Dolor de garganta

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El dolor de garganta es una de las quejas más frecuentes de los niños en las consultas de pediatría. En muchas ocasiones utilizamos, como si fueran sinónimos, los términos dolor de garganta, faringitis, amigdalitis, faringoamigdalitis pero realmente  no se tratan del  mismo proceso.



Aclararé ciertas dudas.

¿Cómo podemos saber la causa?

En raras ocasiones el dolor de garganta va ser producido por un cuerpo extraño (por ejemplo cuando en niño se clava una espina de pescado al comer).
Casi siempre el dolor de garganta va a ser producido por una infección vírica o bacteriana. Precisamente esta diferencia en la causa, vírica o bacteriana, va a ser la que influya a la hora de poner el tratamiento al niño.
Existen pruebas disponibles en algunas consultas de pediatría general y en algunas consultas de urgencias en las que tomando una muestra de la garganta del niño con un bastoncillo en pocos minutos nos ayudará a distinguir entre estas dos causas.
Pero lo cierto es que en la mayoría de las ocasiones, sin utilizar esta prueba, los pediatras intuimos con bastante probabilidad de acierto si se trata de una infección vírica o bacteriana.
Los datos que más nos ayudarán a decidir son: la edad, el grado de temperatura, los síntomas acompañantes (tos, mucosidad,…), la presencia de exudado en las amígdalas (“puntos o placas en la garganta”), la presencia de adenopatías cervicales (“ganglios en el cuello”).
De esta manera, lo típico en los virus es que se trate  de un niño menor de 3 años, que la fiebre no sea muy alta y asocie otros síntomas como mucosidad clara, tos, … y no haya unos ganglios demasiado llamativos.
En ocasiones, incluso, nos atrevemos a poner nombre al virus porque las lesiones que observamos son muy características. Por ejemplo si su hijo tiene una infección por el virus de Coxsackie, es posible que también tenga una o más ampollas en la garganta y en sus manos y pies (por lo que suele llamársele enfermedad de mano-pie-boca). La mononucleosis infecciosa, como ya vimos en otro post, puede producir dolor de garganta, con fiebre que puede durar hasta una semana, acompañado de exudado en las amígdalas, ganglios aumentados de tamaño, exantema (“manchas en la piel”) y, sobre todo, cansancio.
Por otro lado, lo típico de las infecciones bacterianas es que se produzcan en niños más mayores, en edad escolar e incluso adolescentes, con fiebre muy alta y habitualmente acompañado de un dolor muy intenso al tragar y aumento del tamaño de los ganglios del cuello. Normalmente no se acompaña de otros síntomas catarrales como la tos o la mucosidad.
La bacteria que más frecuentemente produce estos cuadros es el Streptococcus pyogenes. En algunas ocasiones esta bacteria, al liberar toxinas, produce un cuadro más generalizado, llamado escarlatina, que típicamente asocia un exantema con la piel muy rasposa, como “papel de lija”.

¿Cuál es el tratamiento?

En el caso de las infecciones víricas no tratamos la causa. Haremos sólo tratamiento sintomático, utilizando ibuprofeno, como antiinflamatorio, e intentaremos mantener un adecuado estado de hidratación.
En las infecciones bacterianas, para evitar complicaciones, será necesario tomar antibióticos por vía oral. Los más utilizados son la amoxicilina o la penicilina.

¿Cuándo debo consultar al pediatra?

Se debe consultar con el pediatra si hay fiebre alta, dolor intenso de garganta o erupción generalizada.
Debido a nuestro principal mecanismo de defensa, la fiebre, tanto las infecciones víricas como por estreptococo, suelen curan solas en el plazo de 2-4 días. Por tanto, si los síntomas persisten pasado ese tiempo será necesario consultar al pediatra.

¿Se pueden prevenir las infecciones de garganta?

Como cualquier infección respiratoria, en la edad infantil, es difícil de prevenir ya que el contagio se produce por contacto estrecho de persona a través de las gotitas que expulsamos al toser, hablar,… También puede transmitirse la infección a través de las manos, después de tocar un objeto contaminado por otra persona infectada. Por eso, el lavado frecuente de manos es importante en la prevención todas de las infecciones respiratorias.

Comparte esta información con otros padres y evitarás la angustia de muchos padres por no sabe si su hijo necesita antibióticos cuando le duele la garganta.

Intolerancia a la lactosa.

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Hay determinados alimentos que «están de moda».
Quizás la leche es el más llamativo: tiene muchos fans y también muchos detractores.
Como en todo en la vida, en el término medio está la virtud.
Aclararé ciertos conceptos. Hoy hablaré de la intolerancia a la lactosa.

