La culpable de todo

Hoy hace cuatro años que nació la responsable de ese sentimiento que muchas veces sobrevuela y atormenta el mundo de la maternidad y la paternidad: la culpa.

Os voy a contar de qué cosas tiene la culpa esta criatura que llegó hace cuatro años abrasándome las manos, como ya he contado otras veces.

Es la culpable de ser capaz de alegrarme el día incluso después de la guardia más agotadora.

Es la culpable de haber sacado la versión más paternal de su hermano y la versión más tierna de su hermana.

Es la culpable precisamente de este blog. Después de dos paternidades muy seguidas, que convirtieron la situación en casi en una cuestión de supervivencia, llegó para demostrarme que la paternidad es una cosa mucho más grande y mucho más bonita. Removió en mi sentimientos que me llevaron a empatizar con las situaciones que vivo a diario en la consulta. Desde el nacimiento de ella me es mucho más fácil conectar con todos los padres y madres.

Es la culpable de haberme enseñado que la verdadera felicidad está en detalles muy pequeños de situaciones muy cotidianas.

Es la culpable de mostrarnos a su madre y a mí qué es la verdadera maternidad y la auténtica paternidad. La culpable de haber sacado mi mejor versión de padre y la mejor versión de su madre.

Es la culpable demostrarme día a día que el mundo mirado a través de los ojos de un niño es mucho más bonito y sí merece la pena ser vivido cada segundo.

Es la culpable de enseñarnos que la verdadera inclusión, la verdadera tolerancia, el respeto y el amor verdadero consiste simplemente en tratar a los demás como lo hace ella, como una niña, con su inocencia, sin prejuicios.

En definitiva, es la culpable de habernos mejorado a todos y de haber cerrado un círculo perfecto en nuestra familia.

Gracias, Victoria, por ser culpable de todo.

¡¡Bendita culpa!!

¡¡Felicidades, hija mía!!

PONTE EN SU LUGAR.

Cuando veas a una madre triste, cansada, agobiada, desesperada, temerosa, ansiosa, deprimida, nerviosa, agotada o asustada

… porque le cuesta asumir su nuevo rol después del parto,

… porque tiene miedo de no poder amamantar a su hijo,

… porque piensa que su leche es insuficiente,

… porque lleva cogido todo el día a su bebé en brazos,

… porque su bebé duerme toda la noche en su cama,

… porque su hijo no quiere comer sólido,

… porque su bebé no gatea,

… porque su bebe no duerme toda la noche,

… porque su hijo le está montando un berrinche,

… porque a su hijo no le baja la fiebre,

En todas esas y otras situaciones,

antes dar tus “sabios” consejos,

PONTE EN SU LUGAR.

No juzgues precipitadamente ninguna situación.

Tu vivencia o experiencia de esa situación, si la tuviste,

no es necesariamente igual que la suya.

Piensa qué puede estar haciendo que viva esa situación de esa manera.

Trata de comprender siempre a una madre antes de juzgarla.

Trata siempre de ponerte en su lugar.

Cuantas veces…

¿Cuantas veces has pensado que tendrías por lo menos tres hijos? Hasta sus nombres tenías pensado, ¿verdad? Serían dos niños, el mayor y el pequeño, y una niña, la del medio. ¡Qué lindos!

También pensaste que tendrías el parto perfecto. Y pensaste también, quizás, que la lactancia sería tan fácil como se describe en los “manuales” de maternidad. No sólo lo pensaste sino que te atreviste a “aconsejar” a otras madres sobre cosas que aún no habías vivido.

Te imaginaste llegando a casa con tu recién estrenado bebé pensando que todo sería muy fácil, llenando de felicidad la casa y su cuarto, que con tanto mimo preparaste.

Imaginaste que comería cada tres horas y dormiría en su cuna mientras tú descansabas junto a tu marido.

Y habías imaginado también que más pronto que tarde llegaría la segunda, para multiplicar esa felicidad. Y un tercero. Y que todo sería perfecto.

