Si no hubiese…

Si no hubiese visto tu cara,

si no hubiese tu olido tu piel,

si no hubiese escuchado tu llanto,

si no hubiese cruzado una mirada contigo,

si no hubiese escuchado tu voz,

si no hubiese sentido tu aliento,

si no hubiese acariciado tu piel,

si no hubiese secado tus lágrimas,

si no hubiese escuchado tus risas,

si no hubiese…

Todo eso ya lo he vivido
y ya no puedo dar marcha atrás.
Ya no es… hubiese,
sino que es… ha sido.
Y tanto que ha sido…
¡Cuánta intensidad en cada gesto!
¡Cuánta generosidad en cada mirada!
¡Cuánta sinceridad en cada beso!
Ahora ya sé lo que es el AMOR con mayúsculas.
Te quiero, hija mía.
Gracias por todo lo que me has dado.

¡No es fácil ser padre!

Lo prometido es deuda. Ya comenté el Día del Padre que quedaba pendiente una entrada dedicada a ellos: una parte muy importante en muchas familias (entendiendo que hoy día existen muchos modelos familiares).

No seré yo el que diga quién es el mejor padre o modelo de padre.

Pero hoy si me atreveré a relatar, siempre desde el cariño y con mucho respeto, algunos comportamientos de esta “especie” observados a lo largo de mi carrera profesional.

Me limitaré a hablar hoy de los primeros momentos de la paternidad. Ya iré escribiendo otros post de otros comportamientos peculiares de algunos padres conforme va avanzando su paternidad.

Existen diferentes momentos en la “carrera de la formación de una familia” donde a un padre se le pone a prueba.

He visto a muchos padres emocionase, llorar, estremecerse,… sólo con ver un test de gestación positivo. Pero también he visto a otros, ante esa misma situación, correr con la camiseta levantada, escondiendo en ella la cabeza, con los brazos abiertos en forma de avión (cual Cristiano Ronaldo celebrando un gol en la final de la Champion) gritando “¡¡¡sííí, sííí, síííííí!!!”

He visto a padres que llevaban un control tan meticuloso del embarazo que sabían en cada momento, minuto a minuto, si a su criatura que se gestando se le estaban formando en ese momento las orejitas, los deditos, o cada una de las maravillosas partes de su cuerpo. Controlaban perfectamente si su pareja se encontraba en la semana 23+2 o en la 38+5 de embarazo. Pero también he visto a padres que hasta que no se han visto entrando en el paritorio no sabían si su pareja estaba cumplida o aún le faltaban dos meses para cumplir.

Por cierto, hablando de paritorios, quizás éste sea uno de los lugares de un hospital donde más anécdotas se pueden contar. Es un sitio donde se derrochan sentimientos a raudales y donde salen, a veces, comportamientos muy primitivos y muy sinceros.

En el paritorio he visto a padres “hipercolaboradores”, que ponen en practica cada uno de los consejos recibidos en las clases de preparación al parto. Sujetan con delicadeza el cuello de la mamá y la animan “¡¡Vamos, campeona, que lo estás haciendo fenomenal!! ¡¡Respira, ahora respira!!”

He visto a padres “pasotas” que se ponen a hablar de cualquier otro tema, como si estuviesen en la barra de un bar, como si aquella situación fuera lo más cotidiana del mundo, (por Dios, buenhombre que tu hijo está a punto de nacer y tú estás aquí preocupado de si el penalti que han pitado en el partido del Betis ha sido justo o injusto).

He visto a padres “reporteros”, con móvil en mano garbándolo todo. Todo es todo, sin perder ni un detalle. Eso sí, tan preocupados han estado algunos de encontrar la mejor instantánea que al final no se han dado cuenta si el bebé había salido ya o no.

He visto muchos padres “sufridores” y “solidarios” que quisieran haber compartido el dolor de cada una de las contracciones para mimetizarse al máximo con su pareja. “¡¡Ay, cari!! ¿Te está doliendo mucho? ¡¡Si pudiéramos compartir ese dolor!!”

He visto a padres “accidentados”. Padres que haciéndose los valientes ,y sin querer reconocer que se les estaban quedado las piernas flojas, han terminado desplomados y con una brecha en la cabeza. Cuando el ginecólogo ha terminado de coser la episiotomía, en el mismo paritorio, les han tenido que coser a ellos su brecha de la cabeza.

He visto a padres “vomitadores”. En su intento de mantenerse estoicamente como los acompañantes perfectos han acabado vomitando y siendo centro de las atención en el paritorio, robándoles incluso el protagonismo a la madre y al bebé.

También he visto a padres que se les ha «aflojado un poco el muelle» en el paritorio. Sí, vamos, que se han cagado. Literal. Por la patilla abajo. El paritorio que habitualmente huele a “vida” en esos casos olía a… Uff, no quiero recordar cómo olía.

