No puedo sonreírte esta noche…

abrazo

No, esta noche no puedo sonreírte cuando tú me provocas con tu sonrisa. No, no es fácil.

Hay noches, y hoy es una de ellas, en las que en tu mirada se me cruza la mirada de tantos y tantos niños que he visto sufrir.

He visto a muchos niños sufrir y otras tantas familias que esperan, como quien se agarra a un clavo ardiendo, una palabra de aliento, un gesto de esperanza,…

Tú me sonríes, ajena a ese sufrimiento, inocente, feliz,… y casi me siento culpable por verte sonreír.

Balbuceas y repites “pa-pá, pa-pá,…” Mirándome, sonriéndome,… Es inevitable no cogerte en brazos y achucharte. Pero al tiempo que te cojo pienso en cada una de esas madres que nunca pudieron escuchar ese “ma-má”. Pienso en todas esas madres que no pudieron nunca escuchar la voz de su hijo. La imaginaron. Sí, la imaginaron durante mucho tiempo pero nunca la escucharon. Y la sueñan. Sí, me contáis que habéis soñado con su voz. Y pienso, también, en esos padres que sufren porque tampoco escucharon ese “pa-pá”. No lo escucharon y eso me imagino que duele, duele mucho. Esos padres me cuentan que hubiesen conformado, al menos, con escuchar cómo dicen “ma-má”. Al menos eso les habría liberado de la parte de sentimiento de culpa por no haberle dado un hijo a esa madre como ella lo había soñado. A veces, sólo una mirada habría bastado. Pero no, en ocasiones ni esa mirada. No llegar a conectar nunca con la mirada de tu hijo es terrible.

Me comprometes, pequeña, para que te coja. Cuando te cojo te calmas. Sí, es fácil entenderte. Te comunicas muy bien. Eso me llena. Flujo recíproco de felicidad. Miradas con muchas complicidad con sólo nueve meses.

¡Cuánto se siente con un abrazo inocente, puro, verdadero, desinteresado,…!

Hoy quiero abrazar a todos esos niños que he conocido y cuyas familias sienten muchas dificultades para conectar con ellos

Miguel, Carmen, Mario, Carlota, Javier, Lucía, Aaron, Luis, Salvador, … y tantos otros que en muchos momentos, sin venir a cuento, cuando más tranquilo estoy, os cruzáis en mi mente . Un abrazo muy fuerte de mi parte.

Podéis estar seguros que vuestras familias os quisieron, os quieren y os siguirán queriendo infinito.

Este es mi homenaje a todos vosotros y a vuestras familias, por su lucha.

… pero te lo habrás perdido.

padre-e-hijo

No te reprochará que no lo cogieras en brazos cuando pedía protección…

pero te lo habrás perdido.

No te tendrá en cuenta que no lo metieras en la cama de madrugada…

pero te lo habrás perdido.

No te acusará por no haber jugado con él al “cucu-trás”…

pero te lo habrás perdido.

No te rechazará por no haberlo acompañado en  su primer día de cole…

pero te lo habrás perdido.

No te echará en cara que no hicieras con él castillos de arena…

pero te lo habrás perdido.

No se enfadará contigo por no haber jugado con él a las guerras de almohadas…

pero te lo habrás perdido.

No te despreciará porque no le leyeras un cuanto cada noche…

pero te lo habrás perdido.

No te recriminará que no lo enseñaras a montar en bicicleta…

pero te lo habrás perdido.

¡Disfruta de cada momento, de cada etapa de tu hijo porque si no…

te lo habrás perdido!

 

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La importancia de las madres en los cuidados de los prematuros.

NICU Tour

Hoy, 17 de Noviembre, Día de los Prematuros quiero hacer un reconocimiento especial a todas las familias que han tenido algun hijo prematuro.

