¿Cómo saber si tu hijo tiene autismo?

 

El autismo es un trastorno que afecta a la comunicación del lenguaje, el interés por otras personas y las relaciones sociales.

Hay que saber que el desarrollo psicomotor de un niño es muy variable y, por tanto, las fechas o plazos que voy a dar son orientativos. No todos los niños hablan a la misma edad, unos niños andan antes que otros,… Además hay que considerar que son especialmente difíciles de valorar estos logros en los menores de 2 años. Por tanto, este artículo debe ser leído e interpretado con mucha cautela

Pero sí quiero dar una serie de signos que, como padres, deben hacernos sospechar que pudiera existir un trastorno en el desarrollo. La mayoría de los padres suelen comenzar a sospechar cuando empiezan a comparar el desarrollo de su hijo con el de otros niños de similar edad o al comparar las cosas que hacía su hermanito con esas edad.

Son muchos más signos los que valoramos los pediatras pero en este artículo quiero resaltar los que creo que a cada edad son más fáciles de detectar por los padres:

Antes de los 12 meses:

  • No suele dirigir la mirada a las personas.
  • No se anticipa, es decir, no nos echa los brazos cuando lo vamos a coger.
  • No muestra interés por los juegos interactivos («cucu-tras»).
  • No se asustan ante los extraños sobre los 9 meses.

Después de los 12 meses:

  • No suelen mantener la mirada.
  • No responden a su nombre.
  • No señalan para pedir las cosas y no miran hacia donde otros les señalan.
  • No imitan.
  • No muestra interés por los juegos interactivos («cucu-tras»).
  • No balbucea como si conversara con el adulto.

Entre los 18-24 meses:

  • No suelen mantener la mirada.
  • No responden a su nombre.
  • No señalan para pedir las cosas y no miran hacia donde otros les señalan.
  • Tienen un retraso en el lenguaje comprensivo. No entienden bien órdenes sencillas. Ej: “Trae los zapatos”, “Tira ese papel a la basura”,…
  • Suelen hacer una regresión del lenguaje: empiezan usando algunas palabras y progresivamente, en vez de decir más palabras, dicen menos.
  • No suelen hacer juegos simbólicos (por ejemplo curar una muñeca que tiene fiebre, …)
  • Suelen hacer juegos con actividades muy repetitivas (encender y apagar,…)
  • No muestran interés por otros niños o hermanos
  • No imita.
  • Pocas expresiones para compartir afecto positivo.

 

Insisto que estos signos, por separado, pueden no significar nada. Pero si detectamos alguno de ellos conviene que se lo comentemos a su pediatra para que éste valore el desarrollo psicomotor e inicie, si es necesario, el estudio o seguimiento pertinente.

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Doctor, a mi hijo le duele la cabeza, ¿tengo que preocuparme?

dolor-cabeza

Como ya vimos en el post del traumatismo craneoencefálico, los síntomas neurológicos es algo que preocupa mucho a las familias.

Intentaré aclarar el tema.

La preocupación de las familias es “que tenga algo dentro de la cabeza”. Pues, precisamente, la gran mayoría de los dolores de cabeza se originan en estructuras de “fuera de la cabeza”: en los nervios, los vasos sanguíneos y los músculos que recubren la cabeza y el cuello, en los senos paranasales, en los ojos, en los dientes,…

Generalmente el dolor de cabeza es un síntoma más de un proceso infeccioso (faringitis, otitis, gastroenteritis, laringitis, catarro,…). Es frecuente que cuando un niño tiene fiebre se queje de dolor de cabeza. Lo que ocurre es que cuando son demasiado pequeños no son capaces de expresarse y no lo pueden decir, simplemente notamos que están más irritables.

 

Además de las infecciones, existen otros factores que, al igual que en los adultos, pueden desencadenar dolor de cabeza: saltarse alguna comida, el estrés (¡¡no olvidéis que la agenda de los niños de hoy día está casi más apretada que la nuestra!!), falta de sueño, cambios hormonales (“la regla”), ver durante mucho tiempo las pantallas (televisión, tablets, ordenador, videoconsolas, …), defectos de refracción (hipermetropía, miopía, …), pequeños golpes en la cabeza (si nos damos un golpe en el brazo nos duele el brazo así que si nos damos un golpe en la cabeza, también es normal que nos duela la cabeza. Parece de Perogrullo pero no sabéis la cantidad de visita a Urgencias que esto genera: “Doctor traigo a Pablito porque se queja de la cabeza”. Y yo. “¿Se ha dado algún golpe?”. La madre: “sí, esta mañana se cayó del columpio y se dio en la cabeza”. Y en ese momento, y sin que yo tenga que volver a hablar la madre “Claro, si se ha dado en la cabeza, es normal que le duela la cabeza, ¿verdad, doctor?” Y visita terminada. Ya solo falta darle a Pablito la pegatina de los valientes).

