Enseñarles a dormir solos.

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Quizás, una de  las mayores preocupaciones que atormentan a los padres en la crianza de los niños, como ya vimos en otro post, es el sueño: “¡¡mi niño no duerme nada!!”.

Este es un tema que voy a abordar por partes, puesto que no todos los problemas del sueño son iguales.

Expondré las situaciones más frecuentes:

Situación 1: Entendamos LAS FASES del sueño.

«Mi bebé de 7 meses, que hasta ahora dormía estupendamente, ¡¡¡ ha comenzado a despertarse varias veces, es un reloj, se despierta todos los días las mismas veces y a las mismas horas!!!»

En este caso debo decir que tras hacer varias preguntas siempre descubro que realmente el bebé no llega a despertarse sino que comienza a emitir ruidos, sollozos, como de queja, y son los padres, especialmente la madre, quien se despiertan y acuden a ver qué pasa.

Para comprender esta situación debemos saber que el sueño está muy bien estructurado en fases: fase REM y fase NO REM. Cada una de estas fases está subdividida en cuatro subfases (I, II, III y IV). Estas fases en los niños tiene una duración más corta que en los adultos, unos 40-50 min. Pues bien, cada vez que se pasa de una fase a otra existen microdespertares, que en los adultos pasan desapercibidos porque logramos rápidamente enlazar una fase con la siguiente. La fase final de cada subfase es una fase de “mayor actividad”, por eso los bebés comienzan a removerse e incluso emiten ruidos, gemidos, sollozos, pero SIN LLEGAR A DESPERTARSE. Esta es la razón de porqué son tan periódicos, cada 45-50 minutos («¡¡vaya noche que he pasado!!, ¡¡he visto todas las horas del reloj: las tres, las cuatro, las cinco, las seis, … a las 7 ya me levante porque ahí sí ya que comenzó a llorar!!»).

Problema: En estos casos es la madre  la que duerme mal (no el bebé, que NO LLEGA NI A DESPERTARSE) ya que cada vez que el niño emite un sonido acude a la cuna para ver qué pasa.

Solución: en estos casos no debemos acudir ante el mínimo ruido, puesto que en pocos segundos o minutos se les pasará. Además, el cogerles para intentar calmarles, sí que puede llegar a despertarles y entonces si puede costar más trabajo volver a dormirles. Si los padres se desvelan ante el mínimo ruidos del bebé, y especialmente si no toma lactancia materna, sería incluso motivo suficiente para sacarlo del cuarto. De lo contrario, pasaremos una “noche en vela” y al día siguiente tendremos un “humor de perros”, no tendremos la energía suficiente para seguirles la marcha a ellos, que SÍ HAN DESCANSADO.

Situación 2: Entendamos LOS RITUALES del sueño.

«Mi niña de 20 meses no quiere irse a dormir nunca. Así que yo la duermo en brazos, y después de estar 40 minutos acunándola, cuando ya parece que “ha caído”, al soltarla en la cama… ¡ZAS!, se despierta y vuelta a empezar.»

En este caso debemos entender que todas las personas hacemos rituales para el sueño. Unos más llamativos que otros: hay quien necesita beberse un vaso de agua antes dormir, quien no conciliará el sueño si alguna puerta del armario está abierta, quien necesita el ronroneo de la radio para quedarse dormido,…
Pues ni más ni menos, los niños también tiene rituales para dormirse y el problema está en cuando nos incluyen a nosotros dentro del mismo, es decir, cuando tenemos que estar presentes para que se queden dormidos.
Muchas veces, precisamente por lo que hemos hablado en el caso anterior, cada vez que emiten un ruidito les cogemos. Al final les despertamos y los niños aprenden a dormirse siempre en nuestros brazos. En estos casos, en que nos han incluido dentro de su ritual de sueño, no se querrán ir a dormir solos (necesitan nuestros brazos) y cada vez que se despierten durante la madrugada necesitarán nuevamente nuestros brazos para quedarse dormidos.

“Entonces, ¿me está diciendo, doctor, que esto ya no tiene solución?, ¿no podemos hacer nada?”

Problema: El niño nos incluye dentro de su ritual de sueño y es necesaria nuestra presencia, e incluso nuestros brazos para que se vuelvan a quedar dormidos.

Solución: Debemos modificar su ritual de sueño, de tal manera, que incluyendo otros objetos en el ritual, el niño termine “cambiándonos” por ellos. Lo que sí es variable es el tiempo que el niño tarda en cambiar su ritual.