En próximas entradas os contaré algunas anécdotas más. Repito siempre desde el cariño y el respeto. Yo entiendo que la paternidad no es fácil y cualquier comportamiento es entendible.

¿Estas dispuesta a contar cómo fue tu experiencia o la del papá en el paritorio?

Para gustos…, colores.

¿Quién no ha leído nada en la última semana sobre Samanta Villar?

Cada día es trennding topic. Muchas páginas, especialmente relacionadas con la maternidad, se han hecho eco de su libro y de sus opiniones. Sus opiniones han generado una proliferación de entradas, post, tweets, retweets,… y todo tipo de comentarios en la redes sociales.

Creo, en primer lugar, que se han confundido dos cosas.

Por un lado su libro en el cual habla de la «realidad», según ella, del proceso de la ovodonación (con todas las trampas que permite la ley), de la “aventura” que supone la maternidad en solitario…

Por otro lado, y de esto es de lo que quiero hablar, de los comentarios que ha dejado en muchas de las entrevistas que le han realizado a raíz del éxito de su libro.

Lo que más polémica ha generado es su «no soy más feliz desde que soy madre» o «tener hijos es perder calidad de vida».

Con respecto a esto último quiero hacer una serie de consideraciones:

Ya he hablado en muchas ocasiones en este blog del alto precio que como mujer hay que pagar para ser madre. De las renuncias profesionales, y sobre todo personales, que hay que hacer. No es fácil: teta, bibe, pañales, caca, fiebre, mocos, pediatra, dalsy, bronquiolitis, diarrea, no duermo, soy una zombie, mañana cole, merienda, otra vez vómitos, amigdalitis, rabietas, llanto, más mocos, extraescolares, más mocos, …

En ocasiones es difícil ver entre tantos mocos y rabietas dónde está la felicidad, pero tengo que decir que por encima de todo ese sacrificio existe otra larga lista que, a la mayoría de las madres (creedme si os digo que trato muchas a diario) les compensa, y con creces: vínculo, olor, instinto, sonrisa, ma-má, gateo, logros, imitaciones, caricias, progresos, amor, besos, cine, momentos,…

Pero no me corresponde a mi juzgar cuánta felicidad da o quita un hijo, eso le corresponde a cada madre.

Sólo digo que para gustos…, colores y que a nadie obligan a ser madre. Y menos cuando esa maternidad no surge que una cálida noche loca de verano sino que se plantea mediante un proceso de ovodonación, que es un proceso largo donde da más tiempo a pensar.

En cualquier caso Samanta, me gustaría que la crianza de tus bebés te mostrase como a muchos lugares no explorados aun de tu propia persona.

Te deseo una maternidad muy feliz.

La maternidad no es un camino de rosas.

A diario me encuentro a madres que sufren desde que comenzaron a serlo.

Afortunadamente no son la mayoría o, al menos, a la mayoría no se les nota.

El sufrimiento que provoca la maternidad es de muy diversos orígenes pero tiene un denominador común: pensar que la maternidad es un camino de rosas.

No, madre no se es sólo durante cinco minutos. No sólo se es madre cuando llenas a tu bebé de lazos y sales a pasear al parque más ancha que larga. También se es madre cuando tu criatura tiene fiebre, cuando no quiere comer, cuando tiene rabietas,…Se es madre ya para toda la vida. La maternidad es una carrera extremadamente larga, es una gran maratón. En una carrera tan larga hay tiempo para todo. Para disfrutar. Para sufrir. Para llorar. Para reír. Para dudar. Para acertar. Para fallar.

El gran problema está en la autoexigencia que las madres hacen de su propia maternidad. En pensar que ser madre es caminar sobre un camino de rosas. En pensar que la maternidad es un estado de felicidad continuo. En pensar que no se puede fallar. En pretender ser madre por encima de todo. En pretender ser sólo madre.

A ti, madre “sufridora” te quiero decir hoy una cosa:

 

“Madre, siéntete como quieras. O mejor, siéntete como puedas.

La maternidad no es una competición. No se trata de que demuestres que eres la mejor madre del mundo mundial. Nadie es mejor madre que nadie.

Vive tu maternidad con intensidad, pero a tu manera.

TU MATERNIDAD, LA TUYA.

La maternidad es dura, pero apasionante.

Pocas cosas en tu vida supondrán un desafío tan apasionante como cuidar y educar a tu hijo. Pero hazlo a tu manera.

Todo el mundo te aconsejará lo que tienes que hacer en esta u otra circunstancia, pero recuerda: las circunstancias tuyas son las tuyas, y la maternidad tuya es la tuya.

