En respuesta a varias peticiones que me habéis hecho últimamente sobre este tema, expongo aquí mi opinión sobre este tema.
Os pongo en situación:
“Venga, María, dale un beso a esta señor. Es el abuelo del amigo del primo de la niña que el otro día estaba en el cumpleaños de Sofía”.
Mas de una vez os habéis visto en una situación similar, ¿verdad?
O si no esta otra:
“¡Uy, qué niña más guapa! Pero señora es un poco antipática, ¿no? Es que no me quiere dar un beso.”
Este es un tema que periódicamente ha provocado mucho revuelo en las redes sociales. Uno de los primeros post que se viralizó sobre este tema hace aproximadamente un año fue el escrito por Ana Hanssen que tituló contundentemente “Por favor, no le pidan besos a mis hijos”.
Podría aportar contenidos más o menos fundamentados como los que se demostraron con algunos experimentos donde se evidenciaba que los niños que son obligados a abrazar y besar en contra de su voluntad, son más vulnerables a sufrir abuso sexual porque no han aprendido a decir ‘no’ al contacto físico indeseado con un adulto.
Podría aportar opiniones de expertos como la de Irene van der Zande, directora ejecutiva de una organización especializada en enseñar seguridad personal y prevención de la violencia, que dijo: “Cuando forzamos a los niños a someterse al afecto no deseado para evitar ofender a un familiar o lastimar los sentimientos de un amigo, les enseñamos que sus cuerpos en realidad no les pertenecen porque tienen que dejar a un lado sus propios sentimientos sobre lo que se siente bien para ellos”.
Pero creo que es mucho más sencillo que todo esto. Cada familia puede tener su opinión sobre este tema, pero creo que la mayoría coincidiréis conmigo que no se debe obligar a los niños a dar besos, porque para ellos dar un beso es una sincera, auténtica y verdadera muestra de cariño. Ellos no besan sin sentido. Cuando besan, besan de verdad. Ellos dan BESOS (sí, con mayúsculas y en negrita) Para ellos un beso es un acto muy íntimo y verdadero. Por eso ni siquiera le debemos mendigar besos a nuestros propios hijos. Debemos saber e interpretar cuando ellos están “receptivos”.
Los besos que nos damos los adultos al saludarnos son actos “fríos”, no implican cariño, sólo respeto. Eso no un beso para un niño.
Lo que ellos no entienden es que a un desconocido, a la primera de cambio, haya que darle un beso. “ Pero…, ¿por qué?, si a mi no me apetece. Yo a esa señora no la conozco”. Y con mucha razón que lo dicen.
Pongo un ejemplo a la inversa: imagínese que usted va por la calle con su hija de 18 años y se acerca un señor de 45 años y le pregunta: “¿señora, puedo besar a su hija?” Creo que no hace falta que ponga la respuesta ni describa la cara con la que nos quedaríamos.
Por tanto creo que debemos respetarlos. Es beso debe ser un acto espontáneo. Debemos asumir, además, que la personalidad de cada niño es diferente y no ser besucón no es ningún defecto.
Esto no significa, en absoluto, que nunca vayan a besar al saludar. Ellos, como ya dije en el post «Educar en el ejemplo«, son auténticas máquinas de imitar. Por tanto, si ellos nos ven saludar a nuestros conocidos con besos, acabarán haciéndolo.
Comparte si piensas que no debemos menospreciar LA AUTENTICIDAD DEL BESO DE UN NIÑO.