¿Cómo hacerlo? No debemos hacerlo de una manera brusca, a base de llantos, para eso ya está el método Estivill. Pienso que la indefensión aprendida es un método de tortura o sometimiento, y claro que funciona, faltaría más. Si nosotros cada vez que tocásemos el pomo de una puerta recibiésemos una descarga eléctrica terminaríamos por no tocarlo, aun cuando ya hubiesen desconectado la corriente eléctrica.
Por tanto, creo que modificar el ritual del sueño, se debe hacer de manera progresiva. Debemos comenzar acunándolo, como siempre. Cuando comience a estar “entre Pinto y Valdemoro”, soltarlo en su cuna, con una gasita, un chupete, un osito (estos serán sus nuevos amuletos) y nosotros NO nos apartaremos de allí, nos quedaremos allí acompañándolo, que vea que no lo dejamos solo. Probablemente las primeras veces (en unos niños serán 5 y en otros 50) proteste en cuanto lo soltemos, pero algún día sí que estará lo suficientemente cansado como para no protestar. Le habremos demostrado que puede dormirse solo, o aferrándose a otros objetos que fácilmente le pueden acompañar durante toda la noche como su gasita, su chupe o su osito.

Vaya por delante que hemos intentado comprender problemas del sueño cuando aparentemente al niño no le pasa nada. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que cuando el niño tiene motivos para no dormir (fiebre, hambre, caca, …) no estemos pendientes de ellos.

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Doctor, ¿¡¡ no le va a poner nada para dormir !!?

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Doctor, ¿¡¡no le va a mandar nada para dormir!!?

No sé cuantas veces al día tengo que dar respuesta a esta pregunta.
Dejemos algunas cosas claras. Lo primero es reconocer que compatibilizar la maternidad o la paternidad con la vida laboral es francamente difícil. La conciliación familiar es “ciencia ficción” y esta hace que el grado de tolerancia a las “malas noches” sea cada vez menor. Por este motivo es frecuente que los padres se desesperen y busquen soluciones farmacológicas inmediatas. Sin embargo debemos saber que el sueño es una conducta y como tal se puede aprender y/o modificar. Los adultos tenemos la obligación de enseñar a dormir a nuestros niños de igual manera que les enseñamos a comer. Por tanto, es importante desde el principio establecer una buena higiene del sueño y establecer una serie de rutinas adecuadas.

Pero, ¿cuántas horas debe dormir mi hijo?

Lo primero es aceptar que cada persona es individual e irrepetible y por lo tanto con unas necesidades diferentes en todo, también en las horas de sueño. En general debemos aceptar que el tiempo óptimo de sueño en cada persona es aquel que llegue a ser reparador, es decir, que permita un adecuado descanso.
Como norma general las horas de sueño van disminuyendo con la edad. Así los recién nacidos suelen dormir 16-18 horas al día (prácticamente el tiempo que no están comiendo, están durmiendo). A los 2 años los niños suelen dormir alrededor de 13 horas. Los niños de entre 3-5 años duermen un promedio de 10-12 horas. Entre los 6-10 años los niños duermen alrededor de 10 horas y los adolescentes suelen dormir 8-9 horas.
Además este número orientativo de horas de sueño se pueden ver modificadas por diferentes circunstancias como el estado de ánimo, las enfermedades, …

Y, ¿cuántas veces se puede despertar mi hijo?

Es frecuente que los niños tengan despertares nocturnos, especialmente lo más pequeños.  Entre el 20-40% de los niños menores de 3 años se despiertan por la noche, porcentaje que va disminuyendo con la edad (15% a los 3 años y 2% a los 5 años).

Entonces, ¿cuándo debo pensar que mi hijo tiene un problema con el sueño?

Cuando los problemas del sueño repercutan en su “vida normal”, es decir, notemos al niño irritable, cansado, con alteraciones del humor, somnoliento, ansioso o con dificultas para concentrarse en niños más grandes.
También consideraremos que existe un trastorno del sueño cuando estas dificultades del sueño dificultan la relación del niño con sus iguales o la relación padres-hijo se ve alterada.

Debo repetir nuevamente que la mayoría de los trastornos del sueño son debidos a malos hábitos de sueño, que son modificables simplemente reeducando los hábitos.

En cualquier caso si tenemos dudas, debemos consultar con nuestro pediatra que si lo considera nos parará un test considerando número de despertares, ronquidos, somnolencia diurna, …

Mención aparte merecen otros trastornos también normales como son el sonambulismo, los terrores nocturnos, …

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