Cada beso que no se da, se ha perdido para siempre.

 

mama besa a bebe

Cada día que pasa, no vuelve.

Cada beso que no se da, se ha perdido para siempre.

Cada hora que pasa, no vuelve.

Cada abrazo reprimido, se esfuma para siempre.

Cada minuto que pasa, no vuelve.

Cada te quiero no pronunciado, no será escuchado por siempre.

 

Disfrutad al máximo cada día, cada momento. Disfrutad en el trabajo, con los compañeros, con los amigos y, sobre todo, con la familia.

No esperad a las vacaciones para disfrutar.

Haced de lo ordinario algo extraordinario.

 

Hay momentos en los cuales a uno se le hace muy evidente el inexorable paso del tiempo.

Este año, mientras pasaba unos días en la playa, tuve que ir a una farmacia a por un bote de apiretal porque mi bebé estaba muy incómoda con los dientes. Sí, ya con los dientes. En esa misma farmacia compraba el año pasado un test de gestación con el que  supe que iba a ser, de nuevo, padre. Y un año después, ya estábamos con los dientes.

En ese momento me di cuenta de que había cosas que ya no iban a volver: al año que viene “la del apiretal” estará destrozando los castillos que los hermanos hagan, ya no comerá teta, querrá comer sandía como sus hermanos,…

En ocasiones nos entran prisas porque nuestros hijos crezcan y se hagan mayores, pero cuando van creciendo sentimos nostalgia de cuando eran pequeños.

Con este mi tercer hijo, mi mujer me repite continuamente que esta vez le está costando mucho más trabajo la lactancia. Y lo entiendo. Ya hablé en otro post del precio de la maternidad.  Imaginad  su situación: Dos terremotos incansables de 7 y 5 años (con sus juegos, sus peleas,…) y una bebé de 5 meses a una teta pegada. Pero también en es cierto que me repite continuamente  que le dará mucha pena esta vez cuando tenga que dejar la lactancia porque ahora sí, con mucha seguridad, la lactancia se habrá acabado para siempre.

Rescatar la ropa de los hermanos para la pequeña hace que revivas momentos ya pasados. Los puedes recordar con tanta intensidad que eres capaz de oler aquel momento. Y eso es muy placentero.

Pero cuando vuelves a guardar esa ropa te invade la tristeza. Sabes que ya no volverás a tener que utilizarla, estás sepultando esa etapa, PARA SIEMPRE.

Ya no habrá más ropita de primera postura, ya no habrá más bodies de la talla cero, ya no habrá más patucos, ya está guardado para siempre el capazo, ya no habrá que dar más veces la teta a media noche,… y así continuamente. Ya no se soplarán más velitas del uno, ya los DVD de Mickey Mouse serán guardados para siempre, no sonará más veces el Cantajuegos, no habrá más “su primer día de cole”,…

En ocasiones me gustaría volver a achuchar al de 7 años como lo hago ahora con la de 5 meses. Me gustaría que la de 5 años me mirase como me mira la de 5 meses, que se le ilumina la cara cada vez que me ve. Inocente, muy inocente.

Vivimos tan deprisa que no saboreamos los momentos. Vivimos la maternidad como una carga, difícil de compatibilizar con los trabajos. Eso hace que no lo disfrutemos como se merece. A veces deseamos que los niños crezcan rápido y se hagan independientes, pero qué madre no siente un vuelco en el corazón cuando encuentra en un armario, sin esperarlo, esos “sus primeros patucos”.

 

Aprovechad y disfrutad cada momento.

No tened prisa de que vuestros hijos crezcan y, sobre todo, que no se queden en el tintero ningún beso, ningún abrazo, ningún “te quiero” porque se habrán perdido para siempre.

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El olor de los recuerdos.

OLORES

La situación vivida esta tarde en la consulta me transportó a “oler” mi infancia.

Normalmente el llanto de los bebés de entre 12 y 18 meses en la camilla, mientras los exploramos, pone muy nerviosos a los familiares. Pues esta tarde, mientras intentaba explorar a una niña de 15 meses con un llanto inconsolable, su madre, muy tranquila, como saboreando el momento, me mira y me dice:

“Doctor, este llanto me recuerda a mi infancia.”

Y yo: “Claro, es que a esta edad a ningún niño le gusta sentirse agredido por un extraño. ¿Tiene usted algún trauma de su infancia?”.

