Bronquitis / Crisis asmática.

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Exactamente bronquitis no es sinónimo de asma. Científicamente podemos hacer muchas consideraciones sobre la diferencia pero prefiero, como otras veces, ser más práctico y para este post utilizarlo como sinónimo porque para el “manejo habitual” podemos igualar el tratamiento de una bronquitis y el de una crisis asmática.

Un poco diferente es cuando los pediatras hablamos de bronquiolitis (suelen ser pacientes más pequeños y esto tiene unas consideraciones especiales porque la anatomía de los más pequeños es diferente y por la respuesta más variable de éstos a la medicación). Podéis repasar todo sobre la broquiolitis haciendo click aquí.

¿Qué es el asma/bronquitis en un niño?

El asma es la enfermedad crónica más frecuente de la infancia, en la que existe un espasmo del bronquio (se cierra) acompañado de una inflamación de su pared (que lo cierra aún más) por lo que existe dificultad para respirar. Aparece en forma de brotes, es decir, existen periodos en los que el niño se encuentra asintomático y periodos en los que el niño presenta tos y dificultad respiratoria.
Aproximadamente 10% de los niños en España sufren la enfermedad. Suele aparecer en edades tempranas.

¿Cuál es la causa?

La más frecuente suele ser una infección vírica que se inicia como un resfriado o catarro común.
En los niños con alergia, la exposición a sustancias a las que son sensibles (ácaros del polvo, polen pelo de animales….) pueden producir inflamación bronquial.
Otros factores irritantes, como el humo del tabaco o la contaminación ambiental, pueden precipitar las bronquitis o crisis asmáticas.

¿Cuáles son los síntomas de una bronquitis/crisis asmática?

El síntomas más precoz y más frecuente es la tos (esto no significa que todos los niños que tosen tengan una crisis asmática o una bronquitis).
En casos moderados pueden presentar ruidos en el pecho (“pitos”), tiraje (se les marcan las costillas  o el hueco supraestenal al respirar) y/o respirar más rápido de lo habitual (polipnea).
Los niños más grandecitios pueden referir sensación de ahogo u opresión o dolor en el pecho.
Los síntomas suelen empeorar por la noche y con el ejercicio.

¿Qué puedo hacer?

Mantener al niño en reposo, en un ambiente tranquilo y sin humo.
La mejor posición para respirar es la de sentado. Si es un lactante pequeño, o para dormir, es recomendable elevar el cabecero de la cama o la cuna.
Si se tiene experiencia en más episodios de bronquitis y se sospecha  un nuevo episodio, lo mejor es probar el tratamiento en el domicilio con broncodilatadores (salbutamol).
Está demostrado que cuanto más precoz se inicie el tratamiento, a la larga, más rápido se resolverá el cuadro y menos medicación necesitará. Por tanto, es mejor evitar la frecuente situación de “lo veo muy asfixiado, doctor, pero no le he puesto ventolín para que usted lo escuche bien”. Lo importante no es cómo lo escucha el pediatra sino aliviar cuanto antes la dificultad respiratoria del niño.

¿Qué medicamentos se utilicen en una bronquitis/crisis asmática?

Básicamente se utilizan 2 grupos de fármacos:
– Los que abren o dilatan el bronquio (broncodilatadores): se suelen utilizar de forma inhalada, por lo que en niños lo mejor es utilizarlos con cámara de inhalación. Son de acción muy rápida. El más utilizado es el salbutamol.
– Los que evitan o disminuyen la inflamación del bronquio (corticoides): se utilizan por vía oral para el tratamiento de las crisis moderadas. El más utilizado es la prednisolona. También se pueden utilizar por vía inhalatoria (con cámara de inhalación) como medida preventiva. De éstos el más utilizado es la budesonida.

¿Cómo se trata una bronquitis o crisis asmática?

Las dosis habitualmente recomendadas ante una crisis asmática son 4 inhalaciones cada 20 minutos, hasta 3 tandas (60 minutos). Si tras este tratamiento hay una mejoría clara y se mantiene unas 4 horas, se administrarán entre 2 y 4 inhalaciones cada 4 horas.
Sin embargo, si no mejora con el tratamiento o la mejoría es pasajera, se aconseja consultar en un servicio de urgencias.
Cuando la crisis es más intensa, el médico puede aconsejar el tratamiento con corticoides.

¿Cuándo debo consultar en un servicio de urgencias?

– Cuando el niño tenga dificultad importante para respirar, es decir, respira muy rápido, se le marcan las costillas, respira con el abdomen o se oyen “pitos” con claridad.
– Si el niño está somnoliento, muy irritable o apenas puede hablar o caminar.

– Si el niño se pone pálido o morado.
– Si está necesitando los broncodilatadores muy frecuentemente (cada menos de 2 horas) o no parece no responder a ese tratamiento.

¿Se pueden prevenir?

Cuando un niño presenta un cierto número de bronquitis o crisis de bronquitis en poco tiempo el pediatra valorará el uso de un tratamiento preventivo.

¿Cómo se puede prevenir?

– Si el pediatra aconsejó el inicio del tratamiento preventivo, es conveniente administrarlo para evitar recaídas.
Evitando los catarros, por tanto optimizar el estado de hidratación (ofrecer agua frecuentemente) y los lavados nasales.
Evitar la inhalación del humo del tabaco.