 

Pero existen dos tipos de dolores de cabeza, relativamente frecuentes en niños que debemos conocer:

  • Cefaleas tensionales: aparece en situación de preocupación y/o nerviosismo, por contractura muscular. Los niños se suelen quejar de la frente o de la zona lateral de la cabeza., “como si le apretasen”
  • Migrañas o jaquecas: Es recurrente. Es un dolor pulsátil, “como golpes con un martillo”. En un 90% de los casos suele haber antecedentes familiares. Puede acompañarse de nauseas y/o vómitos, visión de luces, sensibilidad a la luz, al ruido y a los olores fuertes.

 

Si el niño se queja de la cabeza, ¿Qué debemos hacer?

  • Buscar un sitio cómodo y tranquilo para el niño (una habitación a oscuras, silenciosa).
  • A veces les alivia un paño húmedo sobre la frente y los ojos.
  • Se puede administrar un analgésico de uso habitual como el paracetamol o el ibuprofeno.
  • Intentar averiguar si hay algún factor desencadenante (ayuno, traumatismo, …)

 

¿Cuándo debemos consultar al pediatra?

  • Si el dolor es cada vez más intenso.
  • Si los dolores son cada más frecuentes.
  • Si no remite con las dosis habituales de analgésicos.
  • Si asocia alguno de los siguientes síntomas:
    • Fiebre, rigidez de cuello, manchas en el cuerpo u otros signos de infección.
    • Vómitos “en escopetazo”, sin nausea previa.
    • Otros síntomas neurológicos asociados: debilidad muscular, hormigueo, dificultad para hablar, ataques epilépticos, disminución del nivel de conciencia,…
  • Si la cefalea presenta alguna de las siguientes características:
    • Despierta al niño por la noche o es, sobre todo, al despertar.
    • Interfiere de manera importante en la vida del niño (tiene que faltar a clase frecuentemente, …)

 

Comparte esta información y evitarás muchas preocupaciones (“dolores de cabeza”) a otros padres.

 

Traumatismo cráneo-encefálico.

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¡¡Por favor, doctor, atienda rápidamente a mi hijo que se ha dado un golpe en la cabeza y ha vomitado!! Esto es casi el pan nuestro de cada día de cualquier pediatra que asista urgencias.

Un traumatismo craneal es un problema que genera mucha angustia en los padres, sobre todo si posteriormente asocia algún síntoma como vómitos o somnolencia.

Realmente a los médicos no nos preocupa el traumatismo del cráneo sino que éste asocie una lesión  cerebral intracraneal, fundamentalmente por sangrado (hematoma epidural o subdural).

El término médico de un golpe fuerte en la cabeza es traumatismo cráneo-encefálico, aunque la mayoría de los padres que consultan en urgencias lo hacen por traumatismos craneales menores, donde sólo observamos pequeñas heridas, dolor en la zona del golpe y un pequeño cefalohematoma (chichón).

Aclararé ciertos aspecto del traumatismo cráneo-encefálico:

¿Qué debo hacer tras un traumatismo craneal?

– Poner hielo envuelto en un paño en la zona del golpe.
– Mantener al niño en un ambiente tranquilo y poco ruidoso.
– Administrar un analgésico (paracetamol o ibuprofeno).
Elevar el cabecero de la cama.

Por tanto la mayoría de los niños que sufren un traumatismo craneal pueden ser controlados en casa.

Entonces, ¿Cuándo debo acudir a un centro sanitario?

Será importante acudir para la valoración del pediatra, que valorará la necesidad de la realización de una radiografía de cráneo, si:
– el niño es menor de un año.
pierde el conocimiento tres el golpe.
–  cae desde más de un metro de altura.
–  no recuerda (amnesia) el golpe o lo que sucedió después.
– tiene un hematoma muy grande o un hundimiento en la zona del golpe.
– le sale sangre o un líquido claro por la nariz o el oído.

¿Qué valoramos los médicos en un traumatismo cráneo-encefálico?