¿Qué es la lactosa?
La lactosa es el “azúcar” de la leche.  Para ser digerida y absorbida es necesaria una enzima llamada lactasa, que está en las células que tapizan el intestino delgado.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
Cuando la lactasa falta total o parcialmente, la lactosa no se digiere ni absorbe en el intestino delgado por lo que llega hasta el intestino grueso (colon) donde las bacterias hacen que fermente. Esto hace que se produzca gran cantidad de gas que dará lugar a los síntomas que diré más adelante.
Normalmente, en los primeros meses de la vida, el intestino tiene una gran cantidad de lactasa, pero a partir de los 2-3 años de edad esta enzima va desapareciendo poco a poco. Algunos niños no tienen síntomas hasta varios años más tarde, en la adolescencia o incluso en la edad adulta.
Es muy raro el déficit primario de lactasa (intolerancia congénita a la lactosa), es decir, que un bebé nazca sin esta enzima y, por tanto, no sea capaz de digerir la leche “normal”. Pero sí es más habitual, que de forma transitoria, por “un daño” en el intestino, por ejemplo tras una gastroenteritis, esta enzima falte (total o parcialmente) y se produzca lo que los médicos llamamos intolerancia secundaria  a la lactosa.

¿Cómo se manifiesta?
La mayoría de los intolerantes a la lactosa lo son sólo parcialmente, es decir, conservan cierta cantidad de lactasa y, por tanto, cierta capacidad de digerir y absorber la lactosa. Sólo cuando sobrepasan esa capacidad al tomar más leche, aparecen los síntomas.
Los síntomas más típicos son:
– dolor abdominal
– gases y distensión abdominal
– diarrea, que suele explosiva (por la fermentación) y ácida. Esto hace que la defecación sea desagradable por el escozor y, en los más pequeños, la piel de la zona del pañal se irrite.

¿Es una enfermedad grave?
No. En general es leve y las molestias desaparecen al dejar de tomar leche o utilizar lactasa.

¿Cómo se diagnostica?
La mayoría de las veces, y siendo práctico, puede ser suficiente con probar si los síntomas desaparecen al suprimir la leche de la dieta durante varias semanas.
Se pueden hacer otras pruebas para confirmarlo:
–  Test de hidrógeno espirado: el aire que se expulsa de los pulmones después de haber tomado leche contiene más hidrógeno si se es intolerante a la lactosa.
Sustancias reductoras en heces: comprobar que en las heces hay más sustancias ácidas.

¿Esta enfermedad es hereditaria?
No necesariamente de una madre intolerante a la lactosa nace un bebé intolerante a la lactosa, pero sí hay cierta agrupación familiar, es decir, suele haber en esa familia varias personas que “no les sienta” bien la leche.
También influye la raza, probablemente por la adaptación  evolutiva a los distintos estilos de alimentación. En Europa, la intolerancia a la lactosa es mucho más infrecuente que en otras zona, sólo la padecen aproximadamente la cuarta parte de la población.

¿Es lo mismo la intolerancia a la lactosa que la alergia  a la proteínas de la leche de vaca?
No, no tienen nada que ver.
La intolerancia a la lactosa es la intolerancia al azúcar de la leche. Se manifiesta con síntomas digestivos y suele aparecer en niños más grandecitos.
La alergia a la proteína de leche de vaca es producida por las proteínas de la leche. Se puede manifestar con síntomas digestivos pero suelen tener reacciones en la piel. Se produce generalmente en bebes de muy poca edad, días o pocos meses.

¿Cuál es el tratamiento de la intolerancia a la lactosa?
Excluir la lactosa de la dieta o disminuir la ingesta hasta que desaparezcan los síntomas.

¿Qué alimentos contienen lactosa?
Por supuesto, LA LECHE.
También existe lactosa en el resto de los lácteos (batidos, flanes, natillas, …) o en platos que se hacen con leche (croquetas, canelones, bechamel,…). También en los helados, bollería, pasteles y chocolate.
Para algunos niños “muy intolerantes” a la lactosa será necesario leer con atención la etiqueta de los alimentos envasados porque éstos pueden contener algo de lactosa (salchichas, embutidos, …).
Sin embargo, debido a la fermentación, el yogur y el queso (sobre todo el queso muy curado) tienen muy poca lactosa.

Pero si no toma leche, ¿cómo se si mi hijo esta tomando el calcio suficiente para crecer bien?
En el primer año de la vida la leche un alimento fundamental en la alimentación de los niño.
Después ya no es tan importante, ya que pueden comer otros alimentos muy variados que también contienen calcio como son algunas verduras (brócolis, espinacas, …), legumbres (soja, garbanzos, guisantes, …), pescados (salmón, gambas, almejas, …), alimentos enlatados (sardinas, …) o frutos secos (pistachos, pipas, …)

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El impétigo.

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Con el comienzo de los colegios y guarderías, y todavía con bastante calor, son frecuente algunas infecciones de la piel como el impétigo.

Aclararé algunas dudas:

¿Qué es el impétigo?
Es una infección de la piel producida por gérmenes que habitualmente viven en ella. Los más frecuentes son el Staphylococcus aureus y el Streptococo pyogenes.

¿Por qué se produce?
Algunas circunstancias como picaduras de insectos, lesiones por rascado, heridas, … inoculan estas bacterias al interior de la piel. Una vez en el interior por contacto directo, o bien por liberación de toxinas, producen lesiones ampollosas y costrosas.

¿A quién afecta?
Puede aparecer a cualquier edad pero es más frecuentes en niños entre 2 y 5 años.

¿Cómo se contagia?
El germen se transmite por contacto directo.Es muy contagioso. El propio niño puede extender la lesión mediante el rascado y pequeñas heridas en  piel sana.  El contagio también se produce por el transporte de las bacterias en la ropa, toallas, ropa de cama, utensilios escolares y otros objetos.
Algunos factores como el hacinamiento, las pequeñas heridas cutáneas, la higiene deficiente y el clima húmedo y cálido pueden favorecer la infección.