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Lavados nasales

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Con el comienzo del curso de la guarde y del cole, puntual a su cita, como cada año, han llegado LOS MOCOS.

No sé cuantas veces habré repetido ya en estos días lo siguiente: “A partir de ahora, aceptamos MOCO como animal de compañía” “El objetivo no es que el niño esté absolutamente limpio de moco, esa guerra la damos por perdida. El objetivo ahora es que el moco no se complique, es decir, no se baje al pecho, no se meta en el oído, no se infecte,…”

Pero, ¿entonces no puedo hacer nada para acabar con los mocos?

Existen dos medidas que son fundamentales para intentar “mantener los mocos a raya”:

– Mantener un óptimo estado de hidratación: ofrecer líquidos abundantes, especialmente AGUA.
– Hacer lavados nasales con frecuencia.

¿Cuántas veces al día puedo hacer los lavados nasales?

La respuesta que doy a todas las familias en la consulta es “¿Cuántas veces pueden ustedes sonarse los mocos cuando están resfriados?”. Obviamente lo entienden rápido. Es decir, los lavados nasales con suero fisiológico sustituyen al pañuelo en niños que aún no saben sonarse.
Se puede hacer tantos lavados nasales como sean necesarios para que el niño esté más cómodo y pueda respirar mejor.

¿Cómo se hacen los lavados nasales?

Casi más que explicar cómo se hacen los lavados nasales debería explicar cómo se debe inmovilizar a un niño para conseguir hacer esos lavados. Ya habréis probado que en cuanto son más grandecitos ven el bote del suero  y “les falta casa para correr”.

Algunos consejos para hacer un lavado nasal adecuado son:
– Es recomendable hacer los lavados antes de dormir y antes de las tomas en los bebés.
– Suele ser suficiente con 1,5-2 ml en cada fosa nasal en niños pequeños y hasta 5 ml en niños mayores. La sensación será menos desagradable si el suero está a temperatura ambiente.
– El niño puede estar tumbado (boca abajo o boca arriba, como mejor se le sujete), procurando girarle la cabeza hacia un lado e intentando que no se eche hacia atrás. Cuando esté bien sujeto, se echa el suero fisiológico por el orificio que queda arriba, “con decisión”. Tras esta maniobra, sobre todo si está boca arriba, se le puede sentar para favorecer la expulsión de las secreciones. Posteriormente, se repite la maniobra para echar el suero en el otro orificio nasal, girándole la cabeza hacia el lado contrario.
Algunos niños mayores son capaces de realizarse los lavados ellos mismos, inclinando la cabeza hacia un lado y posteriormente al contrario, y echando el suero por el agujero nasal que queda más arriba.
– Parte de los mocos los expulsarán y otra parte se los tragarán. Eso es normal.

¿Cada vez que le hago un lavado nasal debo aspirarlo?

La mayoría de las veces, tras el lavado nasal, la vía aérea queda lo suficientemente despejada para que no sea necesario aspirar. No es recomendable usar con tanta frecuencia los aspiradores de secreciones ya que la presión de succión que producen puede ocasionar sensaciones desagradables en el oído y resecar la mucosa.
Limitaremos su uso a 2-3 veces al día, solo si hay mucho moco para aspirar y sin hacerlo de forma brusca.

Recordad, el objetivo no es que el niño esté absolutamente limpio de moco sino que se encuentre lo suficientemente confortable como para comer y descansar adecuadamente.

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La vuelta al cole.

image Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Se aproxima el comienzo del curso escolar y comienzo a detectar en la consulta varios problemas que me hacen cuestionar en qué momento hemos perdido el sentido común. El nivel de ansiedad de los padres está ya por las nubes. Hoy día, la vuelta al cole es especialmente dura para los padres. Ya respiro en el ambiente la ansiedad anticipatoria por unas rutinas que ellos mismos se autoimponen como obligatorias. Hablo fundamentalmente de varios momentos del día como son llevar a los niños hasta la misma puerta de la escuela, casi siempre en coche, hacerle los deberes a los niños por la tarde y llevarles a jugar al parque. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Ahí están los superpadres y supermadres, levantándose a las 6 de la mañana para dejar a los niños en el aula matinal y a continuación completar una dura jornada laboral. A la vuelta del trabajo, recogerlo nuevamente en el coche y, a casa, a hacer los deberes con el niño. Lo peor de todo es que de tanto justificarnos hemos llegado a creernos que eso es lo normal. Todo, por supuesto, basado en miedos infundados: – ¿y si al niño le pilla un coche?, me dicen. Seamos serios, ¿cuántos niños son atropellados de camino al colegio? Créanme, precisamente con la aglomeración de coches que se produce a las horas de  entrada y salida en las puertas de los colegios, hoy día sí que podríamos considerar que caminar por los alrededores del colegio es un “deporte de riesgo”. – ¿y si lo secuestran?, intentan justificarse. Nuevamente, seamos serios, ¿cuántos niños son secuestrados de camino al colegio? Soy de un pequeño pueblo de Extremadura, donde he crecido feliz y contento. No soy de la época de los burros y los carros. Cuando yo iba a la escuela ya existían los coches. Podría contar con los dedos de la mano las veces que mis padres me acompañaron hasta la puerta del colegio, y mucho menos, en coche. El pueblo no ha cambiado tanto desde que yo era pequeño, salvo por la aglomeración de coches que se produce en la puerta del colegio a la hora de la entrada y la salida de los críos a la escuela. Plantear hoy en mi pueblo, y creo que en cualquier pueblo de España, que un niño vaya andando solo al cole podría ser considerado casi un maltrato. “¡Por Dios, ¿estás loco?, ¿cómo va a ir el niño solo a la escuela?”. No recuerdo que en mi pueblo, camino de la escuela, ningún niño fuese atropellado, ¡¡ni secuestrado!! El camino a la escuela era una situación más donde teníamos que aprender a organizarnos, siempre había un amigo que era más tardilón. Debíamos calcular y responsabilizarnos de si llegábamos tarde, había que espabilar porque si no tendríamos que justificarnos ante don Luís. Aún recuerdo incluso algunas conversaciones de camino al colegio. Era un momento del día importante donde contábamos chistes, repasábamos la lección o incluso compartíamos algunos secretos, en definitiva, hacíamos grupo. Por favor, aparte del flaco favor que desde el punto vista físico les hacemos a nuestros hijos llevándoles al cole en coche, no les privemos de esos momentos de autonomía. Necesitan saber que no viven en un mundo malicioso. Llevarles hasta la misma puerta del colegio, es “enseñarles” que el mundo que hay más allá de las vallas del colegio es un sitio lleno de peligros donde ellos no pueden moverse solos. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Y con respecto a hacerle los deberes a nuestros hijos podría escribir un libro. Si al inicio del curso escolar detecto ansiedad en los padres, no os quiero contar cuando se acerca la época de exámenes. Pareciera que son los propios padres quienes se van a examinar. No voy a decir nada que no sepáis, pero debemos recordar el proverbio chino “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Estudiar con ellos no significa hacerles los deberes. Ellos son los responsables de anotar qué deberes tienen que hacer para el día siguiente, qué temas entrarán en el examen, cómo van a distribuir su tiempo, … y deben aprender de sus errores, deben darse cuenta que no organizarse adecuadamente tiene sus consecuencias. Por favor, dejemos que sean ellos los que experimenten la sensación de fracaso cuando uno no hace bien las cosas, y por supuesto, no les robemos la maravillosa experiencia del ÉXITO cuando uno consigue las cosas por sí mismo. Padres hiperprotectores  pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Y lo que ya es el colmo de lo que considero una sociedad enferma: acompañamos a los niños para que jueguen en el parque. Por favor, dejemos que nuestros hijos jueguen solos, que aprendan lo difícil pero lo emocionante de las relaciones sociales. No les privemos la libertad de elegir cómo juegan y a qué juegan. No seamos hipercontroladores e hiperprotectores. Es necesario que la gallina se acueste encima de los huevos para que éstos eclosionen e incluso que se acueste encima de los pollitos  para darles calor cuando son pequeños, pero si continúa acostada encima de ellos cuando crecen, termina asfixiándolos. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado?

Las caries.

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Entendamos primero por qué se producen las caries:

Lo primero a destacar es que la caries es una enfermedad infecciosa y,  por tanto, se puede transmitir.

En la boca, como en otras partes del cuerpo (intestino, vagina,…), existen gran cantidad de bacterias que se encuentran en un “equilibrio perfecto”, formando la flora bucal.
El problema se inicia cuando por diferentes motivos, especialmente por exceso de azúcares o falta de higiene, ese equilibrio se rompe y empiezan a predominar las bacterias que producen la caries. La más importante de éstas es el estreptococo mutans. Esta bacteria al fermentar los azúcares de la dieta produce ácido, el cual, además de “cargarse” el esmalte, hace que las “bacterias buenas” no puedan vivir y comienzan a predominar los estreptococo mutans, perpetuándose el circulo vicioso.

Los niños en el útero están “estériles”, no tienen flora bucal, ni vaginal, ni intestinal,… En el mismo canal del parto ya se contaminan y comienza a aparecer estos gérmenes de la flora.
Hablando hoy de la flora bucal, cuanto más tiempo tarde en aparecer en la boca de un  niño el estreptococo mutans (especialmente si empieza a predominar), más tiempo tardarán las caries en aparecer.

Por tanto, ¿qué podemos hacer los adultos para evitar la transmisión de estas bacterias productoras de caries a los niños?

– Mantener una buena higiene dental.
No compartir con el niño  utensilios que chupemos (vasos, cubiertos o cepillos de dientes).
No limpiar el chupete en la nuestra boca para dárselo al niño.

De todas maneras, antes o después estás bacterias productoras de caries llegarán a la boca del niño.

Entonces, ¿qué podemos hacer ahora para evitar las caries en sus bocas?

Se lo debemos “poner difícil” a estas bacterias y para ello podemos hacer dos cosas:
1- “No alimentarlas a su gusto”: NO debemos dales azúcares que ellas lo transformarán en ácido, que nos  “corroerá” el esmalte. Por tanto, no se debe dormir al niño con un biberón de leche o de cualquier otro líquido azucarado, ni mojar nunca el chupete en azúcar, miel, leche condensada,…

2- Intentar eliminarlas: debemos cepillar los dientes para intentar eliminar la placa bacteriana, y los restos de comidas, especialmente los dulces.

¿Cuándo comenzar a cepillarles los dientes?