El mecanismo y la intensidad del golpe: obviamente no es lo mismo golpearse en la cabeza tras caerse de su propia altura (los médicos lo llamamos traumatismo de baja energía) que tras un accidente de trafico (traumatismo de alta energía). Para los bebés consideramos que un traumatismo craneal es importante si se cae de más de un metro de altura. A mayor energía mayor gravedad.
– La edad del niño: cuanto más pequeño es un niño más blando es su cráneo y, por tanto, tiene más riesgo de fractura craneal con hematoma asociado. La edad que consideramos como de mayor riesgo es los menores de un año. A menor edad mayor riesgo.
– La zona de la cabeza que sufrió el traumatismo: afortunadamente la mayoría de los traumatismos se producen sobre las zonas más duras del cráneo, la frontal y la occipital. La zona menos resistente del cráneo es la zona parietal (un poco por encima de las orejas)y es por tanto donde se producen la mayoría de las fracturas.
Los síntomas inmediatos tras el golpe: la mayoría de los niños, tras el golpe, lo primero que hacen es llorar. En ocasiones, tras el gran sofocón, se relajan y se quedan dormidos. Además, cuando lloran, tragan gran cantidad de aire y suelen acabar vomitando. El síntoma inmediato que más se asocia con lesión intracraneal es la pérdida de conocimiento en el momento del traumatismo.

¿Qué debo vigilar en casa?, ¿cuáles son los datos de alarma?



En las siguientes 24 horas se debe vigilar si aparecen los siguientes signos de alarma:
Vómitos persistentes, aunque ya hemos dicho que uno o dos vómitos tras el traumatismo son bastante frecuentes.
Dolor de cabeza (cefalea) importante, aunque es bastante frecuente que se queje de la zona del golpe.
Somnolencia importante, con dificultad para despertarlo, aunque ya hemos dicho que es bastante frecuente que tienda a dormirse tras el sofocón inicial.
Irritabilidad o llanto persistente.
Convulsiones o movimientos anormales.

Confusión o desorientación.
Alteraciones del habla o del equilibrio.

Comparte esta información si piensas que puede ayudar a otros padres.

El amigo imaginario.

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“Papá, Marcos dice que quiere venir con nosotros a la casa del pueblo, para conocer al abuelo”. La primera vez que los padres escuchan a su hijo decir esto comienzan a mirar para todos lados a ver si ven a Marcos, y casi que preferirían verlo, porque se les queda una cara de susto… y piensan: “¿este niño ve visiones?, ¿estará perdiendo la cabeza?,…”

Muchos padres viven con gran angustia cuando ven que su hijo comienza a relacionarse con un amigo imaginario y piden ayuda en el pediatra o en psicólogo, pensando que su hijo tiene alguna alteración psicológica.

Fantasear es una actividad que mantenemos de por vida. Los adultos también, por momentos, vivimos en un mundo imaginario en muchas situaciones, por ejemplo cuando compramos un cupón (“si me toca haré un viaje a las Maldivas”, y nos imaginamos allí mismo, disfrutando del paraíso…)

Aclararé ciertas dudas:

¿Todos los niños tienen amigos imaginarios?

No todos los niños tienen  amigos imaginarios, pero sí es muy frecuente, aproximadamente el 50-60% de los niños tendrán, a lo largo de su infancia, algún amigo imaginario.

¿A qué edad suele comenzar?

La edad más frecuente a la que suelen aparecer es entre los 3-6 años.
A partir de los 2 años los niños comienzan a desarrollar el juego simbólico (juegan a las cocinitas con comida imaginaria, hablan por teléfono con un juguete, …).
Por extensión de esta fase del juego simbólico, en su imaginación, pueden llegar a crear un amigo imaginario, o dotar de “vida” alguno de sus peluches.

¿Significa que el niño tiene un problema psicológico o de relación?



Hace años se pensaba que tener amigos imaginarios era más frecuente en los hijos únicos, en niños que pasaban mucho tiempo solos o en niños que se movían en un ambiente fundamentalmente con adultos, pero los estudios actuales no han podido demostrar ninguna de estas relaciones.
En contra de esto, lo que sí se piensa, es que los niños que tienen un amigo imaginario es porque tienen muy desarrollada el área de la imaginación e incluso en el futuro pueden llegar a ser grandes artistas.

¿Qué debo hacer como padre?