La situación se hace dura, muy dura. Mientras esperamos con ilusión la llegada de nuestro niño y mientras hemos soñado mil veces cómo será ese primer contacto, de pronto o el embarazo comineza a complicarse y «hay que sacarlo antes de lo previsto, o repentinamente «él decide nacer». En cualquier caso no estábamos preparados. Habíamos soñado otro momento. Teníamos preparado o estábamos preparando su canastilla. Ya teníamos comprada su ropita y, de pronto, la película cambia el guión.

Afortunadamente las unidades neonatales, tanto de Cuidados Intensivos para los grandes prematuros como las de Hospitalización General, han mejorado mucho. También el pronóstico de los prematuros es infinitamente mejor que el de hace años. Se han conseguido cosas impensables hace unos años, básicamente una supervivencia (sin secuelas) infinitamente superior a la de décadas pasadas.

Pero hay una asignatura pendiente: la relación padres-hijo (especialemnete la relación madre hijo) tras el nacimiento. E incluso me atrevería a decir la relación médico-familia u hospital-familia.

Se van dando pasos hacia delante: unidades neonatales de puertas abiertas (no todas), técnica canguro, mayor implicación de los padres en los cuidados de sus bebés (los padres pueden entrar por ejemplo a dar las tomas de sus hijos mientras están ingresados,…) pero hay muchísimo mpor mejorar.

A día de hoy en muchos hospitales la relación entre la madre y un bebé prematuro es como de la un preso; fracionada y a través de un cristal.

¿Para cuando un vis a vis real entre la madre y su bebé?

Pero quiero hacer incapié especialmente una vez más en las grandes olvidadas siempre tras el parto: las madres.

Todo el mundo se vuelca con la atención del bebé pero nadie se acuerda de esa madre que además del sentimiento de culpa que cargan indebidamente, no han podido abrazar y sentir ese piel con piel tan necesario y reconfortante, no se ha podido poner al pecho a su bebé desde el principio,… y la primera imagen que tiene de su bebé (a veces varios días después del parto) es un bebé lleno de sondas, tubos, cables….

Hoy puede ser un buen día para que todos los familiares y todos los profesionales de la salud tomemos conciencia de LA IMPORTANCIA DE LAS MADRES EN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS PREMATUROS.

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¿Y tú, estás arrepentida de ser madre?

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Me ha costado, pero tenía que hacerlo. Desde que leí el libro-reportaje de Orna Donath confirmé una intuición que yo había captado en ocasiones en mi trato diario con algunas familias en la consulta.

Sé que con este tema me meto en terreno pantanoso. Puede crear muchas susceptibilidades e incluso puede generar muchos malentendidos.

Desde el mismo momento que presione el botón “publicar” me voy a encontrar opiniones para todos los gustos pero creo que esta visión de la maternidad debe ser contada.

Al grano:

Pues tal y como expone Orna Donath en su libro #madresarrepentidas existen algunas madres tienen el sentimiento de culpa y arrepentimiento tras tener un hijo.

En el libro de esta socióloga se pueden leer los testimonios de 23 mujeres israelíes arrepentidas de ser madres. Hay que tener en cuenta que en ese país tener un hijo puede ser una deshonra. Pero la autora expone posteriormente que ese sentimiento va más allá de una determinada cultura o religión. Ese sentimiento es más común de lo que pensamos, tanto en mujeres como en hombres.

Dejo un ejemplo de uno de los testimonios del libro:

«Mis hijos son maravillosos, encantadores y lo que te dan es increíble. No desacredito eso. Ellos dan una dimensión a mi vida que de lo contrario no existiría. Pero ¿qué haría yo si pudiera retroceder en el tiempo sin sentir culpa ni todas esas ataduras? No elegiría este camino». – Debra, madre de dos hijos de entre 10 y 15 años.

En general, creo que cuando una madre se encuentra arrepentida, no es que sea un sentimiento de arrepentimiento por haber tenido ese hijo (o esos hijos) sino más bien el reconocer fuertemente que si pudiese dar marcha atrás no volvería a seguir ese camino.