Y ella nuevamente muy tranquila: “¡No, qué va! Es que mi madre era pediatra y tenía una consulta en casa. Entonces, recuerdo mientras jugaba en mi casa, escuchar continuamente los llantos de los niños en la consulta de mi madre”.

En ese momento reconozco que, aunque me llamó mucho la atención que el llanto de bebés fuera un recuerdo de su infancia, no dije nada.

Al terminar la consulta me puse a pensar si yo tenía algún ruido que hubiese marcado mi infancia pero todo lo que me venían eran olores.

Aún recuerdo el olor de mi padre llegaba de trabajar del campo. Él es agricultor y dependiendo de la época del año, después del trabajo, olía diferente. Recuerdo especialmente, en verano, el olor a trigo, a paja, a espigas. Aun cierro los ojos y soy capaz de olerlo con la misma intensidad que entonces.

Otro olor que soy capaz de recordar de una forma muy intensa, con sólo cerrar los ojos y hacer una inspiración profunda, es el olor del pan de la casa de mi abuela. Ella guardaba el pan en una tinaja de barro, que le daba al pan un sabor, y sobre todo un olor, muy característico a barro. Recuerdo cómo muchas tardes muchos de mis primos y yo nos arremolinábamos alrededor de mi abuela para que nos preparase la merendilla. Casi había pelea por ir a la tinaja a por el pan. Sí, con sólo cerrar los ojos veo a mi abuela diciéndome “A ver, José Mari, tú quieres el queso con pan de miajón o de regañón” y soy capaz de oler aquel pan.

El sentido del olfato nos permite “saborear” muy intensamente algunos momentos.

Ya hablé en otro post de esta experiencia sensorial: “¿A qué huelen los hijos?”. Puedes leerlo pinchando aquí.

¿T tú? ¿Recuerdas algún olor, ruido, sabor,…de tu infancia?

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¿Qué ha pasado con la mercromina?

Mercromina

No, este no es post trascendental. Casi tiene más de nostalgia que de otra cosa. No puedo evitarlo. El otro día llegó a la consulta un niño con el codo bien, pero que bien embadurnado de rojo. No venía a la consulta por eso pero no pude evitarlo:

“¿Qué le ha pasado en el codo?”

“Ah, nada , que se ha caído y la abuela le ha puesto mercromina, que dice que es lo mejor que hay para curar las heridas.”

¿Os acordaís? Era casi universal. No había niño en verano que no luciese con los codos o las rodillas impregnadas de ese caractrerístico color rojo.

Pero, ¿qué ha pasado?, ¿por qué ha desaparecido la mercromina?

En realidad no ha desaparecido, simplemente ha perdido tirón. Le han comido el terreno. El “culpable” ha sido el bote amarillo (betadine) que ocupa ahora su lugar en los botiquines caseros. Lo ha desbancado porque su poder antiséptico es mayor y produce menos reacciones cutáneas.

De todas maneras aprovecho para recordar que la povidona yodada (betadine) no es un antiséptico adecuado para la cura de las heridas en embaradas, mujeres recién paridas y recién nacidos.  Sus importantes cantidades de yodo pueden provocar hipotiroidismo en los recién nacidos y alterar la prueba del talón.

Volviendo a la nostalgia de los 80. Existía otra infinidad de costumbres y medicamentos con los que crecimos y que ahora ya no se ven.

¿Recordáis la aspiria infantil? Ese delicioso “sabor”. Había quien le gustaba disuelta en agua o en un poco de leche calentita, había quien las masticaba, … lo que no había era un niño que no las hubiese probado.

¿Recordáis los polvos de talco? No había bebé que tras su correspondiente cambio de pañal no se le aliñara con una generosa cantidad de polvos de talco. No había dermatitis que se se resistiese a ser embadurnada por talco y recibiera el conjuro mágico: “Sana, sana, culito de rana, si no sana hoy sanará mañana”.

¿Recordais los botes de calcio 20? Sí, todo niños los niños delgado de finales de los setenta y principios de los ochenta tomaron calcio 20 para las ganas de comer.

¿Recordáis el uso de Vicks VapoRub para cualquier catarro? “Uno, en el pecho. Dos, en la espalda…”

¿Recordáis las friegas de alcohol para bajar la fiebre?

¿Recordáis los vapores de eucalipto?

-¿Recordáis la cantidad de horas de baño perdidas por esperar 2 horas para hacer la digestión?

 

 

¿Y qué más recordáis…?

 

Bendita nostalgia.