desde el principio que cuando una niña de esa edad (12 años) te dice de esa manera que le duele la barriga, no es precisamente la barriga lo que duele. Lo que duele, con un dolor inaguantable es el corazón, es el alma.

Ese “me duele la barriga” en un grito de auxilio, como lo es “me duele la cabeza” o “me mareo”.

Podemos (y digo podemos, porque es evidente que si su madre la ha traído a la consulta se lo está siguiendo) seguirle el juego durante unos minutos con preguntas tipo:

“Ah, sí. ¿Desde cuándo?, ¿Es más frecuente a alguna hora?, ¿es más intenso antes o después de comer?, ¿lo relacionas con alguna comida?, ¿has tomado algún medicamente para ese dolor?…” y así todas las preguntas que queramos.

Pero ella, en el fondo, está esperando otra pregunta. Esta esperando que la miremos a los ojos, con mucha serenidad, que sienta con sólo una mirada que la entendemos y le preguntemos: “¿Qué es lo que te preocupa, María?, ¿Estas preocupada porque mamá y papá se han separado?”

 

El tema de las separaciones y los divorcios es una realidad que está ahí y que cada vez más frecuente. Aproximadamente la mitad de las parejas terminan separándose.

Cuando las cosas no funciona, pues no funcionan. Se ha acabado el amor, has descubierto a otra persona, no puedes soportar ya esta vida,… No voy a entrar en esto, por supuesto. Cada pareja tendrá sus razones.

No tiene sentido aguantar sólo por los hijos. Eso está abocado al más estrepitoso de los fracasos. No se puede hacer hogar donde no hay hogar.

Pero lo que de verdad no tiene sentido es que se utilicen niños como moneda de cambio.

Tened en cuenta que para ellos su padre es su padre, una figura muy importante en su vida. Que su madre hable mal de su padre no le ayuda en nada. Y, de la misma manera, que su padre hable mal de su madre, la otra figura de referencia en su vida, tampoco le ayuda en nada.

Recordad que los padres somos los espejos en los que se miran nuestros hijos. Somos, por tanto, también modelo de sus futuras relaciones. No les estamos dando el mejor ejemplo cuando nos insultamos delate de ellos, cuando nos reprochamos todo delante de ellos,…

Los niños son capaces de entender cualquier situación, menos la violencia física o verbal entre las dos personas que ellos más quieren. Si se lo explicamos con tranquilidad pueden entender que mamá y papá ya no se quieran, pero eso no significa, en absoluto, que dejen de quererlos a ellos.

El mensaje que debemos transmitirles es que tengan la absoluta seguridad de que a ellos mamá y papá les siguen queriendo como hasta el momento, infinito, y que ellos no tienen la culpa de nada de lo que está ocurriendo.

 

Un favor. Que los niños no sean monedas de cambio.

Ellos deben saber que nuestro amor hacia ellos está muy por encima de cualquier desavenencia entre los padres.

 

Un deseo. Que sepamos escuchar con el corazón.

Que sepamos entender sus gritos de auxilio con ese “me duele la barriga”.

 

 

2 comentarios en «¡Papá (mamá), no hables así de mamá (papá)!»

  1. Hay que tener mucho cuidado porque con nuestros actos marcamos a nuestros hijo, aunque no es fácil evitar discutir delante de ellos. También me ha gustado mucho el post que Mario ha compartido, me he visto identificada.

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