¿Cómo se manifisesta?, ¿cómo son las lesiones?
Existen dos tipos de impétigo:
– El impétigo contagioso (o costroso) comienza con una pequeña manchita roja en la piel que evoluciona a vesícula que en su interior tienen un líquidos espeso del color de la miel. Estás vesículas se rompen muy fácilmente y se transforman en costras. Normalmente afecta a la cara (comenzando casi siempre alrededor de la nariz o la boca) y las extremidades.

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– El impétigo ampolloso afecta sobre todo a los recién nacidos. Son lesiones que se presentan como ampollas grandes y frágiles localizadas sobre todo en el tronco, las extremidades y el área perineal.

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En cualquier caso estas lesiones de vesículas o costras no duelen y no dejan cicatriz. A veces se puede aumentar el tamaño de los ganglios de las zonas de alrededor.

¿Cuál es el tratamiento?
Inicialmente debemos lavar las lesiones con agua y jabón e intentar despegar las costras con aceite o vaselina.
En el caso de lesiones pequeñas utilizaremos un antibiótico tópico (mupirocina o ácido fucsídico).
Si las lesiones están muy extendidas (o en los recién nacidos) se asocia  antibiótico oral (cloxacilina, amoxicilina-clavulánico, cefuroxima)
El tratamiento suele prolongarse un total de 10 días.

¿Se puede prevenir?
Lo más importante es lavar bien las manos y cortar bien las uñas tanto de los niños como de sus cuidadores.
No compartir ropas, toallas, juguetes, … Si no se puede evitar el contacto con otros niños se puede cubrir las lesiones con gasas o vendas.
Debemos evitar llevar al niño a la guardería hasta que dejen de apraecer lesiones nuevas.

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Vacunación frente a meningococo B.

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Afortunadamente, en los últimos meses, se están encadenando varios pequeños GRANDES avances en la vacunación en la infancia. Aunque llegan tarde, los pediatras lo celebramos con la esperanza de poder seguir cuidando a nuestros niños con la filosofía de “más vale prevenir que curar”.

El pasado 30 de julio os informé, a través de este post , del cambio que había habido con respecto a la vacuna de la varicela a partir de 2016.

Y ayer supimos a través de la web de la Agencia Española de Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS) que la vacuna frente a meningococo B (Bexsero®) que anteriormente figuraba como de “uso hospitalario”, ahora pasa a ser “medicamento sujeto a prescripción médica”. Este es el paso previo para su dispensación en farmacias y compra libre tras la prescripción del pediatra. Podéis consultarlo en el siguiente link . En muchos países de Europa, igual que la vacuna de la varicela, ambas vacunas están disponible en farmacias, incluso incluida en calendarios oficiales de algunos países o regiones.
Como podéis ver también en este enlace el comité Asesor de Vacunas dice textualmente: “Aunque, por el momento, el cambio de condiciones de prescripción de este medicamento no ha sido anunciado ni comentado por fuentes del Ministerio, es de esperar que esta modificación administrativa se siga con la pronta distribución, a las farmacias comunitarias de nuestro país, de la única vacuna autorizada frente al meningococo B y cuyo acceso está restringido, desde su comercialización, por decisión de la agencia española”.

Y ¿quién puede ponerse la vacuna (en cuanto a los pediatras nos autoricen a prescribirla)?

Todos los lactantes (mayores de 2 meses), niños, adolescentes y adultos. Podeís consultar aquí  la ficha técnica de esta vacuna para ver la pauta exacta en función de la edad de vuestro hijo.

¿De que meningitis estamos hablando?

Desgraciadamente por mi trabajo en Cuidados Intensivos Pediátricos he visto a muchos niños morir o quedar con secuelas muy graves por este tipo de meningitis. Desde que se generalizara la vacuna antineumocócica prácticamente todas las sepsis y meningitis que vemos en las UCIs pediátricas son por meningococo. En Europa, el serotipo más frecuente es meningococo B (que es precisamente el serogrupo que incluye la vacuna).
Esta enfermedad es mucho más frecuente y de peor pronóstico en niños menores de 2-3 años, seguidos de los adolescentes, pero puede ocurrir a cualquier edad. Aproximadamente el 10% de los niños que padecen una infección por este germen fallecen y aproximadamente un 30% queda con secuelas graves permanentes (ceguera, sordera, amputación de miembros, …)
Después de ver estos datos, comprenderéis que los pediatras estemos celebrando esta noticia. Pero no podremos estar tranquilos hasta que no tengamos una fecha exacta para que se puedan dispensar estas vacunas en las farmacias.

Os mantendré informados puntualmente.

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Bronquitis / Crisis asmática.

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Exactamente bronquitis no es sinónimo de asma. Científicamente podemos hacer muchas consideraciones sobre la diferencia pero prefiero, como otras veces, ser más práctico y para este post utilizarlo como sinónimo porque para el “manejo habitual” podemos igualar el tratamiento de una bronquitis y el de una crisis asmática.

