¡Benita sencillez, bendita normalidad y bendita rutina!

Mi vida es tan normal como la de cualquier otro padre. Mis problemas cotidianos son como los vuestros: actividades extraescolares, conciliación laboral cero patatero, hipoteca, discusiones de pareja, …

Precisamente esa “normalidad” hace que mi vida, como la vuestra, sea extraordinaria.

Hay circunstancias en mi vida que me hacen valorar mucho esa sencillez, esa normalidad, esa rutina.

¡Nos empeñamos en ofrecerles a nuestros hijos situaciones extraordinarias (cumpleaños extraordinarios, viajes extraordinarios,…) pero lo que más recordarán cuando sean mayores serán los momentos cotidianos, la sencillez del día a día!

Acompañarles al colegio o recogerles a la salida, un cuento antes de dormir, tirarte al suelo cuando llegas a casa para jugar con ellos,… son situaciones que nos agotan y de las que nos quejamos pero son las que ellos más recordarán de mayores.

También nosotros recordaremos y echaremos de menos esos momentos cotidianos. Pero en el día a día, con el estrés de vida que llevamos, estos momentos cotidianos pareciera que nos están robando parte de nuestras vidas, nos desquician, provocan incluso discusiones de pareja.

En este punto sí que me siento afortunado. Reconozco que las situaciones que vivo en mi trabajo con mucha frecuencia no son muy agradables que digamos. Reconozco, también, que muchas veces en esas situaciones me gustaría esconder la cabeza como un avestruz y decir “tierra trágame” pero tengo que afrontarlas.

“¡Qué carajo!, ¿¡a quién le gusta dar malas noticias!?”

En lo que va de semana podría contar ya varios casos que marcarían a cualquiera de por vida: maltrato físico infantil, abusos sexuales, dos estrellas más que nos iluminan desde el cielo, infartos en los familiares de esos niños tras recibir estas noticias, diagnóstico de enfermedades de muy mal pronóstico,… 

Estas situaciones, más allá de lo difícil y dramático del momento, te dejan siempre una gran enseñanza, nunca te dejan indiferente.  

Estas vivencias tan intensas te hacen relativizar mucho los problemas del día a día. Muchas de las situaciones que podrían provocar una discusión familiar te parecen pecata minuta. Ves cuáles son las cosas importantes de la vida.

Estas experiencias te hacen tener los pies en el suelo y valorar los pequeños detalles de la vida cotidiana: una tarde en el parque, una guerra de almohadas, un beso de buenas noches…

A estas “pequeñas” cosas sólo le das el verdadero valor cuando ves que de un  momento a otro las puedes perder.

Pocas cosas merecen “verdaderamente” la pena: tu familia, tu pareja, tus hijos y tus verdaderos amigos. Pocas cosas más, Insisto, pocas cosas más.

 

Estas situaciones hacen tambalear todos los cimientos de tus sentimientos y te dicen:

“¡Espabila y vive este día como si fuera el último!”.

No te acuestes ni un día más sin haber demostrado a todas las personas que de verdad te importan cuanto les quieres.