¡¡Nueve vueltas al sol juntos!!

Lo repito una y mil veces. Ya lo he contado en otras ocasiones pero, insisto, ese momento fue mágico. Ya para entonces podía contar por miles la cantidad de recién nacidos que había cogido inmediatamente después de nacer. Coger a un bebé recién salido del vientre materno siempre me ha parecido un momento mágico. Es como coger un “saquito de vida”. En ese momento termina la cuenta atrás del embarazo, un periodo de imaginación (¿cómo será?, ¿estará sanito?, ¿de qué color tendrá los ojos?, ¿a quién se parecerá?) y se pone a cero el crono de la vida, con toda la realidad que eso supone.

Pero esa vez fue diferente. Era la primera vez que sentía que un recién nacido me quemaba en las manos. Me he vuelto a quemar en dos ocasiones más , pero esa fue la primera vez. Nunca había sentido tanto calor entre mis manos, me abrasaba.

Insito, fue diferente.

Después de una larga noche de dilatación, contracciones, emociones, espera, impaciencia e incertidumbres te tenía entre mis manos y me abrasabas. Eran tan grandes tus ojos mirándome… Era tan profunda tu mirada… Era tan bonita esa nariz, esas orejitas, esa boca… ¡Qué milagro!

Era tan mágico ese momento…

Ese día comenzamos un viaje juntos. Tú empezabas tu vida y yo mi nueva vida, la vida de padre. Desde ese momento ya no has salido de mi mente y ha sido tanto lo que he descubierto que no logro imaginar cómo hubiese sido mi vida sin ti.

Ya hemos dado juntos 9 vueltas al sol. Y espero que podamos seguir dando muchas más. Es tanto lo que he aprendido… Es tanto lo que me has enseñado…

Que curioso es sentir más allá de uno mismo. Celebro cada uno de tus éxistos, Sufro con cada uno de tus decepciones. Dos personas, un mismo corazón.

No diré que el camino esté siendo fácil, pero sí es cierto que son muchas más cosas las que suman que las que restan.

¡Te quiero tanto, hijo mío!

¡No es fácil ser padre!

Lo prometido es deuda. Ya comenté el Día del Padre que quedaba pendiente una entrada dedicada a ellos: una parte muy importante en muchas familias (entendiendo que hoy día existen muchos modelos familiares).

No seré yo el que diga quién es el mejor padre o modelo de padre.

Pero hoy si me atreveré a relatar, siempre desde el cariño y con mucho respeto, algunos comportamientos de esta “especie” observados a lo largo de mi carrera profesional.

Me limitaré a hablar hoy de los primeros momentos de la paternidad. Ya iré escribiendo otros post de otros comportamientos peculiares de algunos padres conforme va avanzando su paternidad.

Existen diferentes momentos en la “carrera de la formación de una familia” donde a un padre se le pone a prueba.

He visto a muchos padres emocionase, llorar, estremecerse,… sólo con ver un test de gestación positivo. Pero también he visto a otros, ante esa misma situación, correr con la camiseta levantada, escondiendo en ella la cabeza, con los brazos abiertos en forma de avión (cual Cristiano Ronaldo celebrando un gol en la final de la Champion) gritando “¡¡¡sííí, sííí, síííííí!!!”

He visto a padres que llevaban un control tan meticuloso del embarazo que sabían en cada momento, minuto a minuto, si a su criatura que se gestando se le estaban formando en ese momento las orejitas, los deditos, o cada una de las maravillosas partes de su cuerpo. Controlaban perfectamente si su pareja se encontraba en la semana 23+2 o en la 38+5 de embarazo. Pero también he visto a padres que hasta que no se han visto entrando en el paritorio no sabían si su pareja estaba cumplida o aún le faltaban dos meses para cumplir.

Por cierto, hablando de paritorios, quizás éste sea uno de los lugares de un hospital donde más anécdotas se pueden contar. Es un sitio donde se derrochan sentimientos a raudales y donde salen, a veces, comportamientos muy primitivos y muy sinceros.

En el paritorio he visto a padres “hipercolaboradores”, que ponen en practica cada uno de los consejos recibidos en las clases de preparación al parto. Sujetan con delicadeza el cuello de la mamá y la animan “¡¡Vamos, campeona, que lo estás haciendo fenomenal!! ¡¡Respira, ahora respira!!”

He visto a padres “pasotas” que se ponen a hablar de cualquier otro tema, como si estuviesen en la barra de un bar, como si aquella situación fuera lo más cotidiana del mundo, (por Dios, buenhombre que tu hijo está a punto de nacer y tú estás aquí preocupado de si el penalti que han pitado en el partido del Betis ha sido justo o injusto).

He visto a padres “reporteros”, con móvil en mano garbándolo todo. Todo es todo, sin perder ni un detalle. Eso sí, tan preocupados han estado algunos de encontrar la mejor instantánea que al final no se han dado cuenta si el bebé había salido ya o no.

He visto muchos padres “sufridores” y “solidarios” que quisieran haber compartido el dolor de cada una de las contracciones para mimetizarse al máximo con su pareja. “¡¡Ay, cari!! ¿Te está doliendo mucho? ¡¡Si pudiéramos compartir ese dolor!!”

He visto a padres “accidentados”. Padres que haciéndose los valientes ,y sin querer reconocer que se les estaban quedado las piernas flojas, han terminado desplomados y con una brecha en la cabeza. Cuando el ginecólogo ha terminado de coser la episiotomía, en el mismo paritorio, les han tenido que coser a ellos su brecha de la cabeza.

He visto a padres “vomitadores”. En su intento de mantenerse estoicamente como los acompañantes perfectos han acabado vomitando y siendo centro de las atención en el paritorio, robándoles incluso el protagonismo a la madre y al bebé.

También he visto a padres que se les ha «aflojado un poco el muelle» en el paritorio. Sí, vamos, que se han cagado. Literal. Por la patilla abajo. El paritorio que habitualmente huele a “vida” en esos casos olía a… Uff, no quiero recordar cómo olía.

En próximas entradas os contaré algunas anécdotas más. Repito siempre desde el cariño y el respeto. Yo entiendo que la paternidad no es fácil y cualquier comportamiento es entendible.

¿Estas dispuesta a contar cómo fue tu experiencia o la del papá en el paritorio?