Un poco diferente es cuando los pediatras hablamos de bronquiolitis (suelen ser pacientes más pequeños y esto tiene unas consideraciones especiales porque la anatomía de los más pequeños es diferente y por la respuesta más variable de éstos a la medicación). Podéis repasar todo sobre la broquiolitis haciendo click aquí.

¿Qué es el asma/bronquitis en un niño?

El asma es la enfermedad crónica más frecuente de la infancia, en la que existe un espasmo del bronquio (se cierra) acompañado de una inflamación de su pared (que lo cierra aún más) por lo que existe dificultad para respirar. Aparece en forma de brotes, es decir, existen periodos en los que el niño se encuentra asintomático y periodos en los que el niño presenta tos y dificultad respiratoria.
Aproximadamente 10% de los niños en España sufren la enfermedad. Suele aparecer en edades tempranas.

¿Cuál es la causa?

La más frecuente suele ser una infección vírica que se inicia como un resfriado o catarro común.
En los niños con alergia, la exposición a sustancias a las que son sensibles (ácaros del polvo, polen pelo de animales….) pueden producir inflamación bronquial.
Otros factores irritantes, como el humo del tabaco o la contaminación ambiental, pueden precipitar las bronquitis o crisis asmáticas.

¿Cuáles son los síntomas de una bronquitis/crisis asmática?

El síntomas más precoz y más frecuente es la tos (esto no significa que todos los niños que tosen tengan una crisis asmática o una bronquitis).
En casos moderados pueden presentar ruidos en el pecho (“pitos”), tiraje (se les marcan las costillas  o el hueco supraestenal al respirar) y/o respirar más rápido de lo habitual (polipnea).
Los niños más grandecitios pueden referir sensación de ahogo u opresión o dolor en el pecho.
Los síntomas suelen empeorar por la noche y con el ejercicio.

¿Qué puedo hacer?

Mantener al niño en reposo, en un ambiente tranquilo y sin humo.
La mejor posición para respirar es la de sentado. Si es un lactante pequeño, o para dormir, es recomendable elevar el cabecero de la cama o la cuna.
Si se tiene experiencia en más episodios de bronquitis y se sospecha  un nuevo episodio, lo mejor es probar el tratamiento en el domicilio con broncodilatadores (salbutamol).
Está demostrado que cuanto más precoz se inicie el tratamiento, a la larga, más rápido se resolverá el cuadro y menos medicación necesitará. Por tanto, es mejor evitar la frecuente situación de “lo veo muy asfixiado, doctor, pero no le he puesto ventolín para que usted lo escuche bien”. Lo importante no es cómo lo escucha el pediatra sino aliviar cuanto antes la dificultad respiratoria del niño.

¿Qué medicamentos se utilicen en una bronquitis/crisis asmática?

Básicamente se utilizan 2 grupos de fármacos:
– Los que abren o dilatan el bronquio (broncodilatadores): se suelen utilizar de forma inhalada, por lo que en niños lo mejor es utilizarlos con cámara de inhalación. Son de acción muy rápida. El más utilizado es el salbutamol.
– Los que evitan o disminuyen la inflamación del bronquio (corticoides): se utilizan por vía oral para el tratamiento de las crisis moderadas. El más utilizado es la prednisolona. También se pueden utilizar por vía inhalatoria (con cámara de inhalación) como medida preventiva. De éstos el más utilizado es la budesonida.

¿Cómo se trata una bronquitis o crisis asmática?

Las dosis habitualmente recomendadas ante una crisis asmática son 4 inhalaciones cada 20 minutos, hasta 3 tandas (60 minutos). Si tras este tratamiento hay una mejoría clara y se mantiene unas 4 horas, se administrarán entre 2 y 4 inhalaciones cada 4 horas.
Sin embargo, si no mejora con el tratamiento o la mejoría es pasajera, se aconseja consultar en un servicio de urgencias.
Cuando la crisis es más intensa, el médico puede aconsejar el tratamiento con corticoides.

¿Cuándo debo consultar en un servicio de urgencias?

– Cuando el niño tenga dificultad importante para respirar, es decir, respira muy rápido, se le marcan las costillas, respira con el abdomen o se oyen “pitos” con claridad.
– Si el niño está somnoliento, muy irritable o apenas puede hablar o caminar.

– Si el niño se pone pálido o morado.
– Si está necesitando los broncodilatadores muy frecuentemente (cada menos de 2 horas) o no parece no responder a ese tratamiento.

¿Se pueden prevenir?

Cuando un niño presenta un cierto número de bronquitis o crisis de bronquitis en poco tiempo el pediatra valorará el uso de un tratamiento preventivo.

¿Cómo se puede prevenir?

– Si el pediatra aconsejó el inicio del tratamiento preventivo, es conveniente administrarlo para evitar recaídas.
Evitando los catarros, por tanto optimizar el estado de hidratación (ofrecer agua frecuentemente) y los lavados nasales.
Evitar la inhalación del humo del tabaco.

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Lavados nasales

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Con el comienzo del curso de la guarde y del cole, puntual a su cita, como cada año, han llegado LOS MOCOS.

No sé cuantas veces habré repetido ya en estos días lo siguiente: “A partir de ahora, aceptamos MOCO como animal de compañía” “El objetivo no es que el niño esté absolutamente limpio de moco, esa guerra la damos por perdida. El objetivo ahora es que el moco no se complique, es decir, no se baje al pecho, no se meta en el oído, no se infecte,…”

Pero, ¿entonces no puedo hacer nada para acabar con los mocos?

