Ya nada vuelve a ser igual…

madre

Desde el momento en el que abrazas a tu bebé por primera vez,

nunca serás la misma persona.

Ya nada vuelve a ser igual.

En muchas ocasiones decides renunciar a una parte de ti,

 otras veces no, pero…

ya nada vuelve a ser igual.

Puede que sigas yendo al gimnasio, pero…

ya nada vuelve a ser igual.

Puede que sigas saliendo con tus amigas, pero…

 ya nada vuelve a ser igual.

Puede que sigan disfrutando de tus aficiones, pero…

ya nada vuelve a ser igual.

Puede que no tengas que renunciar a tus aspiraciones profesionales, pero…

ya nada vuelve a ser igual.

Porque por encima del deseo de

ir al gimnasio,

salir con tus amigas,

disfrutar de tus aficiones

mantener tus aspiraciones profesionales,…

está tu sentimiento de

MADRE.

No puedo sonreírte esta noche…

abrazo

No, esta noche no puedo sonreírte cuando tú me provocas con tu sonrisa. No, no es fácil.

Hay noches, y hoy es una de ellas, en las que en tu mirada se me cruza la mirada de tantos y tantos niños que he visto sufrir.

He visto a muchos niños sufrir y otras tantas familias que esperan, como quien se agarra a un clavo ardiendo, una palabra de aliento, un gesto de esperanza,…

Tú me sonríes, ajena a ese sufrimiento, inocente, feliz,… y casi me siento culpable por verte sonreír.

Balbuceas y repites “pa-pá, pa-pá,…” Mirándome, sonriéndome,… Es inevitable no cogerte en brazos y achucharte. Pero al tiempo que te cojo pienso en cada una de esas madres que nunca pudieron escuchar ese “ma-má”. Pienso en todas esas madres que no pudieron nunca escuchar la voz de su hijo. La imaginaron. Sí, la imaginaron durante mucho tiempo pero nunca la escucharon. Y la sueñan. Sí, me contáis que habéis soñado con su voz. Y pienso, también, en esos padres que sufren porque tampoco escucharon ese “pa-pá”. No lo escucharon y eso me imagino que duele, duele mucho. Esos padres me cuentan que hubiesen conformado, al menos, con escuchar cómo dicen “ma-má”. Al menos eso les habría liberado de la parte de sentimiento de culpa por no haberle dado un hijo a esa madre como ella lo había soñado. A veces, sólo una mirada habría bastado. Pero no, en ocasiones ni esa mirada. No llegar a conectar nunca con la mirada de tu hijo es terrible.

Me comprometes, pequeña, para que te coja. Cuando te cojo te calmas. Sí, es fácil entenderte. Te comunicas muy bien. Eso me llena. Flujo recíproco de felicidad. Miradas con muchas complicidad con sólo nueve meses.

¡Cuánto se siente con un abrazo inocente, puro, verdadero, desinteresado,…!

Hoy quiero abrazar a todos esos niños que he conocido y cuyas familias sienten muchas dificultades para conectar con ellos

Miguel, Carmen, Mario, Carlota, Javier, Lucía, Aaron, Luis, Salvador, … y tantos otros que en muchos momentos, sin venir a cuento, cuando más tranquilo estoy, os cruzáis en mi mente . Un abrazo muy fuerte de mi parte.

Podéis estar seguros que vuestras familias os quisieron, os quieren y os siguirán queriendo infinito.

Este es mi homenaje a todos vosotros y a vuestras familias, por su lucha.

¡¡Cuánto daño podemos hacer los pediatras!!

madre

¡¡Cuánto daño podemos hacer los pediatras!!

No siempre. Claro que no.

Por supuesto que en esta profesión hay compañeros y compañeras completamente entregados y son dignos de admiración. Y a veces, incluso, podemos ayudar un poquito a entender “cómo funcionan” los bebés.

Quizás por mi reciente paternidad, vuelvo a percibir de cerca ese “estado especial” en que se encuentra una mujer recién parida.

¡¡BASTA YA DE CREERNOS QUE SABEMOS MÁS QUE NADIE!!

Quien entiende bien a su hijo son sus padres, y por qué no reconocerlo, sobre todo SU MADRE.

Esta semana en las visitas que hacemos a los recién nacidos aproximadamente a la semana de vida me volvía a encontrar madres hundidas, con un sentimiento de culpabilidad tremendo, absolutamente agobiadas con la crianza…

“Me siento como si fuese la peor madre del mundo. Nadie me entiende. No hago nada bien. Mi madre me dice que haga una cosa, mi suegra lo contrario, el padre no dice nada,… El pediatra de la maternidad me dice una cosa, las enfermeras otra diferente,… unos me dicen que el pecho a demanda, otros que se lo de cada tres horas… Yo no puedo con esto…”

¡¡Basta de meternos donde no nos llaman!!

Dejemos que las madres sientan cuáles son las necesidades de sus bebés.

Si una madre nos pide ayuda, ayudémosla. Pero si nos la pide.

La mejor manera de ayudar a una madre es ayudarla en las tareas que la privan de sentir su maternidad al cien por cien.

No le demos consejos de cuántas veces tiene que dar el pecho al día a su bebé o si debe o no cogerlo en brazos. Mejor ayudémosla a “quitarle del medio” el resto de las tareas, que no se tenga que preocupar de la cocina, de la colada, de los papeles de la baja maternal,…ayudémosla, si es el caso, con el cuidado (baños, cena,…) de los hermanos.

Ayudémosla para que puedan estar en simbiosis cien por cien con su bebé cien por cien y se conozcan y reconozcan.

Cuando acudimos a la maternidad de visita o en los primeros días a la casa de los recién estrenados padres, dejemos de dar consejos y de apabullar sobre todo lo bien que lo hicimos nosotros cuando éramos padres. “Pues yo al mío le daba cada tres horas y todo fue perfecto”. “No lo cojas tanto que se va a acostumbrar a los brazos”…

Dejemos de creernos las buenasmadres y respetemos a las malasmadres.

Dejemos que sientan profundamente la maternidad, que sientan profundamente las necesidades de sus crías.

Dejemos que se exprese el instinto maternal de manera natural como lo hacen espontáneamente el resto de los mamíferos.

Comparte esta reflexión si piensas que una madre recién parida no necesita nuestros consejos sino sentir profundamente a su bebé.