Creo, en este sentido, que es la sociedad la que empuja en ocasiones a las mujeres a ser madres. Pareciera que la sociedad, para cerrar el círculo de la mujer perfecta, “obliga” a algunas mujeres a ser madres.

Ya hablé en su momento de “El precio de la maternidad”.

Algunas mujeres, casi siempre con aspiraciones profesionales muy altas (y esto que conste que no es una crítica, cada uno es muy libre de elegir lo que quiere hacer con su vida), ven truncada parcialmente su vida al tener que renunciar a parte de sus aspiraciones profesionales por ser madre, y después se dan cuenta que la maternidad no les aporta lo que ellas deseaban.

Este sentimiento puede ser experimentado tanto por hombres como por mujeres. Pero en un nuevo ejemplo del machismo en el que estamos inmersos sin darnos cuenta en esta sociedad será vivido de dos maneras muy diferentes en función del sexo. Si un hombre decide no tener niños no pasa nada, lo habrá decidido así y ya está, pero si es una mujer la que se plantea eso será cuestionada por no tener descendencia, esta “obligada” a ser una madre perfecta.

Yo, que estoy plenamente satisfecho con mi vida con mis tres hijos, y que a día de hoy no lo cambiaría por nada (no puedo imaginar mi vida ya sin ellos) entiendo que no todo el mundo lo vea así. Entiendo que la maternidad (paternidad) en algunas personas no acabe de cumplir las espectativas que esperaban y se sientan arrepentidos.

Creo que debemos desterrar este tabú y sacar este tema a la palestra.

¿Y tú qué opinas? ¿La sociedad “te obligó” a ser madre (padre)?

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Deberes sí, deberes no: mis razones.

madre-deberes

No salgo de mi asombro

Hace unas semanas escribí un post sobre mi opinión sobre los deberes, pero creo que ahora esto se nos está yendo de las manos a los padres.

Como ya sabréis existe una campaña por parte de la  Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA) con el lema “Noviembre 2016. Fin de semana sin deberes”. Proponen que en lugar de dedicarse a hacer deberes durante el fin de semana las familias realicen algunas de las siguientes actividades: pasar un día de campo juntos, hacer una receta de cocina juntos,…

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¿Qué está pasando para que tengamos que llegar a esto?, ¿acaso no es eso lo que habitualmente se hace?,… ¡¡Qué pena!! Nos estamos cargando su infancia. Estamos perdiendo el sentido común.

A diario veo en la consulta niños que para no perder ni un segundo, en mi mesa, mientras exploro a sus hermanos, se ponen a hacer los deberes. Y a su vez veo cómo las madres ayudan agobiadas a esos niños. En ocasiones más que una ayuda es la propia madre la que hace los deberes.

Por la profesión de mi mujer tengo en casa la visión de los dos lados: del lado de los padres y del lado de los profesores.

La visión de los profesores, simplificando mucho sería:

  • Al cole se va a aprender, educado se viene de casa. Si no, la mayoría del tiempo de clase, se empleará en mandar callar a unos y otros y no se podrá explicar la materia.
  • Los deberes son cosas de niños, no de los padres. Precisamente creo que una de las cosas principales que provocan los deberes en los niños es sentido de la responsabilidad, deben aprender a organizarse y a planificar su tiempo.
  • Los profesores están obligados a rellenar miles de expedientes de cada niño. Obligados a examinar a niños de 6 años (¿estamos locos? Si los pobres niños a esa edad no entienden ni siquiera lo que es un examen) y a ponerles una nota numérica (sí, un 7, un 8 o lo que sea). Obligados a completar todas las unidades didácticas. Vivimos en un mundo de mentira, lleno de “burrocracia”. Informes que encima no reflejan la realidad de los niños sino que hay que maquillar para que las cifras de los “buenos resultados” cuadren.