En primer lugar, si el niño está en la edad típica, comprender que es una fase normal y no preocuparse.
Es más, los amigos imaginarios, pueden tener una parte positiva ya que en realidad son el reflejo del propio niño. Por tanto, debemos aprovechar para:

    – Conocer sus miedos: “mamá, a Marcos le da miedo dormir con la luz apagada”, suele significar que a él le da miedo dormir con la luz apagada.
    – Conocer sus deseos: “mamá, Marcos dice que quiere ir a la playa”, suele significar que a él quiere ir a playa.
    – Educar, aprovechando de manera indirecta la figura del amigo imaginario: podemos decir “dile a Marcos que a mamá no le gusta que los niños digan palabrotas”.
    – Corregir algunos “hábitos de higiene”: podemos decir “vamos a explicarle a Marcos cómo se lavan los dientes”.

¿Confundirá el niño el mundo real con la fantasía?

No, pero no debemos estimular en exceso, no debemos dar demasiado protagonismo ni importancia al amigo imaginario.
Siempre debemos estimular que el niño juegue con otros niños reales.
Pero también es importante no reprimirlo continuamente, porque eso es como negar sus sentimientos.

¿Cuándo debo preocuparme?

Sólo debe preocuparse si a raíz de la aparición del amigo imaginario el niño rechaza relacionarse con otros amigos reales o el comportamiento del niño sufre una desviación por ejemplo hacia un comportamiento muy agresivo.

¿Cuándo desaparecerá?

No hay que obligar al niño a no jugar con su amigo imaginaria, tal como vino se irá.

Normalmente en torno a los 7-8 años, conforme va desarrollando el lenguaje y sobre todo la lógica y la inteligencia, su amigo imaginario desaparecerá de su mente.

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La cinetosis

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El simple viaje al cole de cada mañana se convierte en un martirio diario para algunos niños (porque les cuesta un “mareo”) y para los padres (porque les cuesta el dinero o el tiempo de limpiar la tapicería del coche), hasta el punto de que algunos niños van ya con “su cubito” en el coche para los vómitos.

No puedo desaprovechar este post para recordar, que si ya es discutible que haya que acompañar a los niños al colegio (esto ya lo comenté en otro post), lo que no merece la pena ni discutir es que DEBEMOS FOMENTAR QUE LOS NIÑOS VAYAN AL COLEGIO ANDANDO. Son infinitos los beneficios de este hábito, y además, evitaremos el tema del post de hoy: la cinetosis.

¿Qué es la cinetosis?, ¿cuales son los síntomas?

Es un problema muy frecuente en la infancia que consiste en una sensación de malestar, con sudoración fría, palidez y náuseas, que suelen llegar a los vómitos.

¿Cuál es la causa?

Cuando viajamos, nuestro cerebro tiene que integrar la información que le llega a través de los órganos del equilibrio: el oído, la vista y el sistema musculo-esquelético.
Cuando esta información NO es integrada correctamente se produce la cinetosis.

¿A qué edad se produce?

Es raro que se produzca antes de los 2 años. A partir de esa edad empieza a aparecer y aumenta hasta los 12 años, que empieza a disminuir.
(Madre con un niño de 2 años y medio al llegar a la consulta: “doctor, ahora que el niño viene muy contento, y que ya no vomita en la consulta con el sofocón, cada vez que venimos vomita en el coche”).
En los adultos es muy raro, aunque hay quien lo presenta de por vida, sobre todo las mujeres.

¿Qué podemos hacer?

En primer lugar, vuelvo a repetir, evitar viajes innecesarios: ¡¡al cole, ANDANDO!!

Si realmente tenemos que viajar,  los conductores debemos evitar maniobras bruscas (especialmente en zonas de curvas), llevar el coche bien ventilado (abrir ventanillas y, por supuesto, NO FUMAR).
Si el viaje es corto: intentar que no coma antes de viajar
Si el viaje es largo: aprovechar para viajar a las horas en las que el niño duerme (puesto que si va dormido no se mareará) y hacer paradas frecuentes para descansar.
Si los niños fijan la mirada en un punto lejano es más difícil que se mareen, así que debemos evitar actividades que obliguen a fijar la vista en un objeto cercano como leer, ver el DVD, jugar a los videojuegos,…
Y en cualquier caso, siempre debemos tener prevista la eventualidad del vómito (llevar bolsas u otros recipientes para evitar ponerlo todo perdido).

Pero, ¿no existe tratamiento?

