Sin móviles a la playa.

mama jugando en la playa

 

La playa deja al descubierto muchos modelos familiares.

No soy ejemplo de nada. Ya he repetido en muchos post que no pretendo ser pastor espiritual de familias, ni soy el padre perfecto. Sólo quiero invitar a la reflexión de lo que hacemos con nuestros hijos y luego, encima, nos quejamos o, simplemente, les echamos la culpa.

“Es que lo tienen todo y no saben jugar” replicamos continuamente.

“Cuando yo era chico me pasaba todo el día saltando olas y ahora, los niños, lo tiene todo y no saben jugar. Venimos cargados como burros con el cubito, la pala, el rastrillo, la pelota, la colchoneta, la tabla,… y el niño con lo que quiere jugar es con el móvil”. Rechistamos, sin levantar la mirada de la pantalla del móvil, en una reunión de amigos.

Reconozcámoslo somos nosotros los que continuamente les dejamos los móviles para que se callen. Después pretendemos, cuando a nosotros nos interesa, que el niño se vaya a saltar  olas.

Claro que sí, a los niños les gusta saltar olas, sobre todo si PAPÁ SALTA CON ELLOS. A los niños les gusta hacer castillos de arena, sobre todo si MAMÁ LOS HACE CON ELLOS. A los niños les gusta buscar conchas, sobre todo si PAPÁ LAS BUSCA CON ELLOS…

No lo olvidemos, nuestros hijos son AUTENTICAS MÁQUINAS DE IMITAR. Para lo bueno y para lo malo, ellos son un reflejo nuestro.

Yo que ya volví de de estar unos días en la playa tengo que reconocer que mis hijos lo único que me recuerdan continuamente son los momento vividos con ellos, no las cosas que les compré.

“¿Recueras, papá, cuando imitabas al pavo el zoo?, Venga, hazlo otra vez.”

“¿Te acuerdas, papá, de lo chulo que nos quedó el castillo que decoramos con las conchas que buscamos entre los dos?”

“¿Te acuerdas de cuando fuimos a la bolera y mamá no tiraba ni un bolo?”

Sí, todo lo que recuerdan son los momentos vividos con nosotros. Las vivencias, las emociones, las sensaciones, … lo material lo olvidarán muy rápidamente.

 

Una reflexión:

Un cubo, una pala y un rastrillo: 5 euros.

Jugar con tu hijo a cazar olas: no tiene precio, Y LO RECORDARÁ PARA  SIEMPRE (por cierto, tú también lo recordarás siempre).

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“Porque todos lo tienen…”

niña copia

Esta es la justificación universal. Sirve para todo, ¿verdad?

Nuestros hijos la utilizan continuamente.

  • ¿Por qué quieres ese….? Porque todos mis amigos lo tienen.

  • ¿Por qué quieres celebrar allí tu …? Porque todos mis amigos lo celebran allí.

Y eso parece ser motivo suficiente para merecer cualquier cosa.

En otros tiempos se arreglaba rápido: “Y si Fulanito se tira a un pozo vas tú detrás, ¿no?”. Eso hacía entender rápidamente que cada uno era cada uno, con sus circunstancias únicas y especiales. Sabías qué cosas podías pedir y qué cosas no tenías por qué molestarte en pedirlas. Sabías que por tu cumple no te iban a regalar una Play, ni por tu comunión un viaje a Eurodisney,… Te podrían regalar un lápiz y un cuaderno en tu cumpleaños o un juegos de compases en tu comunión. Eso sí, sabías que esos días eran mágicos para tí, te lo pasabas pipa. Venían todos tus amigos a casa y con un botellón de refresco de 2 litros y una tarta de galletas y chocolate el banquete estaba finiquitado. Pero entonces empezaba lo bueno. Imaginación al poder: el escondite, la rayuela, el elástico,… hasta que anocheciese, y entonces, para casa.

También sabías que no todas las celebraciones eran iguales, las había mejores y peores. Eso no era motivo de frustración, simplemente te situaba en tu realidad.

Y lo que estaba claro es que todos los actos tenían sus consecuencias. Las cosas había que ganárselas, había que merecerlas.

Haced memoria. Todos los padres tenemos (sí tenemos, yo también) guardados algunos juguetes del día de los Reyes Magos que no han vuelto a jugar con ellos. Algunos en sus cajas, que no llegaron a abrir porque se quedaron embobados con el papel de otro regalo. Ni se acuerdan. La capacidad de pedir del ser humano es infinita. Basta con tener una cosa para estar deseando ya otra.

De verdad, ¿es necesario tanto?

Lo peor de todo es que los padres de hoy utilizamos el “como todos lo tienen” para justificar todas las cosas que hacemos a sabiendas de que no es correcto: “ es que como todos los tienen…”, “es que como todos lo celebran allí…”, “es que como todos…”

Pero, ¿no habíamos quedado en que en “nuestra época” no era así?

Entonces, ¿por qué pensamos que no regalar una Play en un cumpleaños puede crear una gran frustración que acabará en una grave depresión?

¿Es que no sabemos qué argumentar al “como todos lo tienen…”?

Pues lo que nos decían a nosostros: “Y si Fulanito se tira a un pozo vas tu detrás, ¿no?”.

Seamos originales y así nuestros hijos serán originales.

Si ellos ven que hacemos las cosas porque todo el mundo las hace así les estaremos enseñando que deben hacer lo que haga todo el mundo, aunque sea tirarse a un pozo.

Recordad: “no se puede superar a alguien si le seguimos sus pasos”.

No despreciemos sus capacidades. Invitémoslos a desarrollar su valía. Pero “su valía”, la suya propia, no la de Fulanito. No vaya a ser que al final a Fulanito le dé, de verdad, por tirarse al pozo.

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