Creo que en todo esto ha cambiado mucho la escuela de cuando la generación que nos toca ahora ser padres éramos niños:

  • En ningún momento se le hubiese ocurrido desautorizar a mis padres a ninguno de mis profesores. Supongo que en muchas cosas no estarían de acuerdo con respecto a los métodos utilizados pero el profesor es el profesor y decide cómo enseña esa materia.
  • Nunca se le hubiese ocurrido a mis padres hacerme los deberes, ni revisarme la mochila, ni preguntar a otros padres si teníamos deberes para el día siguiente,…
  • Y, por otra parte, los maestros de antes (porque antes no había profesores, había maestros escuela) no se veían obligados a terminar un temario, simplemente aprendíamos a aprender. Lo que aprendíamos era para siempre, aunque nunca terminásemos el libro.

Con todo esto no quiero ni mucho menos ponerme ni a favor ni en contra de los deberes y pienso que lo que propone la CEAPA para las actividades de fin de semana del mes de noviembre deberían ser las actividades habituales en una familia.

Con respecto a los deberes, los estudios que existen, aunque son difícilmente comparables, demuestran que:

  • En infantil es mejor no hacer deberes en casa.
  • En primaria lo más importante es que no sean excesivos porque si no provocarán justo lo contrario de lo que pretenden: El niño estará cansado y odiará la escuela.
  • En secundaria sí son recomendables los deberes porque ayudan a recordar y reforzar conocimientos, pero nunca más de 2 horas al día.

Si piensas que esta información puede ayudar a algunas familias, compártela.

 

Quizás ya es tarde…

TFGP.

Papá, si mi llanto no te importó cuando era un  bebé tampoco te importarán mis palabras cuando sea mayor.

Mamá, si no me cogiste en brazos cuando era un bebé por miedo a que me acostumbrara al contacto físico no pretendas ahora que nos acurruquemos cuando tú lo necesitas.

A los dos, si no me metisteis en vuestra cama cuando era un bebé no queráis que ahora os busque en vuestro cuarto.

Papá, si no paraste de gritarme durante toda mi infancia cómo quieres que no chille ante las cosas que no me gustan.

Mamá, si cada vez que algo salía mal me repetías continuamente que era por mi culpa cómo pretendes ahora que crea en mi mismo

A los dos, si ignorasteis siempre mis berrinches cómo queréis ahora que valore vuestros problemas.

Papá, si continuamente me comparabas con mis amigos entenderás ahora que yo te compare con otros padres.

Mamá, si nunca quisiste jugar conmigo cómo pretendes que ahora yo quiera acompañarte a todos lados.

A los dos, si no quisisteis llevarme a vuestros viajes cómo deseáis ahora que vaya a visitaros.

Papá, si nunca me dijiste te quiero cómo ahora voy a ser cariñoso contigo.

Mamá, si no te preocupaste nunca por mis miedos cómo quieres ahora que me preocupen tus dolencias.

Papá, mamá, a los dos os recuerdo que en todos esos momentos os estuve buscando, os necesitaba, os necesitaba mucho.

Me acostumbrasteis a no teneros y ya no os tengo.

Me acostumbrasteis a no necesitaros y ya no os necesito.

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Lo que no te han contado de la lactancia materna.

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Que la lactancia materna es lo más natural y que por sí misma es suficientemente completa para cubrir las necesidades nutricionales (y afectivas) de un bebé es evidente. Hay quien se empeña en demostrarlo científicamente pero, siendo más simples, gracias a la lactancia materna han sobrevivido infinidad de generaciones incluso en tiempos muy difíciles.

Ya he escrito varios post sobre los infinitos beneficios de la lactancia materna, pero el tema de hoy es otro: ser madre hoy día no es fácil (ya escribí sobre el coste de la maternidad en este post) y más aun si pretendemos alimentar con lactancia materna exclusivamente.