En ocasiones los pediatras, si el cuadro es muy recurrente o muy intenso, podemos utilizar alguna medicación. La más habitual es el dimenhidrinato del cual existen muchas presentaciones (jarabes, comprimidos, supositorios,…). Por ficha técnica, este medicamente, NO se puede usar en menores de 2 años, pero ya hemos dicho que en los menores de 2 años es muy infrecuente la cinetosis. Como todos los medicamentos no debe tomarse libremente, sino que debe ser prescrito tras una valoración por su pediatra.
Actualmente existen también algunas soluciones azucaradas para utilizar en niños menores con tendencia a la cinetosis.

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Mi hijo tiene 40° de fiebre, ¿puede convulsionar?

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Esta es una de las grandes preocupaciones que presentan muchos padres cuando sus hijos tienen fiebre y que provoca que acudan muy angustiados a los servicios de urgencias.
Como otras veces, intentaré aclarar ciertas dudas.

En primer lugar, ¿qué es una convulsión febril?

Es un episodio que, coincidiendo con la subida de la fiebre, produce en el niño una pérdida de conciencia, acompañada de rigidez generalizada, revulsión ocular (ojos en blanco), cianosis peribucal (labios morados), sialorrea (babeo), trismus (mandíbula cerrada muy fuertemente), respiración muy ruidosa o dificultosa y sacudidas de los brazos y las piernas. A veces puede existir relajación de esfínteres (se hace pipí o caca).
Suele durar pocos minutos (aunque se hagan eternos) y posteriormente el niño suele quedar confuso o muy adormilado.

¿Por qué se produce?

La causa no está clara, pero suele haber antecedentes familiares.

Pero, ¿es muy frecuente?

Son relativamente frecuentes. Aproximadamente entre el 3-5% de los niños presentarán un episodio de convulsión febril. Son más frecuentes en los niños de entre 6 meses y 5 años (de hecho, cuando se producen a esta edad y con las características descritas anteriormente los médicos las llamamos convulsiones febriles típicas).

¿Le dejará alguna secuela?

El mayor peligro de una convulsión es la falta de oxígeno al cerebro, y puesto que hemos dicho que las convulsiones febriles suelen durar pocos minutos, NO suelen dejar ninguna secuela.

¿Se puede repetir?

La mayoría de las veces las convulsiones febriles NO repite. Aunque un 20-30% puede tener, al menos, otra convulsión. Cuando repite es más frecuente que lo haga en las primeras horas tras la convulsión, si hay antecedentes familiares o cuando el niño es más pequeño.

¿Se puede prevenir?

NO. Sólo en circunstancias especiales se utilizarán tratamientos preventivos (no parecen estar justificados).
La fiebre se debe tratar igual que en los niños que nunca han sufrido convulsiones febriles, con medidas físicas (desabrigar al niño, …) o farmacológicas (paracetamol o ibuprofeno) para aliviar el malestar.

Si mi hijo convulsiona, ¿qué debo hacer?

Aunque no sea fácil, es fundamental mantener la calma y de esa manera será más fácil llevar a cabo las siguientes recomendaciones:
Tumbar al niño de lado, sobre un costado (para facilitar la respiración) y mantenerlo lejos de objetos con los que pueda golpearse.
Mirar el tiempo que dura la convulsión (¡seguro que es menos del que se piensa!).
– No es necesario realizar el boca-boca, ni se deben meter los dedos en la boca (¡no se “tragará” la lengua!), ni sujetar al niño para frenar las sacudidas.

¿Cómo se trata?

Casi todas las convulsiones febriles ceden por sí solas en pocos minutos. Una vez que el niño se haya cedido, puede tomar algún antitérmico para bajar la fiebre
Los padres de niños con convulsiones febriles repetidas pueden sentirse más tranquilos si disponen de medicación (diazepam) para administrar por vía rectal cuando se produce la convulsión.

¿Debo acudir a un centro sanitario?

Conviene acudir al centro sanitario más cercano para que el niño sea valorado por un médico que confirme el diagnóstico.
También debemos acudir a un centro sanitario si se repite la convulsión, si la convulsión dura mucho tiempo (más de 15 minutos), si el niño se encuentra muy adormilado o se queja de dolor de cabeza intenso y vomita.

Al acudir al médico, ¿deben hacer alguna prueba?

El diagnóstico se hace  a partir del relato que hacen los padres (que suelen estar tremendamente angustiados). NO hace falta ninguna prueba para confirmarlo.
En los pocos casos en los que las convulsiones se repiten con frecuencia, son muy prolongadas (más de 15 minutos) o no son de los tipos que describimos al principio, el pediatra puede solicitar alguna prueba o remitir al neurólogo.

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