Por supuesto que lo ideal sería que fuese lo más precoz posible. Pero este es un ejemplo donde “lo bueno es enemigo de lo mejor” y muchas veces, intentar cepillarle los dientes a un niño muy pequeño, además de ser “misión imposible”, genera una reacción de rechazo muy prolongada. Pienso que para establecer un buen hábito de cepillado largo plazo lo mejor es comprarles un cepillo infantil (mejor de cerdas blandas) y dejar que poco a poco comiencen a imitarnos, para que le pierdan el miedo. Lo más recomendable en esta fase es NO utilizar pasta dental, ya que se la comerán y un exceso de flúor puede teñirles los dientes. Si la pasta de dientes es un “reclamo” para la higiene dental, utilizar siempre pastas infantiles (que contienen menos flúor) para evitar, nuevamente, que se tiñan los dientes.

Como la higiene dental en esa fase no será demasiado adecuada, debemos hacer especial hincapié a esta edad en NO EXCEDERSE CON ZUMOS, INFUSIONES AZUCARADAS, CHUCHES,…

Comparte esta información con otros padres si piensas que puede salvarle los dientes a algún niño.

Dolores de crecimiento.

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“Doctor, mi niño de 4 años lleva varias noches despertándose con dolor en las pantorrillas, aunque no es capaz de decirme bien dónde le duele. Lo que más me desconcierta es que luego se despierta tan normal, y se lleva todo el día jugando, como si no le doliera nada”.

Esta historia es una situación muy frecuente y que genera mucha angustia y desconcierto entre los padres ya que los niños se quejan de un dolor de intensidad moderada, sin causa aparente y que posteriormente desaparece sin dejar molestias. Los padres llegan, a veces, a dudar de la veracidad de la queja de sus hijos.

Aclararé ciertas dudas:

¿Qué son los dolores de crecimiento?

Los médicos utilizamos ese término para referirnos a un cuadro benigno de dolor fundamentalmente en las piernas, típico de la infancia, sobre todo nocturno, que llega a despertar al niño del sueño.

¿Por qué se producen?

Como se producen en niños, en edad de crecer, clásicamente se le ha llamado “dolor de crecimiento” pero no existe ningún estudio que haya llegado a demostrar que sea debido a éste ya que no se localiza en las zonas de crecimiento del hueso ni coincide con los periodos de crecimiento más rápidos.
Estos dolores parecen ser más frecuentes en los días que el niño ha tenido una actividad muy intensa, es decir, que no ha parado de correr o saltar.

¿A quién afecta?

Afecta de igual modo a niños y niñas y, aunque pueden aparecer desde los 2 a los 12 años, lo más frecuente es entre los 4 y los 7 años. Alrededor del 20% de los niños de esta edad sufrirán este tipo de dolores.

¿Qué características tiene el dolor?

Generalmente se producen al final de la tarde o durante el sueño nocturno (aunque en ocasiones también se pueden producir durante la siesta).
Es de inicio brusco, y de intensidad moderada. Llega a despertar al niño del sueño.
Suelen durar de 15 a 30 minutos, aunque en ocasiones puede llegar a durar 2 horas.
A la mañana siguiente el niño se despierta sin ningún síntoma y realiza su actividad diaria con normalidad.
Normalmente no localizan una zona concreta de dolor, se quejan de las espinillas, de la parte delantera de los muslos o detrás de las rodillas. Suele afectar a ambas piernas y no duelen las articulaciones.
Estos episodios pueden repetirse de forma intermitente durante meses.

¿Hay que hacer alguna prueba para diagnosticarlo?

Normalmente NO. Suele ser suficiente con una buena historia clínica, buscando las características descritas anteriormente y una exploración física, que será normal.
En casos dudosos  puede ser útil hacer análisis de sangre o una radiografía para descartar otras causas.

¿Cómo se tratan?

La mayoría de las veces que recurrimos a “los masajitos” es más por dar cariño que por otra cosa. Pero en este tipo de dolores sí que suele ser muy eficaz hacer un masaje suave en la zona del dolor o incluso aplicar calor.

Si con estas medidas no cede, puede ser necesario administrar algún analgésico (paracetamol o ibuprofeno).

¿Cuándo debo consultar al pediatra?

Será necesario consultar al pediatra en caso de duda, es decir, cuando no se cumpla el patrón típico:
– el dolor continúa por la mañana.
el dolor se localiza en las articulaciones o en una sola pierna.
– el dolor es muy persistente o cada vez más frecuente.
– aparecen otros síntomas acompañantes como cojera, fiebre, manchas en la piel, cansancio excesivo, hinchazón o enrojecimiento de la zona.

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Enseñarles a dormir solos.

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Quizás, una de  las mayores preocupaciones que atormentan a los padres en la crianza de los niños, como ya vimos en otro post, es el sueño: “¡¡mi niño no duerme nada!!”.

Este es un tema que voy a abordar por partes, puesto que no todos los problemas del sueño son iguales.

Expondré las situaciones más frecuentes:

Situación 1: Entendamos LAS FASES del sueño.

«Mi bebé de 7 meses, que hasta ahora dormía estupendamente, ¡¡¡ ha comenzado a despertarse varias veces, es un reloj, se despierta todos los días las mismas veces y a las mismas horas!!!»

En este caso debo decir que tras hacer varias preguntas siempre descubro que realmente el bebé no llega a despertarse sino que comienza a emitir ruidos, sollozos, como de queja, y son los padres, especialmente la madre, quien se despiertan y acuden a ver qué pasa.