Las fotos de madres estupendísimas, bien maquilladas y con peinado de peluquería inundan las páginas de revistas o blogs sobre la maternidad pero…

¿Nadie te habló de la inseguridad que genera el no sentir la subida de la leche en las primeras horas tras el parto y que, además,  no paren de comentar «este niño está muerto de hambre»?

¿Nadie te habló del dolor de las grietas en el pezón? ¿Nadie te habló de temer la llegada de la hora de la toma cuando piensas que vas a sentir una puñalada en el mismo pezón?

¿Nadie te habló de que desde el mismo momento del nacimiento tendrías que sentirte responsable principal, y muchas veces única, de la alimentación de tu bebé?

¿Nadie te habló de que justo en el único momento que habías encontrado para ti tendrás que atender, tú y sólo tú, la llamada de ese bebé impaciente? Ya no encontrarás el momento de darte una ducha tranquila, maquillarte tranquila o simplemente echar una cabezadita tranquila.

¿Nadie te habló de que debías despojarte de un plumazo de todo tu pudor y ser capaz de sacar el pecho en cualquier sitio y con cualquier compañía?

¿Nadie te habló de que, además de todo el esfuerzo que estás haciendo, tendrás que aguantar comentarios del tipo «ese niño lo que tiene es vicio, la culpa la tienes tú que lo tienes todo el día enchufado en el pecho»?

¿Nadie te habló del chantaje emocional que te hará tu niño de 2 años cuando te vea amamantar a su recién llegado hermanito?

¿Nadie te habló del dolor que puedes sentir en le pezón cuando tu niño, ya con dientes, sigue mamando y encima te increpen por mantener la lactancia materna?

¿Nadie te habló de que, por intentar mantener la calidad de tu leche, tendrás que renunciar a esos tres cubatas que tanto te apetecen en la boda de tu amiga?

¿Nadie te habló de que si quieres continuar con lactancia materna una vez que te incorpores al trabajo tendrás que utilizar tu periodo de descanso para esconderte en un váter a extraerte la leche y además, serás tachada de «talibana» de la lactancia materna mientras tus compañeras se toman tranquilamente un café?

¿Nadie te habló de que, encima de todo, te sentirías mala-madre en el momento que intentes ir destetando a tu niño?

Si nadie te habló de esto, tengo también que contártelo.

He visto muchas, muchísimas madres disfrutar la lactancia materna, pero esta parte de la lactancia también debe ser contada.

Disfruta, elige libremente. Tu decisión siempre será la más acertada.

¿Cuál es número de hijos ideal en una familia?

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Existen multitud de preguntas que uno debería saber que cuando las hace se está exponiendo a que le contesten cualquier tipo de improperio. Un ejemplo de este tipo de preguntas son las relativas a la maternidad o paternidad, o más bien, las relativas al número de hijos que tiene o debe tener una familia.

Seguro que os veréis reflejado en alguno de los ejemplos siguientes.

Cuando uno se casa, vive o convive durante un tiempo con su pareja, la pregunta no se hará esperar:

“¿Pronto buscaréis familia, no?”

Siendo correcto se podría contestar : “El momento y el deseo de tener un hijo es un momento muy íntimo, que sólo tengo que decidir con mi pareja y no contigo”

Peor aún es cuando uno tiene su primer hijo. Parece que se hubiese abierto la veda y el segundo no se pudiera hacer esperar.

“Habrá que darle pronto un hermanito a esta criatura”, “¿Ahora tendréis que buscar la parejita, no?”

La pregunta puede resultar impertinente en cualquier momento, pero es que encima muchos se atreven a hacerla en la primera visita a la maternidad, a una madre recién parida.

Muchas madres se limitan a mirar con una tímida sonrisa por no contestar: “Pues mira, ya que me preguntas, te diré que a preguntar no obligan pero a responder sí. Resulta que ahora mismo, después del parto, estoy profundamente féliz, y a la vez tremendamente cansada, por lo que ahora sólo intento concentrar toda mi energía en disfrutar de este momento y no sé si habrá otro.  Si has venido a hacer preguntas impertinentes a la maternidad más vale que te hubieses quedado en tu casa. Por cierto hablando de preguntas impertinente, ¿Y tu qué, cagas duro?

