No, no es este un post de economía. No voy a hablar de cuántos pañales gasta un bebé cada día, ni cuánto cuestan las vacunas, ni la ropa del bebé, ni el carrito, ni las veinte mil cosas más que lleva asociado el nacimiento de un bebé.
Todo esto es caro, sí. Pero hay un coste mayor, el de la maternidad.
Ni que decir tiene que EL ALTÍSIMO COSTE DE LA MATERNIDAD SE VERÁ DE SOBRA RECOMPENSADO CON TODO LO QUE UN HIJO APORTARÁ.
Pero hay una parte negativa en ser madre.
Los hombres lo vivimos de una manera diferente: ser padre, reconozcámoslo, es más fácil.
Pero ser madre, desde el mismo momento en que una mujer se lo plantea, supone muchas renuncias. El simple hecho de plantearte ser madre, tal y como tenemos planteada la sociedad actual, supone en sí mismo renunciar laboralmente a muchas cosas, a muchas aspiraciones.
La mayoría de las mujeres trabajadoras sufren (muchas veces en silencio) con simplemente pensar cómo lo dirán en el trabajo, cómo se lo tomará su jefe, como se lo tomarán sus compañeros y, peor aún, cómo se lo tomarán sus compañeras (a veces, parece mentira, son las propias compañeras quienes más critican la futura maternidad de una compañera)
En el mismo momento que una mujer se entera de que está embarazada, junto con la superalegría del milagro de la vida, empieza a sentir otros miedos: ¿cómo toleraré el embarazo?, ¿tendré nauseas?, ¿se formará bien mi bebé?, ¿cómo cambiará mi cuerpo?,… y empiezan las primeras renuncias: tabaco fuera, alcohol fuera (sí, mientras tu pareja brinda con una buena copa de vino por su futura paternidad tú y tus miedos brindáis con agua),…
Conforme se va acercando el parto, mientras el futuro papá piensa ya en cómo de orgulloso paseará por el parque con su futuro bebé, la futura mamá piensa en otro momento que la tiene atemorizada: el parto. ¿Seré capaz de parir?, ¿me dolerá mucho?, con lo pudorosa que soy ¿será capaz de superar mi vergüenza y estar desnuda y a grito “pelao” en el paritorio?, ¿seré capaz de soportar ese dolor?, ¿irá todo bien?, ¿me harán la cesárea?,… Todas estas dudas se las comerá en silencio, a veces a escondidas, buscando vídeos de partos en youtube. Todo por el miedo a decir que tiene miedo.
Una vez que nace la criatura, incluso yendo todo perfecto, los miedos de la recién mamá continúan. Mientras papá celebra con los cuñados la venida del nuevo miembro de la familia, la cabeza de mamá no puede dejar de pensar en ella misma: ¿se contraerá bien mi útero?, ¿cicatrizará bien la episiotomía?,… y en su bebé: ¿me cogerá el pecho?, ¿me subirá le leche?,…; ¿será capaz de dar el pecho delante de toda esta gente que se está acumulando en la habitación?…
En el idílico supuesto de que todos los baches descritos hasta ahora (preparto, parto y postparto) se hayan ido superando adecuadamente, la cabeza de mamá tendrá que seguir estando bien amueblada, a pesar de todos los comentario de suegras, vecinas e incluso papás (“pues yo creo que no tienes suficiente leche”, “no lo cojas tanto que se va a acostumbrar”, … y los veinte mil “pues en mi época…”, “pues yo con los míos…”)
Continuamos. En dos semanas papá estará incorporado al trabajo y vendrá contando orgulloso cómo todos sus compañeros le preguntan por el bebé, por las malas noches,… mientras mamá en casa, todo el día cuida de su bebé (¡no se le vaya a ocurrir decir que está cansada si lleva todo el día en casa!, “¡las malas noches son para los dos y yo encima estoy trabajando!”).
Sí, pues precisamente ese es otro miedo de mamá. Que no sabe si volverá a trabajar. Que a más de una compañera no la renovaron después de la baja.
A medida que el bebé va creciendo los miedos continúan los miedos. Los miedos y renuncian continúan siempre, pero hay una cosa que cambia y es que vas descubriendo que COSTE DE LA MATERNIDAD ES MUY ALTO PERO COMIENZA A SER RECOMPENSADO CON TODO LO QUE UN HIJO APORTA.
Hoy quiero dar las gracias a todas las madres y reconocer todo el esfuerzo que supone la maternidad.
¡¡Gracias, cariño!!
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