Imaginaste que comerían fruta, que no montarían berrinches, que irían contentos al cole y que tú seguirías progresando en tu trabajo.

 

Pero eso no ocurrió.

Ocurrió la realidad.

Sí, la realidad siempre ocurre.

 

Tuviste tu primer hijo y no te quedaron fuerzas para desear un segundo. Porque el parto duele. La epidural, en el mejor de los casos, te quita el dolor físico, pero lo que más duele es el corazón. Te duele mucho el no haber parido, te duele que después de muchas horas de parto acabase en cesárea.

Te duele no haber conseguido dar el pecho. Y más te duele que te aconsejen.

Y también te duele no conseguir quitárselo. Te duele y te culpas.

Te duele que tu marido no entienda por qué te sientes mal.

Te duele, y te aterroriza, llegar a casa. Te duelen los consejos de las madres “perfectas”.

Te duele renunciar a tus sueños y también te duele que no lo entiendan.

Te duele no tener ni diez minutos para ducharte.

Te duele no poder estar sola. Y si consigues estarlo te culpas.

Te duele verte caer en los “errores” que tú corregías a las demás madres. Te duele verte gritar. Te duele verte sin fuerzas, y sin paciencia, para contar un cuento.

Sobre todo duele no reconocerte.

 

Déjame decirte una cosa:

No es que hayas fallado como madre ni como mujer.

Simplemente debes entender la maternidad es el proceso más transformador que sufrirás a lo largo de tu vida.

No te has fallado. Simplemente ser madre te ha transformado.

Aprende a valorarte como un madre real.

Aprende a valorar la perfección de una maternidad imperfecta.

No tienes que demostrar nada a nadie, ni siquiera a ti misma.

Ellos no juzgan, ellos sólo agradecen.

A menudo serás juzgada como madre.

A mendo no, continuamente

Todo el mundo se atreve a opinar.

Tan juzgadas te sientes que llega el momento que tú misma te juzgas.

Las mujeres os culpabilizáis las unas a las otras.

Tan ocupadas estáis de eso que, a veces, se os escapa un detalle fundamental:

Ellos no juzgan.

Ellos sólo agradecen.

Ellos son TUS HIJOS.

 

Ellos no te juzgan por si le diste la teta o el biberón,

ellos sólo valoran que te ocupaste de alimentarlo.

 

Ellos no te juzgan si lo pusiste a dormir en la cuna o hiciste colecho,

ellos sólo valoran que acudiste a su llamada en mitad de la noche.

 

Ellos no te juzgan por lo limpia y ordenada que esté tu casa,

ellos sólo valoran que lo acompañaras cada tarde al parque.

 

Ellos no te juzgan si tienes una montaña de ropa por planchar,

ellos sólo valoran que te tirases al suelo a jugar con él.

 

Ellos no te juzgan por quedarte la mesa sin recoger,

ellos sólo valoran que les contases un cuento cada noche.

 

¡ELLOS NO TE JUZGAN, ELLOS SÓLO VALORAN

TODOS AQUELLOS DETALLES QUE TE CONVIERTEN

EN UNA MADRE MARAVILLOSA!

 

Deja que la gente hable, tú sólo escúchalos a ellos.

Cada vez que te sientas juzgada, no te equivoques.

Piensa que

NO SON ELLOS LOS QUE TE JUZGAN, ELLOS SÓLO AGRADECEN.

Culpa, culpa y… culpa.

 

 

Ayer una más.

Una madre más que no podía más y se derrumbó.

Una de las pocas que se deja ver o ya no puede ocultarlo porque en la mayoría “la profesión va por dentro”.

 

Una madre más derrumbada en la consulta: Impotente, triste, desolada, y lo peor, CULPABLE.

 

Sí, culpable de todo.

Culpable por haberse quejado de dolor.

Culpable por no encontrarse al cien por cien para cuidar a su bebé.

Culpable por sentir miedo de no tener leche.