De todas maneras tengo que decir que las familias que tienen dos hijos son las que más tranquilas pueden respirar. Ese numero de hijos parece estar socialmente bien visto. Aun así es imposible librarse de los comentarios de determinadas personas que tienen como afición solucionar la vida de los demás:

“Mira que bien, la parejita, pero deberíais haberlos tenido más seguidos”. O “Lo mejor es que sean dos niños, varones, para que jueguen juntos”. O “Es mejor que sean dos niñas, que las hermanas se llevan después muy bien y se cuentan sus cosas”. Total,  sea como sea, a “las tacañonas” nunca les vendrá del todo bien tu familia.

El problema viene si tienes la “osadía” de tener un tercer hijo. Cargarán nuevamente contra ti:

“¿Ha sido buscado?, ¿ya pararéis, no?”

Podría responder: “¿A quién te refieres con lo de buscado?, ¿al gili… que tengo delante preguntando? No, no te busqué. Apareciste tú solo, sin que yo te llamase”.

Si te “atreviste” a tener cuatro o más hijos entonces además te pedirán explicaciones sobre tu religiosidad:

“¿Cuántos has dicho, cuatro?, ¿no serás del Opus o de los kikos?”

Respuesta: «Por la pregunta deduzco que tienes menos de cuatro, ¿verdad? Pues dime ¿estás arrepentido de haber tenido alguno de tus hijos?. Yo no. Lo de la religión ya si quieres lo hablamos otro día pero ¿es que acaso tu religión te impide tener el número de hijos que tú quieras?».

Seguro que os encontráis en alguno de los grupos anteriores y más de una vez habéis «sufrido» estas preguntas.

Un consejo, si me lo permitís, a riesgo de llevarme una mala contestación: Ten los hijos que libre y voluntariamente quieras. Cualquier excusa es válida para tener o dejar de tener los hijos que quieras. Sólo tú sabrás y sentirás desde dentro si vives tu vida o te la están viviendo.

Orgulloso de ser pediatra.

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Hoy, 5 de octubre, es el Día de la Pediatría.

Es uno de esos días en los que uno se pone a pensar y acaba sintiéndose tremendamente afortunado por poder formar parte de esta profesión. Trabajar con niños es fantástico. ¿A quién no le ablanda el corazón un niño enfermo?

Pero a la vez que bonito y apasionante ser pediatra supone una responsabilidad tremenda ya que los padres te entregan sus tesoros más preciados: sus hijos.

Durante mis estudios en la Facultad de Medicina y durante la especialización de Pediatría he aprendido muchas cosas, mucha ciencia, y esto es muy importante. Sin ciencia no hay medicina y sin medicina no hay curación. Pero el día a de la profesión me ha enseñado que la ciencia es imprescindible pero no suficiente para desarrollar la pediatría.

Ser pediatra supone desarrollar mucha empatía, esa capacidad para ponernos en el lugar del otro.

Mi trabajo en la maternidad y en la consulta me ha enseñado a:

– Ponerme en el lugar de esa madre recién parida que perdió en el paritorio, con la finalización de su embarazo, todo su protagonismo y quedó relegada a cuidadora y máxima responsable de esa criatura que toda la familia adora y, además, DEBE soportar comentarios como “es que ella no dilata”, “en mis tiempos, sin epidural, si que era duro parir”,…

– Ponerme en el lugar de esa madre que tiene un millón de dudas sobre la lactancia y que a pesar de que su instinto maternal le dice que le dé el pecho a demanda el comentario de “dale un biberón cada 3 horas” se impone en todo  su circulo de confianza (suegra, cuñada, vecina,… y lo que es peor, pediatra). Sobre esto ya escribí el post de “¡¡Cuánto daño podemos hacer los pediatras!!”.