Existen dos medidas que son fundamentales para intentar “mantener los mocos a raya”:

– Mantener un óptimo estado de hidratación: ofrecer líquidos abundantes, especialmente AGUA.
– Hacer lavados nasales con frecuencia.

¿Cuántas veces al día puedo hacer los lavados nasales?

La respuesta que doy a todas las familias en la consulta es “¿Cuántas veces pueden ustedes sonarse los mocos cuando están resfriados?”. Obviamente lo entienden rápido. Es decir, los lavados nasales con suero fisiológico sustituyen al pañuelo en niños que aún no saben sonarse.
Se puede hacer tantos lavados nasales como sean necesarios para que el niño esté más cómodo y pueda respirar mejor.

¿Cómo se hacen los lavados nasales?

Casi más que explicar cómo se hacen los lavados nasales debería explicar cómo se debe inmovilizar a un niño para conseguir hacer esos lavados. Ya habréis probado que en cuanto son más grandecitos ven el bote del suero  y “les falta casa para correr”.

Algunos consejos para hacer un lavado nasal adecuado son:
– Es recomendable hacer los lavados antes de dormir y antes de las tomas en los bebés.
– Suele ser suficiente con 1,5-2 ml en cada fosa nasal en niños pequeños y hasta 5 ml en niños mayores. La sensación será menos desagradable si el suero está a temperatura ambiente.
– El niño puede estar tumbado (boca abajo o boca arriba, como mejor se le sujete), procurando girarle la cabeza hacia un lado e intentando que no se eche hacia atrás. Cuando esté bien sujeto, se echa el suero fisiológico por el orificio que queda arriba, “con decisión”. Tras esta maniobra, sobre todo si está boca arriba, se le puede sentar para favorecer la expulsión de las secreciones. Posteriormente, se repite la maniobra para echar el suero en el otro orificio nasal, girándole la cabeza hacia el lado contrario.
Algunos niños mayores son capaces de realizarse los lavados ellos mismos, inclinando la cabeza hacia un lado y posteriormente al contrario, y echando el suero por el agujero nasal que queda más arriba.
– Parte de los mocos los expulsarán y otra parte se los tragarán. Eso es normal.

¿Cada vez que le hago un lavado nasal debo aspirarlo?

La mayoría de las veces, tras el lavado nasal, la vía aérea queda lo suficientemente despejada para que no sea necesario aspirar. No es recomendable usar con tanta frecuencia los aspiradores de secreciones ya que la presión de succión que producen puede ocasionar sensaciones desagradables en el oído y resecar la mucosa.
Limitaremos su uso a 2-3 veces al día, solo si hay mucho moco para aspirar y sin hacerlo de forma brusca.

Recordad, el objetivo no es que el niño esté absolutamente limpio de moco sino que se encuentre lo suficientemente confortable como para comer y descansar adecuadamente.

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La vuelta al cole.

image Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Se aproxima el comienzo del curso escolar y comienzo a detectar en la consulta varios problemas que me hacen cuestionar en qué momento hemos perdido el sentido común. El nivel de ansiedad de los padres está ya por las nubes. Hoy día, la vuelta al cole es especialmente dura para los padres. Ya respiro en el ambiente la ansiedad anticipatoria por unas rutinas que ellos mismos se autoimponen como obligatorias. Hablo fundamentalmente de varios momentos del día como son llevar a los niños hasta la misma puerta de la escuela, casi siempre en coche, hacerle los deberes a los niños por la tarde y llevarles a jugar al parque. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Ahí están los superpadres y supermadres, levantándose a las 6 de la mañana para dejar a los niños en el aula matinal y a continuación completar una dura jornada laboral. A la vuelta del trabajo, recogerlo nuevamente en el coche y, a casa, a hacer los deberes con el niño. Lo peor de todo es que de tanto justificarnos hemos llegado a creernos que eso es lo normal. Todo, por supuesto, basado en miedos infundados: – ¿y si al niño le pilla un coche?, me dicen. Seamos serios, ¿cuántos niños son atropellados de camino al colegio? Créanme, precisamente con la aglomeración de coches que se produce a las horas de  entrada y salida en las puertas de los colegios, hoy día sí que podríamos considerar que caminar por los alrededores del colegio es un “deporte de riesgo”. – ¿y si lo secuestran?, intentan justificarse. Nuevamente, seamos serios, ¿cuántos niños son secuestrados de camino al colegio? Soy de un pequeño pueblo de Extremadura, donde he crecido feliz y contento. No soy de la época de los burros y los carros. Cuando yo iba a la escuela ya existían los coches. Podría contar con los dedos de la mano las veces que mis padres me acompañaron hasta la puerta del colegio, y mucho menos, en coche. El pueblo no ha cambiado tanto desde que yo era pequeño, salvo por la aglomeración de coches que se produce en la puerta del colegio a la hora de la entrada y la salida de los críos a la escuela. Plantear hoy en mi pueblo, y creo que en cualquier pueblo de España, que un niño vaya andando solo al cole podría ser considerado casi un maltrato. “¡Por Dios, ¿estás loco?, ¿cómo va a ir el niño solo a la escuela?”. No recuerdo que en mi pueblo, camino de la escuela, ningún niño fuese atropellado, ¡¡ni secuestrado!! El camino a la escuela era una situación más donde teníamos que aprender a organizarnos, siempre había un amigo que era más tardilón. Debíamos calcular y responsabilizarnos de si llegábamos tarde, había que espabilar porque si no tendríamos que justificarnos ante don Luís. Aún recuerdo incluso algunas conversaciones de camino al colegio. Era un momento del día importante donde contábamos chistes, repasábamos la lección o incluso compartíamos algunos secretos, en definitiva, hacíamos grupo. Por favor, aparte del flaco favor que desde el punto vista físico les hacemos a nuestros hijos llevándoles al cole en coche, no les privemos de esos momentos de autonomía. Necesitan saber que no viven en un mundo malicioso. Llevarles hasta la misma puerta del colegio, es “enseñarles” que el mundo que hay más allá de las vallas del colegio es un sitio lleno de peligros donde ellos no pueden moverse solos. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Y con respecto a hacerle los deberes a nuestros hijos podría escribir un libro. Si al inicio del curso escolar detecto ansiedad en los padres, no os quiero contar cuando se acerca la época de exámenes. Pareciera que son los propios padres quienes se van a examinar. No voy a decir nada que no sepáis, pero debemos recordar el proverbio chino “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. Estudiar con ellos no significa hacerles los deberes. Ellos son los responsables de anotar qué deberes tienen que hacer para el día siguiente, qué temas entrarán en el examen, cómo van a distribuir su tiempo, … y deben aprender de sus errores, deben darse cuenta que no organizarse adecuadamente tiene sus consecuencias. Por favor, dejemos que sean ellos los que experimenten la sensación de fracaso cuando uno no hace bien las cosas, y por supuesto, no les robemos la maravillosa experiencia del ÉXITO cuando uno consigue las cosas por sí mismo. Padres hiperprotectores  pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado? Y lo que ya es el colmo de lo que considero una sociedad enferma: acompañamos a los niños para que jueguen en el parque. Por favor, dejemos que nuestros hijos jueguen solos, que aprendan lo difícil pero lo emocionante de las relaciones sociales. No les privemos la libertad de elegir cómo juegan y a qué juegan. No seamos hipercontroladores e hiperprotectores. Es necesario que la gallina se acueste encima de los huevos para que éstos eclosionen e incluso que se acueste encima de los pollitos  para darles calor cuando son pequeños, pero si continúa acostada encima de ellos cuando crecen, termina asfixiándolos. Pero, ¿qué ha pasado?, ¿en qué momento hemos mutado?

Las caries.

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Entendamos primero por qué se producen las caries:

Lo primero a destacar es que la caries es una enfermedad infecciosa y,  por tanto, se puede transmitir.

En la boca, como en otras partes del cuerpo (intestino, vagina,…), existen gran cantidad de bacterias que se encuentran en un “equilibrio perfecto”, formando la flora bucal.
El problema se inicia cuando por diferentes motivos, especialmente por exceso de azúcares o falta de higiene, ese equilibrio se rompe y empiezan a predominar las bacterias que producen la caries. La más importante de éstas es el estreptococo mutans. Esta bacteria al fermentar los azúcares de la dieta produce ácido, el cual, además de “cargarse” el esmalte, hace que las “bacterias buenas” no puedan vivir y comienzan a predominar los estreptococo mutans, perpetuándose el circulo vicioso.

Los niños en el útero están “estériles”, no tienen flora bucal, ni vaginal, ni intestinal,… En el mismo canal del parto ya se contaminan y comienza a aparecer estos gérmenes de la flora.
Hablando hoy de la flora bucal, cuanto más tiempo tarde en aparecer en la boca de un  niño el estreptococo mutans (especialmente si empieza a predominar), más tiempo tardarán las caries en aparecer.

Por tanto, ¿qué podemos hacer los adultos para evitar la transmisión de estas bacterias productoras de caries a los niños?

– Mantener una buena higiene dental.
No compartir con el niño  utensilios que chupemos (vasos, cubiertos o cepillos de dientes).
No limpiar el chupete en la nuestra boca para dárselo al niño.

De todas maneras, antes o después estás bacterias productoras de caries llegarán a la boca del niño.

Entonces, ¿qué podemos hacer ahora para evitar las caries en sus bocas?

Se lo debemos “poner difícil” a estas bacterias y para ello podemos hacer dos cosas:
1- “No alimentarlas a su gusto”: NO debemos dales azúcares que ellas lo transformarán en ácido, que nos  “corroerá” el esmalte. Por tanto, no se debe dormir al niño con un biberón de leche o de cualquier otro líquido azucarado, ni mojar nunca el chupete en azúcar, miel, leche condensada,…

2- Intentar eliminarlas: debemos cepillar los dientes para intentar eliminar la placa bacteriana, y los restos de comidas, especialmente los dulces.

¿Cuándo comenzar a cepillarles los dientes?