Para comprender esta situación debemos saber que el sueño está muy bien estructurado en fases: fase REM y fase NO REM. Cada una de estas fases está subdividida en cuatro subfases (I, II, III y IV). Estas fases en los niños tiene una duración más corta que en los adultos, unos 40-50 min. Pues bien, cada vez que se pasa de una fase a otra existen microdespertares, que en los adultos pasan desapercibidos porque logramos rápidamente enlazar una fase con la siguiente. La fase final de cada subfase es una fase de “mayor actividad”, por eso los bebés comienzan a removerse e incluso emiten ruidos, gemidos, sollozos, pero SIN LLEGAR A DESPERTARSE. Esta es la razón de porqué son tan periódicos, cada 45-50 minutos («¡¡vaya noche que he pasado!!, ¡¡he visto todas las horas del reloj: las tres, las cuatro, las cinco, las seis, … a las 7 ya me levante porque ahí sí ya que comenzó a llorar!!»).

Problema: En estos casos es la madre  la que duerme mal (no el bebé, que NO LLEGA NI A DESPERTARSE) ya que cada vez que el niño emite un sonido acude a la cuna para ver qué pasa.

Solución: en estos casos no debemos acudir ante el mínimo ruido, puesto que en pocos segundos o minutos se les pasará. Además, el cogerles para intentar calmarles, sí que puede llegar a despertarles y entonces si puede costar más trabajo volver a dormirles. Si los padres se desvelan ante el mínimo ruidos del bebé, y especialmente si no toma lactancia materna, sería incluso motivo suficiente para sacarlo del cuarto. De lo contrario, pasaremos una “noche en vela” y al día siguiente tendremos un “humor de perros”, no tendremos la energía suficiente para seguirles la marcha a ellos, que SÍ HAN DESCANSADO.

Situación 2: Entendamos LOS RITUALES del sueño.

«Mi niña de 20 meses no quiere irse a dormir nunca. Así que yo la duermo en brazos, y después de estar 40 minutos acunándola, cuando ya parece que “ha caído”, al soltarla en la cama… ¡ZAS!, se despierta y vuelta a empezar.»

En este caso debemos entender que todas las personas hacemos rituales para el sueño. Unos más llamativos que otros: hay quien necesita beberse un vaso de agua antes dormir, quien no conciliará el sueño si alguna puerta del armario está abierta, quien necesita el ronroneo de la radio para quedarse dormido,…
Pues ni más ni menos, los niños también tiene rituales para dormirse y el problema está en cuando nos incluyen a nosotros dentro del mismo, es decir, cuando tenemos que estar presentes para que se queden dormidos.
Muchas veces, precisamente por lo que hemos hablado en el caso anterior, cada vez que emiten un ruidito les cogemos. Al final les despertamos y los niños aprenden a dormirse siempre en nuestros brazos. En estos casos, en que nos han incluido dentro de su ritual de sueño, no se querrán ir a dormir solos (necesitan nuestros brazos) y cada vez que se despierten durante la madrugada necesitarán nuevamente nuestros brazos para quedarse dormidos.

“Entonces, ¿me está diciendo, doctor, que esto ya no tiene solución?, ¿no podemos hacer nada?”

Problema: El niño nos incluye dentro de su ritual de sueño y es necesaria nuestra presencia, e incluso nuestros brazos para que se vuelvan a quedar dormidos.

Solución: Debemos modificar su ritual de sueño, de tal manera, que incluyendo otros objetos en el ritual, el niño termine “cambiándonos” por ellos. Lo que sí es variable es el tiempo que el niño tarda en cambiar su ritual.

¿Cómo hacerlo? No debemos hacerlo de una manera brusca, a base de llantos, para eso ya está el método Estivill. Pienso que la indefensión aprendida es un método de tortura o sometimiento, y claro que funciona, faltaría más. Si nosotros cada vez que tocásemos el pomo de una puerta recibiésemos una descarga eléctrica terminaríamos por no tocarlo, aun cuando ya hubiesen desconectado la corriente eléctrica.
Por tanto, creo que modificar el ritual del sueño, se debe hacer de manera progresiva. Debemos comenzar acunándolo, como siempre. Cuando comience a estar “entre Pinto y Valdemoro”, soltarlo en su cuna, con una gasita, un chupete, un osito (estos serán sus nuevos amuletos) y nosotros NO nos apartaremos de allí, nos quedaremos allí acompañándolo, que vea que no lo dejamos solo. Probablemente las primeras veces (en unos niños serán 5 y en otros 50) proteste en cuanto lo soltemos, pero algún día sí que estará lo suficientemente cansado como para no protestar. Le habremos demostrado que puede dormirse solo, o aferrándose a otros objetos que fácilmente le pueden acompañar durante toda la noche como su gasita, su chupe o su osito.

Vaya por delante que hemos intentado comprender problemas del sueño cuando aparentemente al niño no le pasa nada. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que cuando el niño tiene motivos para no dormir (fiebre, hambre, caca, …) no estemos pendientes de ellos.

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La guardería.

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Este es un tema muy controvertido, y no pretendo ser “pastor espiritual” de ninguna familia.

Este post es una opinión personal, justificada simplemente por mi experiencia y algunos datos médico-científicos. Es lo que le cuento a las familias que asisten a mi consulta cuando me preguntan sobre este tema.