– O ponerme en el lugar de esa madre que libre y voluntariamente decidió alimentar a su bebé con biberones y pareciera que decidió alimentarlo con veneno.

– Ponerme en el lugar de esa familia que está harta de escuchar comentarios del tipo “no lo cojas que se acostumbrará a los brazos”, “no lo metas en la cama que si no ya nunca saldrá de allí”, “déjalo llorar hasta que se canse”,…

– Ponerme en el lugar de esa madre que tiene que incorporase a trabajar a los 4 meses, sintiendo que deja parte de su vida en casa  (o en la guarde).

– Ponerme en el lugar de esa familia que tiene un millón de dudas sobre la vacunación y encima reciben muchas informaciones contradictorias.

– Ponerme en el lugar de esa madre que no pegó un ojo la noche anterior porque su hijo tenía fiebre, pensando que pudiese tener una enfermedad importante.

– Ponerme en el lugar de esa madre de un niño de 2 años que no come nada y que tiene que soportar diariamente el comentario de la abuela “pues yo no sé por qué no llevas a ese niño al pediatra a que le mande unas vitaminas”.

Miles de situaciones que me han hecho ser muchísimo más tolerante en los estilos de crianza. No creo que existan las familias modelo. Cada familia cría y educa a su hijo como mejor puede y no necesariamente tiene que ser como el vecino de turno, la abuela de turno, o incluso el pediatra de turno diga (o digamos)

Por otra parte mi trabajo como intensivista pediátrico me ha enseñado a:

Valorar el desorden de mi casa. Es muy reconfortante llegar a casa después de una noche donde no pudiste descansar ni un segundo porque un niño estaba grave y encontrar el salón de tu casa completamente desordenado, signo de que los tres diablillos sanos que tengo en casa estuvieron jugando con energía.

Respetar la manera de sufrir de cada familia. Me he encontrado en estos años muchas maneras de expresar el agradecimiento: con silencio, con lágrimas, con besos, con abrazos, con gritos, con culpabilidad propia o con culpabilidad de médico,… todas son respetables. Habría que vernos a cada uno en situaciones tan difíciles como tener a un hijo entre la vida o la muerte o, finalmente, perderlo.

Por todos estos motivos considero que la pediatría me ha dado mucho más de lo que yo nunca podré devolverle.

Orgulloso de ser pediatra.

 

¿Volvería a tener hijos?

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¿Acaso no me viste gozar cuando supe de su embarazo?

¿Acaso no viste cómo latía mi corazón cuando lo vi salir de las entrañas de su madre?

¿Acaso no viste mi sonrisa cuando lo mecía entre mis brazos cuando apenas balbuceaba?

¿Acaso no sentiste mi paz cuando lo acurrucaba en mi cama de madrugada?

¿Acaso no viste mis vellos de punta cuando me decía por primera vez papá?

¿Acaso no supiste de mis noches en vela cada vez que tenía fiebre?

¿Acaso  no me viste emocionado cuando lo veía dar sus primeros pasitos?

¿Acaso no me viste disfrutar cogiendo olas cuando apenas saltaba?

¿Acaso no viste mi ilusión cuando lo recogía de su primer de colegio?

¿Acaso no escuchaste mis aplausos en su primera actuación de navidad?

¿Acaso no me viste divertirme cuando hacíamos las guerras de almohadas?

¿Acaso no me viste derretirme  con cada beso de buenas noches?

¿Acaso no me viste preocupado con cada uno de sus miedos?

¿Acaso no me viste en paz cada vez que leíamos un cuanto por la noche?

¿Acaso…?

¿Acaso no me viste agradecer a mis padres por haberme reconocido en ellos?

¿Acaso…?

Sí, mis hijos me cambiaron.

Mis hijos me han hecho mejor persona.

¿Y tú me preguntas si volvería a tener hijos?