Culpable por tener miedo.

Culpable por sentirse triste.

Culpable por no entenderse a ella misma.

Culpable por sentir vértigo de la responsabilidad de cuidar bien a su criatura.

Culpable por sentirse así y que nadie (ni su pareja) no lo entienda.

Sí, culpable hasta de sentirse culpable.

 

Ayer me dio mucha pena pero hoy, cuando lo pienso, creo que fue una suerte que se derrumbara en la consulta, que se abriera, que se expresara, que compartiera, que llorara, que se desahogara…

Todos esos sentimientos retenidos desde el parto y que no había sido capaz de compartir ni siquiera con su pareja, por miedo a decir que se encontraba mal tras haber parido, afloraron con mucha magia en la consulta.

 

Después de lo que estuvimos hablando (y sintiendo) en la consulta creo que su pareja pudo comprender todos y cada uno de los sentimiento que una madre puede sentir tras el parto.

 

Pudimos hablar incluso de cómo evoluciona ese sentimiento de culpa. Es probable que dentro de unos meses o años, esa madre se sienta culpable por dejar el pecho, por perder la paciencia, por dejar su bebé al cuidado de otra persona, por no haberle dedicado más tiempo,… En fin, culpa, culpa y más culpa.

 

Esa culpa tardía sí que suele ser más compartida por ambos padres pero la culpa inicial la carga casi completamente la madre. Los padres tras el parto entran (o entramos) en una fase de euforia mientras muchas madres quedan pero las madres en esa fase están en una

 

Desde esta página quiero sacar estos sentimientos a la luz. No debemos esconderlos. La maternidad, en ocasiones, es dura. Las mujeres que están esperando para ser madres deben conocer también esta parte de la maternidad. Las madres que tienen estos sentimientos no deben sentirse solas. Los padres debemos saber cómo se sienten las mujeres ante el proceso que más cambia la vida de una mujer: la maternidad.

 

Pero también desde esta página quiero insistir en que la culpa es un sentimiento tóxico. Nos inutiliza, nos invalida.

Debemos alejarnos de la culpa.

No debemos sentirnos culpables de nada, puesto que no lo somos.

Debemos dejar de autoexigirnos ser los padres “perfectos”.

Nuestros hijos no quieren unos padres perfectos. Ellos lo que quieren son unos padres presentes, unos padres reales, unos padres felices…

 

Ellos sólo quieren un espejo donde mirarse:

UN ESPEJO REAL, NO UN ESPEJO PERFECTO.

¡No tienes que demostrar nada a nadie!

A ti, madre, madre de tu criatura, déjame decirte una cosa:

¡No tienes que demostrar nada a nadie!

¡Perdónate! ¡Quiérete! ¡Acéptate!

¡No tienes que demostrar nada a nadie!

Ni al papá, ni a tu bebé, ni a la pediatra, ni a la matrona, ni a la enfermera, ni a la abuela, ni a cada una de las personas que vendrán a la maternidad a visitarte.

Todos te darán lecciones de una “maternidad perfecta”, pero nadie te enseñara a ser madre.

A ser madre se aprende siendo madre, y tú ya lo eres. Eso es ya inevitable. Ya eres madres, aunque no quisieras.

Y, por cierto, eres la mejor madre para tu hijo.

No tienes que demostrárselo a nadie, simplemente lo eres.

¡No te sientas culpable!

¡Perdónate! ¡Quiérete! ¡Acéptate!

Eso sí, el miedo es libre. Tienes derecho a tener miedo.

¡Claro que tienes derecho a tener miedo durante el embarazo a que no todo salga bien!

¡Claro que tienes derecho a tener miedo a parir!

¡Claro que tienes derecho a tener miedo a no ser capaz de amamantarlo!

 

Déjame, también, decirte otra cosa:

Lo que ha ocurrido es algo grande, muy grande. Parte de ti ya no está en ti pero seguirá siendo, para siempre, parte de ti. Y a ti permanecerá conectada para siempre. Y esa conexión es muy especial. Esa conexión es muy íntima.