Por supuesto que lo ideal sería que fuese lo más precoz posible. Pero este es un ejemplo donde “lo bueno es enemigo de lo mejor” y muchas veces, intentar cepillarle los dientes a un niño muy pequeño, además de ser “misión imposible”, genera una reacción de rechazo muy prolongada. Pienso que para establecer un buen hábito de cepillado largo plazo lo mejor es comprarles un cepillo infantil (mejor de cerdas blandas) y dejar que poco a poco comiencen a imitarnos, para que le pierdan el miedo. Lo más recomendable en esta fase es NO utilizar pasta dental, ya que se la comerán y un exceso de flúor puede teñirles los dientes. Si la pasta de dientes es un “reclamo” para la higiene dental, utilizar siempre pastas infantiles (que contienen menos flúor) para evitar, nuevamente, que se tiñan los dientes.

Como la higiene dental en esa fase no será demasiado adecuada, debemos hacer especial hincapié a esta edad en NO EXCEDERSE CON ZUMOS, INFUSIONES AZUCARADAS, CHUCHES,…

Comparte esta información con otros padres si piensas que puede salvarle los dientes a algún niño.

Dolores de crecimiento.

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“Doctor, mi niño de 4 años lleva varias noches despertándose con dolor en las pantorrillas, aunque no es capaz de decirme bien dónde le duele. Lo que más me desconcierta es que luego se despierta tan normal, y se lleva todo el día jugando, como si no le doliera nada”.

Esta historia es una situación muy frecuente y que genera mucha angustia y desconcierto entre los padres ya que los niños se quejan de un dolor de intensidad moderada, sin causa aparente y que posteriormente desaparece sin dejar molestias. Los padres llegan, a veces, a dudar de la veracidad de la queja de sus hijos.

Aclararé ciertas dudas:

¿Qué son los dolores de crecimiento?

Los médicos utilizamos ese término para referirnos a un cuadro benigno de dolor fundamentalmente en las piernas, típico de la infancia, sobre todo nocturno, que llega a despertar al niño del sueño.

¿Por qué se producen?

Como se producen en niños, en edad de crecer, clásicamente se le ha llamado “dolor de crecimiento” pero no existe ningún estudio que haya llegado a demostrar que sea debido a éste ya que no se localiza en las zonas de crecimiento del hueso ni coincide con los periodos de crecimiento más rápidos.
Estos dolores parecen ser más frecuentes en los días que el niño ha tenido una actividad muy intensa, es decir, que no ha parado de correr o saltar.

¿A quién afecta?

Afecta de igual modo a niños y niñas y, aunque pueden aparecer desde los 2 a los 12 años, lo más frecuente es entre los 4 y los 7 años. Alrededor del 20% de los niños de esta edad sufrirán este tipo de dolores.

¿Qué características tiene el dolor?

Generalmente se producen al final de la tarde o durante el sueño nocturno (aunque en ocasiones también se pueden producir durante la siesta).
Es de inicio brusco, y de intensidad moderada. Llega a despertar al niño del sueño.
Suelen durar de 15 a 30 minutos, aunque en ocasiones puede llegar a durar 2 horas.
A la mañana siguiente el niño se despierta sin ningún síntoma y realiza su actividad diaria con normalidad.
Normalmente no localizan una zona concreta de dolor, se quejan de las espinillas, de la parte delantera de los muslos o detrás de las rodillas. Suele afectar a ambas piernas y no duelen las articulaciones.
Estos episodios pueden repetirse de forma intermitente durante meses.

¿Hay que hacer alguna prueba para diagnosticarlo?

Normalmente NO. Suele ser suficiente con una buena historia clínica, buscando las características descritas anteriormente y una exploración física, que será normal.
En casos dudosos  puede ser útil hacer análisis de sangre o una radiografía para descartar otras causas.

¿Cómo se tratan?

La mayoría de las veces que recurrimos a “los masajitos” es más por dar cariño que por otra cosa. Pero en este tipo de dolores sí que suele ser muy eficaz hacer un masaje suave en la zona del dolor o incluso aplicar calor.

Si con estas medidas no cede, puede ser necesario administrar algún analgésico (paracetamol o ibuprofeno).

¿Cuándo debo consultar al pediatra?

Será necesario consultar al pediatra en caso de duda, es decir, cuando no se cumpla el patrón típico:
– el dolor continúa por la mañana.
el dolor se localiza en las articulaciones o en una sola pierna.
– el dolor es muy persistente o cada vez más frecuente.
– aparecen otros síntomas acompañantes como cojera, fiebre, manchas en la piel, cansancio excesivo, hinchazón o enrojecimiento de la zona.

Comparte esta información con otros padres si piensas que puedes ahorrarles un susto.

Enseñarles a dormir solos.

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Quizás, una de  las mayores preocupaciones que atormentan a los padres en la crianza de los niños, como ya vimos en otro post, es el sueño: “¡¡mi niño no duerme nada!!”.

Este es un tema que voy a abordar por partes, puesto que no todos los problemas del sueño son iguales.

Expondré las situaciones más frecuentes:

Situación 1: Entendamos LAS FASES del sueño.

«Mi bebé de 7 meses, que hasta ahora dormía estupendamente, ¡¡¡ ha comenzado a despertarse varias veces, es un reloj, se despierta todos los días las mismas veces y a las mismas horas!!!»

