El olor de los recuerdos.

OLORES

La situación vivida esta tarde en la consulta me transportó a “oler” mi infancia.

Normalmente el llanto de los bebés de entre 12 y 18 meses en la camilla, mientras los exploramos, pone muy nerviosos a los familiares. Pues esta tarde, mientras intentaba explorar a una niña de 15 meses con un llanto inconsolable, su madre, muy tranquila, como saboreando el momento, me mira y me dice:

“Doctor, este llanto me recuerda a mi infancia.”

Y yo: “Claro, es que a esta edad a ningún niño le gusta sentirse agredido por un extraño. ¿Tiene usted algún trauma de su infancia?”.

Y ella nuevamente muy tranquila: “¡No, qué va! Es que mi madre era pediatra y tenía una consulta en casa. Entonces, recuerdo mientras jugaba en mi casa, escuchar continuamente los llantos de los niños en la consulta de mi madre”.

En ese momento reconozco que, aunque me llamó mucho la atención que el llanto de bebés fuera un recuerdo de su infancia, no dije nada.

Al terminar la consulta me puse a pensar si yo tenía algún ruido que hubiese marcado mi infancia pero todo lo que me venían eran olores.

Aún recuerdo el olor de mi padre llegaba de trabajar del campo. Él es agricultor y dependiendo de la época del año, después del trabajo, olía diferente. Recuerdo especialmente, en verano, el olor a trigo, a paja, a espigas. Aun cierro los ojos y soy capaz de olerlo con la misma intensidad que entonces.

Otro olor que soy capaz de recordar de una forma muy intensa, con sólo cerrar los ojos y hacer una inspiración profunda, es el olor del pan de la casa de mi abuela. Ella guardaba el pan en una tinaja de barro, que le daba al pan un sabor, y sobre todo un olor, muy característico a barro. Recuerdo cómo muchas tardes muchos de mis primos y yo nos arremolinábamos alrededor de mi abuela para que nos preparase la merendilla. Casi había pelea por ir a la tinaja a por el pan. Sí, con sólo cerrar los ojos veo a mi abuela diciéndome “A ver, José Mari, tú quieres el queso con pan de miajón o de regañón” y soy capaz de oler aquel pan.

El sentido del olfato nos permite “saborear” muy intensamente algunos momentos.

Ya hablé en otro post de esta experiencia sensorial: “¿A qué huelen los hijos?”. Puedes leerlo pinchando aquí.

¿T tú? ¿Recuerdas algún olor, ruido, sabor,…de tu infancia?

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