No tengas prisa por vivir toda tu maternidad en un día. Se vive poco a poco. Eso sí, no dejes de sentirte madre ni un solo día.

No tengas prisa por cuidarlo todo en un día. Se va cuidando poco a poco. Eso sí, no dejes de cuidarlo ni un solo día.

No tengas prisa por educarlo desde el primer día. Lo irás educando poco a poco. Eso sí, no dejes de educarlo ni un solo día.

No tengas prisa por quererlo infinito desde el primer día. Lo irás queriendo más cada día. Eso sí, no dejes de quererlo ni un solo día.

 

Te diré una última cosa:

Simplemente sé madre como tú quieras serlo.

 

El periodo de adaptación escolar.

angustia de separación

Agosto toca a su fin y de su mano trae a septiembre, el mes que a la depresión postvacacional hay que sumarle la incorporación de los niños a la escuela con su consiguiente periodo de adaptación. Adaptación de los niños a la guarde o al cole y adaptación de los padres a quedarse sin sus niños.

Con respecto a la guardería ya expuse mi opinión en este post.

El periodo de adaptación daría para escribir un montón de entradas, cada una desde un punto de vista. Podemos hablar de si es realmente necesario, de quién lo pasa peor (los padres o los niños), de si debe ser progresivo o más brusco,… pero hoy me centraré simplemente en algunos consejos para que la incorporación a la guarde o al cole sea lo menos “traumática” posible.

Es evidente que supone un gran cambio en sus vidas: pasan de estar campeando a sus anchas, en ocasiones incluso sin ningún tipo de rutina (se levantan a la hora que quieren, desayunan cuando quieren,…) a tener que cumplir estrictamente unos horarios y, lo peor, tener que separarse de sus padres.

Tened en cuenta que algunos de ellos ya lo vivieron el curso pasado pero para otros tantos es “su primera vez”. Hasta este momento no se habían separado nunca de sus padres (especialmente de las madres) y es, por tanto, normal que les angustie (habría que ver quien lo pasa peor, si los padres o los niños).

Ya sé que algunas vais a decir “pues el mío va encantado”. Pues eso, efectivamente cada niño es diferente (¡¡bendita diversidad!!) pero a algunos les costará más trabajo y es especialmente para estas familias a quien van dirigidos estos consejos:

– Es importante que aunque vosotros también tengáis angustia por la separación, no se la transmitáis. Vuestra actitud es muy importante.

Evitad hablar mal del cole o la guarde, al menos delante de ellos. Si no les generaréis una imagen previa muy negativa del lugar al que después les llevaréis.

– Si es posible acompañarles algún día al interior de sus aulas y mostrarles quién serán sus maestros o cuidadores, cuáles serán sus materiales. A ellos les dará mucha seguridad

– Intentad mantener unas rutinas. Los niños se sienten muy seguros precisamente con las rutinas. El salirse de ellas puede angustiarles.

– Esta va en mayúscula ya que es la más importante: ¡¡¡¡¡ NO MENTIRLES!!!!! Son chicos pero no tontos. Evitar las típicas frases “vengo ahora”, “voy un momento a casa y ahora mismo vengo”,… Es cierto que a los más pequeños no se les puede hablar de horas o minutos pero les podemos ayudar con alguna referencia como “antes de la hora de comer vendré a por ti”, …

– Podéis dejar que lleve un objeto que le aporte seguridad. Su osito, su gasita, … o aquellos amuletos que hacen que se sientan seguros.

Aparte de todos estos consejos conviene que sepamos manejar algunas situaciones frecuentes que pueden ocurrir.