Vaya por delante que la mayoría de las guarderías, al menos las que yo conozco, y eso supongo que es extensible al resto de las guarderías de España y del mundo, son sitios estupendos. Cuentan con profesionales con mucho amor y dedicación a su trabajo y capacitados laboralmente para el cuidado de los niños.

Dicho esto, a la pregunta estrella de estos días en las consulta: “doctor, ¿que le parece a usted que metamos a Laurita en la guarde? Es que como ya tiene un añito, y es tan inquieta, pensamos que se aburre en casa y está deseando jugar con otros niños”.

Por supuesto, el modelo social que estamos construyendo, es especialmente duro e injusto con las mujeres. La mayoría, no sólo NO pueden disfrutar de su maternidad como les gustaría (por ejemplo para prolongar la lactancia materna), sino que se sienten amenazadas en sus trabajos si agotan su derecho de baja maternal, y no digamos, si intentan prolongarlo. En un mercado laboral tan competitivo, una madre que no tenga su plaza laboral definitiva, se ve durante las bajas maternales en la “cuerda floja” desde el punto de vista laboral. Esto está haciendo retrasar la edad de la  maternidad y,  ni que decir tiene, que plantearse una segunda o una tercera maternidad muchas veces se convierte en ciencia ficción. No quiero desviarme, ya hablé del precio de la maternidad (lo puedes leer pinchando aquí). Pero sí es importante, al menos, tenerlos en cuenta puesto que influyen mucho en el tema de hoy: llevar o no al niño a la guarde.

Y sí, así sí lo entiendo. De hecho, para eso surgieron las guarderías, para cuidar de los niños cuando familiarmente no es posible. Surgieron básicamente a raíz de la incorporación de la mujer al mundo laboral. Pero no nos engañemos, un niño de un año (ni que decir tiene cuando entran con 4-5 meses) en la guarde no juega con sus iguales, va “a su aire”, juega y se entretiene solo. La socialización de los niños aparece a partir de los 2-3 años, por lo tanto “no están deseando jugar con otros niños”. Que yo sepa no hay ningún estudio científico que haya demostrado que los niños que asistieron precozmente a la guardería tiene mayores capacidades sociales que los que no lo hicieron. Hasta esa edad es muy importante el vínculo familiar que el niño está estableciendo, necesita la protección de los padres. Los niños necesitan sus rutinas, y quienes mejores cuidadores que sus padres.

Repito, nuevamente: las guarderías son sitios estupendos donde podemos dejar con tranquilidad a los niños cuando no disponemos de tiempo para cuidarlos. Pero también debemos saber que eso tiene sus consecuencias, es decir, si juntamos en una misma clase de la guarde 10-12 niños, de los cuales siempre hay alguno que está malito (agobiados otra vez por el maldito trabajo, si el niño amanece con fiebre, le damos una dosis de paracetamol, cruzamos los dedos y, si hay suerte no nos llamarán al trabajo) el resultado es que los niños que asisten a guardería se ponen aproximadamente el doble de veces malo (otitis, bronquitis, gastroenteritis, conjuntivitis, …itis, …itis, …itis) que los que no lo hacen.«¡¡Pero si no sé para qué pago la guarde, si al final no va, siempre está malito!!”, me dicen muchas madres agobiadas.

Otro mito: “Bueno, al menos así, cuando vaya al cole de los mayores no se pondrá malito”, intentan consolarse. Que yo sepa, la mayoría de los procesos que padecen los niños no dejan inmunidad permanente, es decir, el haber pasado una otitis no significa que ya quede el niño protegido para siempre para las otitis. Por tanto, es preferible que si el niño va a pasar una otitis lo haga con 5 años, no con 5 meses.

Por tanto, y en resumen, mi opinión de las guarderías es: Si es necesario que el niño vaya a la guarde porque la logística familiar así lo obliga, pues ánimo, sin sentimiento de culpabilidad (ya hable de esto también en este post). Pero si tenéis la opción de cuidar al niño en casa NO dudarlo, disfrutar de ellos, son años que pasan y no vuelven.

Comparte este post si piensas que puede ayudar a otros padres a tomar esta difícil y delicada decisión.

Traumatismo cráneo-encefálico.

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¡¡Por favor, doctor, atienda rápidamente a mi hijo que se ha dado un golpe en la cabeza y ha vomitado!! Esto es casi el pan nuestro de cada día de cualquier pediatra que asista urgencias.

Un traumatismo craneal es un problema que genera mucha angustia en los padres, sobre todo si posteriormente asocia algún síntoma como vómitos o somnolencia.

Realmente a los médicos no nos preocupa el traumatismo del cráneo sino que éste asocie una lesión  cerebral intracraneal, fundamentalmente por sangrado (hematoma epidural o subdural).

El término médico de un golpe fuerte en la cabeza es traumatismo cráneo-encefálico, aunque la mayoría de los padres que consultan en urgencias lo hacen por traumatismos craneales menores, donde sólo observamos pequeñas heridas, dolor en la zona del golpe y un pequeño cefalohematoma (chichón).

Aclararé ciertos aspecto del traumatismo cráneo-encefálico:

¿Qué debo hacer tras un traumatismo craneal?

