De tal palo tal astilla…

No hace falta que les digamos nada, ellos están todo el día observándonos. Captan la esencia de cada situación. Aprenden de lo que hacemos y no de lo que decimos.

¿Te acuerdas, mamá, cuando en el desayuno estabas hablando mal de la vecina…?

¿Y ahora me regañas porque no te ha gustado lo que he dicho de la hermana de mi amigo?

 

¿Te acuerdas, papá, cuando esta mañana insultaste a esa señora del coche rojo porque no puso la intermitencia…?

¿Y ahora te enfadas porque yo la seño te ha dicho que he insultado a Pablo en colegio?

 

¿Te acuerdas, mamá, cuando decías que estabas harta del trabajo, que estabas muy cansada, que “el curro era una mierda”?

¿Y ahora no entiendes por qué no quiero ir al colegio?

 

¿Te acuerdas, mamá, cuando estábamos almorzando y estabas hablando con papá de que no te querías ir a cenar con los tíos…?

¿Y ahora me dices que yo tengo que ser amigo de todos los niños de mi clase?

  

No entiendo nada, los padres sois muy complicados, yo sólo quiero parecerme a vosotros, y cuanto más me parezco más os enfadáis.

 

¡Qué cantidad de mensajes contradictorios les damos a nuestros hijos!

¿Cómo no se van a hacer un lío si les pedimos gritando que no griten?

 

Recordad lo que decía Albert Einstein: “Educar con el ejemplo no es una manera de educar, es la única”.

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