Es frecuente que aparezcan dificultades en el sueño, rechazo de la alimentación, alteración del control de esfínteres,…

Una situación muy frecuente es que por el propio nerviosismo que les supone los primeros días, con el llanto, llegue a vomitar. Aunque ese vómito inicialmente no es intencionado, si ve que “se sale con la suya”, es decir, nos volvemos para casa, puede acabar aprendiendo a vomitar intencionadamente. Por eso, lo mejor si vomita es mantener la calma (ya sé que no es fácil cuando un niño te está montando un berrinche en la puerta del colegio con otros treinta padres mirando), intentar calmarlo a él, cambiarle su ropita y ¡hala, al cole! En pocos días desaparecerá.

Tampoco conviene hacer despedidas eternas: “¡venga, otro besito!”, y me doy la vuela y “¡venga, otro besito!” y así hasta diez veces. Eso puede generar la falsa esperanza de que nos quedaremos con él.

Concretando:

  • Lo primero: ¡fuera el sentimiento de culpa! Eso nos bloquea.

  • Lo segundo: hacerle ver que lo llevamos a un sitio “agradable” e intentar no transmitirle nuestra propia angustia.

  • Lo tercero: si llora, calmarlo, aportarle seguridad, y con decisión ¡al cole!

En pocos días seguro que está muy contento.

Comparte esta información si piensas que le puede resultar interesante a otras familias.

La maternidad y sentimiento de culpa.

madre culpable

“Doctor, sé que me vas a reñir pero… yo ya le he metido la fruta”. Me decís muchas mamás mirando al padre como diciendo… “vamos, cari (o calzonazos), di por lo menos que fue una decisión que tomamos entre los dos”.

“Doctor, no debería haberlo hecho pero… ya lo he pasado a la silla. Sé que te lo debería haber consultado antes pero es que ya lo veía que no cabía en el capazo”. Y os quedáis mirándome para ver cuál es mi reacción. Como si yo en ese momento fuese a levantarme y decir “¡¡¡¡No, no y no!!!! ¡¡¡¡ Muy mal!! ¡¡¿¿Pero cómo os habéis atrevido a tomar una decisión sobre vuestro hijo sin consultarme??!!

“Doctor, no me riñas pero… ya le he quitado el pecho. Es que veía que no se saciaba y mi suegra y su hijo, mi marido (en ese momento mira para todos los lados en la consulta para asegurarse una vez más que no están allí y se puede desahogar) no paraban de decirme que mi leche no le alimentaba”.

Y eso por no hablar de las madres que el día que viene solas (sin maridos, sin amigas, sin suegras, sin cuñadas, …) se desahogan.

Podría poner mil ejemplos más. Creo que sabéis de lo que estoy hablando, ¿no?

Me llama mucho la atención la capacidad que tienen muchas madres de asumir la culpa de situaciones de las cuales no son, en absoluto, responsables.

Como si no tuvieran ya bastante con el sentimiento de inseguridad de estar haciendo adecuadamente o no las cosas, las madres se erigen desde el mismo momento del parto, no sé por qué mecanismo (no sé si con el último empujón del expulsivo, si en el alumbramiento,…) en  las reinas y señoras de LA CULPA.  A partir  de ese momento cualquier cosa que no salga como se pensaba (el niño duerme mal, tiene rabietas, es un mal comedor, …) la culpa será de mamá.

Pena. Sí, mucha pena me da escuchar esas retahílas que me contáis empezando «Doctor, ya se que no lo debería…» Dan idea de cuánto sufre una madre por cada decisión que toma.

Ya sabéis, todas las vecinas del 4º tienen unos que duermen del tirón todas las noches, todas las abuelas fueron las mejores cuidadores que consiguieron que sus hijos se comiesen hasta la última cucharada del plato de lentejas antes de levantarse de la mesa, todas las amigas (si se pueden llamar así) tienen niños que nunca se ponen malos,  todas las cuñadas dieron el pecho sin problemas, sin grietas, sin dolor, sin dudas,…

Desde aquí os digo alto claro que mi trabajo no consiste en reñir a la gente. Mi trabajo, como mucho, consiste en asesorar desde el punto de vista médico sobre algunas cuestiones sanitarias que las familias no tienen por qué conocer (vacunaciones, seguimiento del desarrollo psico-motor,…)

No, no y no. Los hijos son vuestros y también las decisiones. Por supuesto la decisión que toma una familia está bien tomada. Ya comenté en otro post cuánto daño podemos hacer los pediatras (puedes leerlo pinchando aquí).