En este caso debo decir que tras hacer varias preguntas siempre descubro que realmente el bebé no llega a despertarse sino que comienza a emitir ruidos, sollozos, como de queja, y son los padres, especialmente la madre, quien se despiertan y acuden a ver qué pasa.

Para comprender esta situación debemos saber que el sueño está muy bien estructurado en fases: fase REM y fase NO REM. Cada una de estas fases está subdividida en cuatro subfases (I, II, III y IV). Estas fases en los niños tiene una duración más corta que en los adultos, unos 40-50 min. Pues bien, cada vez que se pasa de una fase a otra existen microdespertares, que en los adultos pasan desapercibidos porque logramos rápidamente enlazar una fase con la siguiente. La fase final de cada subfase es una fase de “mayor actividad”, por eso los bebés comienzan a removerse e incluso emiten ruidos, gemidos, sollozos, pero SIN LLEGAR A DESPERTARSE. Esta es la razón de porqué son tan periódicos, cada 45-50 minutos («¡¡vaya noche que he pasado!!, ¡¡he visto todas las horas del reloj: las tres, las cuatro, las cinco, las seis, … a las 7 ya me levante porque ahí sí ya que comenzó a llorar!!»).

Problema: En estos casos es la madre  la que duerme mal (no el bebé, que NO LLEGA NI A DESPERTARSE) ya que cada vez que el niño emite un sonido acude a la cuna para ver qué pasa.

Solución: en estos casos no debemos acudir ante el mínimo ruido, puesto que en pocos segundos o minutos se les pasará. Además, el cogerles para intentar calmarles, sí que puede llegar a despertarles y entonces si puede costar más trabajo volver a dormirles. Si los padres se desvelan ante el mínimo ruidos del bebé, y especialmente si no toma lactancia materna, sería incluso motivo suficiente para sacarlo del cuarto. De lo contrario, pasaremos una “noche en vela” y al día siguiente tendremos un “humor de perros”, no tendremos la energía suficiente para seguirles la marcha a ellos, que SÍ HAN DESCANSADO.

Situación 2: Entendamos LOS RITUALES del sueño.

«Mi niña de 20 meses no quiere irse a dormir nunca. Así que yo la duermo en brazos, y después de estar 40 minutos acunándola, cuando ya parece que “ha caído”, al soltarla en la cama… ¡ZAS!, se despierta y vuelta a empezar.»

En este caso debemos entender que todas las personas hacemos rituales para el sueño. Unos más llamativos que otros: hay quien necesita beberse un vaso de agua antes dormir, quien no conciliará el sueño si alguna puerta del armario está abierta, quien necesita el ronroneo de la radio para quedarse dormido,…
Pues ni más ni menos, los niños también tiene rituales para dormirse y el problema está en cuando nos incluyen a nosotros dentro del mismo, es decir, cuando tenemos que estar presentes para que se queden dormidos.
Muchas veces, precisamente por lo que hemos hablado en el caso anterior, cada vez que emiten un ruidito les cogemos. Al final les despertamos y los niños aprenden a dormirse siempre en nuestros brazos. En estos casos, en que nos han incluido dentro de su ritual de sueño, no se querrán ir a dormir solos (necesitan nuestros brazos) y cada vez que se despierten durante la madrugada necesitarán nuevamente nuestros brazos para quedarse dormidos.

“Entonces, ¿me está diciendo, doctor, que esto ya no tiene solución?, ¿no podemos hacer nada?”

Problema: El niño nos incluye dentro de su ritual de sueño y es necesaria nuestra presencia, e incluso nuestros brazos para que se vuelvan a quedar dormidos.

Solución: Debemos modificar su ritual de sueño, de tal manera, que incluyendo otros objetos en el ritual, el niño termine “cambiándonos” por ellos. Lo que sí es variable es el tiempo que el niño tarda en cambiar su ritual.

¿Cómo hacerlo? No debemos hacerlo de una manera brusca, a base de llantos, para eso ya está el método Estivill. Pienso que la indefensión aprendida es un método de tortura o sometimiento, y claro que funciona, faltaría más. Si nosotros cada vez que tocásemos el pomo de una puerta recibiésemos una descarga eléctrica terminaríamos por no tocarlo, aun cuando ya hubiesen desconectado la corriente eléctrica.
Por tanto, creo que modificar el ritual del sueño, se debe hacer de manera progresiva. Debemos comenzar acunándolo, como siempre. Cuando comience a estar “entre Pinto y Valdemoro”, soltarlo en su cuna, con una gasita, un chupete, un osito (estos serán sus nuevos amuletos) y nosotros NO nos apartaremos de allí, nos quedaremos allí acompañándolo, que vea que no lo dejamos solo. Probablemente las primeras veces (en unos niños serán 5 y en otros 50) proteste en cuanto lo soltemos, pero algún día sí que estará lo suficientemente cansado como para no protestar. Le habremos demostrado que puede dormirse solo, o aferrándose a otros objetos que fácilmente le pueden acompañar durante toda la noche como su gasita, su chupe o su osito.

Vaya por delante que hemos intentado comprender problemas del sueño cuando aparentemente al niño no le pasa nada. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que cuando el niño tiene motivos para no dormir (fiebre, hambre, caca, …) no estemos pendientes de ellos.

Comparte esta información si piensas que puede “arreglar” las noches de muchos padres.