Si hay un tema en el cuidado de los niños capaz de desquiciar a los padres y donde la teoría está muy lejos de la realidad ese es “LAS RABIETAS”.
“No hacer ni caso al niño en ese momento…”, “lo importante es que el niño no se salga con la suya…” son los consejos más frecuentes que recibimos de amigos, pero todos los padres saben que eso es muy fácil de decir, pero no es fácil de hacer.
Debemos saber que las rabietas son una fase normal del desarrollo de la personalidad de los niños, especialmente frecuentes en tormo a los 3 años. Esta en una etapa típica de impulsividad y desobediencia. Empiezan a sentirse independientes y somos los adultos quienes debemos poner las normas y los límites.
Existen varios factores que influyen en la aparición de las rabietas como son la impulsividad, el todavía escaso desarrollo del lenguaje a esas edad (no tienen capacidad de convencernos y buscan otras formas más primitivas de negociación, …).
A mi modo de ver no todas las rabietas son iguales y creo que lo más importante es intentar detectar qué es lo que hay detrás de cada rabieta, ya que la mayoría son llamadas de atención.
“Mamá o me compras la muñeca de Elsa o pinto con el rotulador en la pared”, nos dice con rotulador en mano y mirada desafiante. En este caso están intentando negociar y ellos mismo nos proponen el modelo: cada acción tiene una consecuencia. Lo que debemos hacer es MANTENER LA CALMA, no entrar al trapo (precisamente esto es lo que está buscando). Si nosotros les hablamos tono muy tranquilo, les dejaremos fuera de juego. Les llamará mucho la atención que no nos alteremos. Como si nada pasase, le explicamos que pintando la pared no sólo no va conseguir la muñeca de Elsa sino que además los papás se pondrán muy tristes y no la llevará a jugar al parque. Es importante ofrecerle una alternativa, es decir, le podremos decir “mamá sabe que te gusta mucho la muñeca de Elsa y está dispuesta a comprártela, pero no se pueden comprar juguetes todos los días, así que, si continúas portándote bien, en tu cumpleaños, que es pronto, te la regalaré”. Los adultos debemos ser ejemplo para ellos, debemos mostrarles que no se negocia gritando ni amenazando. Así no se consiguen las cosas.
“¿¡¡¡¡Por qué me has guardado mis playmobil!!!?”, grita como un poseso mientras tira los otros juguetes que tiene en la mano. En este caso no ha avisado, no está negociando, directamente “la monta”. Está como poseído. En este caso no bebemos intentar negociar, en este momento él está fuera de sí y no entenderá nada. No tenemos que ofrecerle alternativas, sólo debemos explicarle, MANTENIENDO LA CALMA (contaremos hasta 10 o hasta 100 si hace falta), por qué lo hicimos. “Pensé que habías terminado de jugar con ellos. Deberías agradecer que mamá lo recogió para que no se perdieran”. Si sigue desquiciado lo mejor es retirarnos durante 5-10 minutos. O llevarlo a su cuarto tranquilamente, sin arrastrarlo, durante 5-10 minutos. No conviene empecinarnos en razonar mientras siga histérico. En esos momentos cuanto menos hablemos mejor, simplemente conviene que mantengamos la calma, para que entienda que mientras mantenga esa actitud no conseguirá nada. Serán ellos, finalmente, quienes vengan a buscarnos. En ese momento, con tranquilidad, le volveremos a explicar por qué lo recogimos y que con esa actitud no conseguirá nada.
¿No es más rápido y más eficaz un buen cachete?
Rápido puede que sí, pero desde luego eficaz NO.
Pegando a nuestro hijo habremos perdido toda credibilidad. Hemos dicho que los adultos debemos ser ejemplo de nuestros hijos y desde luego la violencia no puede ser ejemplo de nada.
De ese modo arreglamos el problema del momento pero estamos generando uno mayor.
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