El estilo de crianza es algo muy personal (o familiar). Cada familia tiene el suyo y, por supuesto, piensa que es el mejor.

Un consejo: Disfrutad, disfrutad y disfrutad. La decisión que toma una madre sobre su hijo es siempre la adecuada, simplemente por eso, porque la ha tomado SU MADRE.

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¿Y tú eres de teta o de bibe?

pechobiberon

Últimamente me he encontrado muchas madres con demasiado sentimiento de culpa por haber dejado de dar el pecho a sus bebés. “Lo he tenido que dejar porque en la última semana no me había puesto peso” me dicen mirando hacia abajo, como si estuviesen justificándose delante de un tribunal acusador.

A su vez me encuentro con muchas madres que sufren por seguir dando el pecho a sus bebés. Casi avergonzándose me cuentan otras: “Doctor, estoy muy agobiada porque mi niño de 20 meses no quiere desayunar, sólo me busca el pecho”.

En relación a esto os cuento otra de mis anécdotas recientes en la consulta:

– “Doctor, ¿tú eres de teta o de bibe?”

– “¿Cómo?, ¿Es que tengo que elegir? Soy pediatra e intento hacer lo que creo que es mejor para cada niño. Esa es mi función. Con respecto a alimentación del bebé considero la situación del bebé, el contexto familiar, y consensúo con la familia lo que creemos mejor en cada caso”.

Pareciera que hay que decantarse en todo: Betis o Sevilla, Real Madrid o Barcelona, PP o PSOE, blanco o negro, teta o bibe,…

Creo que eso no es bueno. En determinadas cosas conviene no ser “fanático”. Afortunadamente en la vida no todo es blanco o negro, existe una amplia gama de grises, o mejor, una infinita gama de colores. Todo depende de la óptica con la que se mire.

De todas maneras con respecto a lo de teta o bibe, en principio, parece fácil definirse: la mejor leche para un bebé es la leche materna, de la misma manera que la mejor leche para un ternero es la leche de vaca y la mejor leche para un cerdito es la leche de cerda. Esto es fácil de entender. No lo elegí yo. La naturaleza funciona así.

Pero de la misma forma la mejor madre para un gatito es mamá gata, para un perrito es mamá perra y PARA TU HIJO LO ERES TÚ.

Pero también es cierto que, gracias a la evolución, los humanos nos hemos ido adaptando y la mayoría de los niños toleran otros tipos de leche. De estos tipos de leche la más utilizada es la leche de vaca, por su parecido a la materna y por su relación calidad-precio. Pero cada vez más se están empezando a utilizar leche de otras especies animales como la leche de cabra o, leches vegetales (soja, almendra, arroz, …).

Me da mucha pena que una madre sufra por quitarle el pecho a su bebé. Me da, igualmente, mucha pena que una mamá sufra por continuar dándole el pecho a su bebé. Pero lo que más pena me da, realmente, es que este sufrimiento sea debido a un mal asesoramiento.

Hay demasiada gente (vecinas del 4º, cuñadas, abuelas, … e incluso pediatras) que sabe todo sobre la crianza de los niños. Algunas frases que todos hemos escuchado:

  • Pues en mi tiempo esto era así…”

  • Yo he criado a tres y lo mejor es….”

  • Señora, el pediatra soy yo, no me vaya usted a decir…”

  • …” (seguro que podríais añadir otras veinte similares).

Así que sólo quiero que recuerdes esto:

¡¡NO TE JUZGUES, NI DEJES QUE TE JUZGUEN, LA MEJOR MADRE PARA TU HIJO ERES TÚ!!

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