– Poner hielo envuelto en un paño en la zona del golpe.
– Mantener al niño en un ambiente tranquilo y poco ruidoso.
– Administrar un analgésico (paracetamol o ibuprofeno).
Elevar el cabecero de la cama.

Por tanto la mayoría de los niños que sufren un traumatismo craneal pueden ser controlados en casa.

Entonces, ¿Cuándo debo acudir a un centro sanitario?

Será importante acudir para la valoración del pediatra, que valorará la necesidad de la realización de una radiografía de cráneo, si:
– el niño es menor de un año.
pierde el conocimiento tres el golpe.
–  cae desde más de un metro de altura.
–  no recuerda (amnesia) el golpe o lo que sucedió después.
– tiene un hematoma muy grande o un hundimiento en la zona del golpe.
– le sale sangre o un líquido claro por la nariz o el oído.

¿Qué valoramos los médicos en un traumatismo cráneo-encefálico?



El mecanismo y la intensidad del golpe: obviamente no es lo mismo golpearse en la cabeza tras caerse de su propia altura (los médicos lo llamamos traumatismo de baja energía) que tras un accidente de trafico (traumatismo de alta energía). Para los bebés consideramos que un traumatismo craneal es importante si se cae de más de un metro de altura. A mayor energía mayor gravedad.
– La edad del niño: cuanto más pequeño es un niño más blando es su cráneo y, por tanto, tiene más riesgo de fractura craneal con hematoma asociado. La edad que consideramos como de mayor riesgo es los menores de un año. A menor edad mayor riesgo.
– La zona de la cabeza que sufrió el traumatismo: afortunadamente la mayoría de los traumatismos se producen sobre las zonas más duras del cráneo, la frontal y la occipital. La zona menos resistente del cráneo es la zona parietal (un poco por encima de las orejas)y es por tanto donde se producen la mayoría de las fracturas.
Los síntomas inmediatos tras el golpe: la mayoría de los niños, tras el golpe, lo primero que hacen es llorar. En ocasiones, tras el gran sofocón, se relajan y se quedan dormidos. Además, cuando lloran, tragan gran cantidad de aire y suelen acabar vomitando. El síntoma inmediato que más se asocia con lesión intracraneal es la pérdida de conocimiento en el momento del traumatismo.

¿Qué debo vigilar en casa?, ¿cuáles son los datos de alarma?



En las siguientes 24 horas se debe vigilar si aparecen los siguientes signos de alarma:
Vómitos persistentes, aunque ya hemos dicho que uno o dos vómitos tras el traumatismo son bastante frecuentes.
Dolor de cabeza (cefalea) importante, aunque es bastante frecuente que se queje de la zona del golpe.
Somnolencia importante, con dificultad para despertarlo, aunque ya hemos dicho que es bastante frecuente que tienda a dormirse tras el sofocón inicial.
Irritabilidad o llanto persistente.
Convulsiones o movimientos anormales.

Confusión o desorientación.
Alteraciones del habla o del equilibrio.

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LAS RABIETAS

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Si hay un tema en el cuidado de los niños capaz de desquiciar a los padres y donde la teoría está muy lejos de la realidad ese es “LAS RABIETAS”.

“No hacer ni caso al niño en ese momento…”, “lo importante es que el niño no se salga con la suya…” son los consejos más frecuentes que recibimos de amigos, pero todos los padres saben que eso es muy fácil de decir, pero no es fácil de hacer.

Debemos saber que las rabietas son una fase normal del desarrollo de la personalidad de los niños, especialmente frecuentes en tormo a los 3 años. Esta en una etapa típica de impulsividad y desobediencia. Empiezan a sentirse independientes y somos los adultos quienes debemos poner las normas y los límites.

Existen varios factores que influyen en la aparición de las rabietas como son la impulsividad, el todavía escaso desarrollo del lenguaje a esas edad (no tienen capacidad de convencernos y buscan otras formas más primitivas de negociación, …).

A mi modo de ver no todas las rabietas son iguales y creo que lo más importante es intentar detectar qué es lo que hay detrás de cada rabieta, ya que la mayoría son llamadas de atención.

“Mamá o me compras la muñeca de Elsa o pinto con el rotulador en la pared”, nos dice con rotulador en mano y mirada desafiante. En este caso están intentando negociar y ellos mismo nos proponen el modelo: cada acción tiene una consecuencia. Lo que debemos hacer es MANTENER LA CALMA, no entrar al trapo (precisamente esto es lo que está buscando). Si nosotros les hablamos tono muy tranquilo, les dejaremos fuera de juego. Les llamará mucho la atención que no nos alteremos. Como si nada pasase, le explicamos que pintando la pared no sólo no va conseguir la muñeca de Elsa sino que además los papás se pondrán muy tristes y no la llevará a jugar al parque. Es importante ofrecerle una alternativa, es decir, le podremos decir “mamá sabe que te gusta mucho la muñeca de Elsa y está dispuesta a comprártela, pero no se pueden comprar juguetes todos los días, así que, si continúas portándote bien, en tu cumpleaños, que es pronto, te la regalaré”. Los adultos debemos ser ejemplo para ellos, debemos mostrarles que no se negocia gritando ni amenazando. Así no se consiguen las cosas.

“¿¡¡¡¡Por qué me has guardado mis playmobil!!!?”, grita como un poseso mientras tira los otros juguetes que tiene en la mano. En este caso no ha avisado, no está negociando, directamente “la monta”. Está como poseído. En este caso no bebemos intentar negociar, en este momento él está fuera de sí y no entenderá nada. No tenemos que ofrecerle alternativas, sólo debemos explicarle, MANTENIENDO LA CALMA (contaremos hasta 10 o hasta 100 si hace falta), por qué lo hicimos. “Pensé que habías terminado de jugar con ellos. Deberías agradecer que mamá lo recogió para que no se perdieran”. Si sigue desquiciado lo mejor es retirarnos durante 5-10 minutos. O llevarlo a su cuarto tranquilamente, sin arrastrarlo, durante 5-10 minutos. No conviene empecinarnos en razonar mientras siga histérico. En esos momentos cuanto menos hablemos mejor, simplemente conviene que mantengamos la calma, para que entienda que mientras mantenga esa actitud no conseguirá nada. Serán ellos, finalmente, quienes vengan a buscarnos. En ese momento, con tranquilidad, le volveremos a explicar por qué lo recogimos y que con esa actitud no conseguirá nada.

¿No es más rápido y más eficaz un buen cachete?

Rápido puede que sí, pero desde luego eficaz NO.
Pegando a nuestro hijo habremos perdido toda credibilidad. Hemos dicho que los adultos debemos ser ejemplo de nuestros hijos y desde luego la violencia no puede ser ejemplo de nada.
De ese modo arreglamos el problema del momento pero estamos generando uno mayor.

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El amigo imaginario.

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“Papá, Marcos dice que quiere venir con nosotros a la casa del pueblo, para conocer al abuelo”. La primera vez que los padres escuchan a su hijo decir esto comienzan a mirar para todos lados a ver si ven a Marcos, y casi que preferirían verlo, porque se les queda una cara de susto… y piensan: “¿este niño ve visiones?, ¿estará perdiendo la cabeza?,…”

Muchos padres viven con gran angustia cuando ven que su hijo comienza a relacionarse con un amigo imaginario y piden ayuda en el pediatra o en psicólogo, pensando que su hijo tiene alguna alteración psicológica.

Fantasear es una actividad que mantenemos de por vida. Los adultos también, por momentos, vivimos en un mundo imaginario en muchas situaciones, por ejemplo cuando compramos un cupón (“si me toca haré un viaje a las Maldivas”, y nos imaginamos allí mismo, disfrutando del paraíso…)

Aclararé ciertas dudas:

¿Todos los niños tienen amigos imaginarios?

No todos los niños tienen  amigos imaginarios, pero sí es muy frecuente, aproximadamente el 50-60% de los niños tendrán, a lo largo de su infancia, algún amigo imaginario.

¿A qué edad suele comenzar?

La edad más frecuente a la que suelen aparecer es entre los 3-6 años.
A partir de los 2 años los niños comienzan a desarrollar el juego simbólico (juegan a las cocinitas con comida imaginaria, hablan por teléfono con un juguete, …).
Por extensión de esta fase del juego simbólico, en su imaginación, pueden llegar a crear un amigo imaginario, o dotar de “vida” alguno de sus peluches.

¿Significa que el niño tiene un problema psicológico o de relación?



Hace años se pensaba que tener amigos imaginarios era más frecuente en los hijos únicos, en niños que pasaban mucho tiempo solos o en niños que se movían en un ambiente fundamentalmente con adultos, pero los estudios actuales no han podido demostrar ninguna de estas relaciones.
En contra de esto, lo que sí se piensa, es que los niños que tienen un amigo imaginario es porque tienen muy desarrollada el área de la imaginación e incluso en el futuro pueden llegar a ser grandes artistas.

¿Qué debo hacer como padre?

En primer lugar, si el niño está en la edad típica, comprender que es una fase normal y no preocuparse.
Es más, los amigos imaginarios, pueden tener una parte positiva ya que en realidad son el reflejo del propio niño. Por tanto, debemos aprovechar para:

    – Conocer sus miedos: “mamá, a Marcos le da miedo dormir con la luz apagada”, suele significar que a él le da miedo dormir con la luz apagada.
    – Conocer sus deseos: “mamá, Marcos dice que quiere ir a la playa”, suele significar que a él quiere ir a playa.
    – Educar, aprovechando de manera indirecta la figura del amigo imaginario: podemos decir “dile a Marcos que a mamá no le gusta que los niños digan palabrotas”.
    – Corregir algunos “hábitos de higiene”: podemos decir “vamos a explicarle a Marcos cómo se lavan los dientes”.

¿Confundirá el niño el mundo real con la fantasía?

No, pero no debemos estimular en exceso, no debemos dar demasiado protagonismo ni importancia al amigo imaginario.
Siempre debemos estimular que el niño juegue con otros niños reales.
Pero también es importante no reprimirlo continuamente, porque eso es como negar sus sentimientos.

¿Cuándo debo preocuparme?

Sólo debe preocuparse si a raíz de la aparición del amigo imaginario el niño rechaza relacionarse con otros amigos reales o el comportamiento del niño sufre una desviación por ejemplo hacia un comportamiento muy agresivo.

¿Cuándo desaparecerá?

No hay que obligar al niño a no jugar con su amigo imaginaria, tal como vino se irá.

Normalmente en torno a los 7-8 años, conforme va desarrollando el lenguaje y sobre todo la lógica y la inteligencia, su amigo imaginario desaparecerá de su mente.

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