Si decidiste dar el pecho o el biberón, si decidiste colegio público o de pago, si decidiste esto o lo contrario sólo te importa a ti y sólo tú debes saber por qué lo hiciste. Incluso a veces aunque no sabrás por qué lo hiciste. Pero lo hiciste y ya está, hecho se queda.

Ante nadie tienes que justificar tu maternidad.”

 

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¡No tienes que demostrar nada a nadie!

A ti, madre, madre de tu criatura, déjame decirte una cosa:

¡No tienes que demostrar nada a nadie!

¡Perdónate! ¡Quiérete! ¡Acéptate!

¡No tienes que demostrar nada a nadie!

Ni al papá, ni a tu bebé, ni a la pediatra, ni a la matrona, ni a la enfermera, ni a la abuela, ni a cada una de las personas que vendrán a la maternidad a visitarte.

Todos te darán lecciones de una “maternidad perfecta”, pero nadie te enseñara a ser madre.

A ser madre se aprende siendo madre, y tú ya lo eres. Eso es ya inevitable. Ya eres madres, aunque no quisieras.

Y, por cierto, eres la mejor madre para tu hijo.

No tienes que demostrárselo a nadie, simplemente lo eres.

¡No te sientas culpable!

¡Perdónate! ¡Quiérete! ¡Acéptate!

Eso sí, el miedo es libre. Tienes derecho a tener miedo.

¡Claro que tienes derecho a tener miedo durante el embarazo a que no todo salga bien!

¡Claro que tienes derecho a tener miedo a parir!

¡Claro que tienes derecho a tener miedo a no ser capaz de amamantarlo!

 

Déjame, también, decirte otra cosa:

Lo que ha ocurrido es algo grande, muy grande. Parte de ti ya no está en ti pero seguirá siendo, para siempre, parte de ti. Y a ti permanecerá conectada para siempre. Y esa conexión es muy especial. Esa conexión es muy íntima.

No tengas prisa por vivir toda tu maternidad en un día. Se vive poco a poco. Eso sí, no dejes de sentirte madre ni un solo día.

No tengas prisa por cuidarlo todo en un día. Se va cuidando poco a poco. Eso sí, no dejes de cuidarlo ni un solo día.

No tengas prisa por educarlo desde el primer día. Lo irás educando poco a poco. Eso sí, no dejes de educarlo ni un solo día.

No tengas prisa por quererlo infinito desde el primer día. Lo irás queriendo más cada día. Eso sí, no dejes de quererlo ni un solo día.

 

Te diré una última cosa:

Simplemente sé madre como tú quieras serlo.

 

La importancia de las madres en los cuidados de los prematuros.

NICU Tour

Hoy, 17 de Noviembre, Día de los Prematuros quiero hacer un reconocimiento especial a todas las familias que han tenido algun hijo prematuro.

La situación se hace dura, muy dura. Mientras esperamos con ilusión la llegada de nuestro niño y mientras hemos soñado mil veces cómo será ese primer contacto, de pronto o el embarazo comineza a complicarse y «hay que sacarlo antes de lo previsto, o repentinamente «él decide nacer». En cualquier caso no estábamos preparados. Habíamos soñado otro momento. Teníamos preparado o estábamos preparando su canastilla. Ya teníamos comprada su ropita y, de pronto, la película cambia el guión.

Afortunadamente las unidades neonatales, tanto de Cuidados Intensivos para los grandes prematuros como las de Hospitalización General, han mejorado mucho. También el pronóstico de los prematuros es infinitamente mejor que el de hace años. Se han conseguido cosas impensables hace unos años, básicamente una supervivencia (sin secuelas) infinitamente superior a la de décadas pasadas.

Pero hay una asignatura pendiente: la relación padres-hijo (especialemnete la relación madre hijo) tras el nacimiento. E incluso me atrevería a decir la relación médico-familia u hospital-familia.

Se van dando pasos hacia delante: unidades neonatales de puertas abiertas (no todas), técnica canguro, mayor implicación de los padres en los cuidados de sus bebés (los padres pueden entrar por ejemplo a dar las tomas de sus hijos mientras están ingresados,…) pero hay muchísimo mpor mejorar.

A día de hoy en muchos hospitales la relación entre la madre y un bebé prematuro es como de la un preso; fracionada y a través de un cristal.

¿Para cuando un vis a vis real entre la madre y su bebé?

Pero quiero hacer incapié especialmente una vez más en las grandes olvidadas siempre tras el parto: las madres.

Todo el mundo se vuelca con la atención del bebé pero nadie se acuerda de esa madre que además del sentimiento de culpa que cargan indebidamente, no han podido abrazar y sentir ese piel con piel tan necesario y reconfortante, no se ha podido poner al pecho a su bebé desde el principio,… y la primera imagen que tiene de su bebé (a veces varios días después del parto) es un bebé lleno de sondas, tubos, cables….

Hoy puede ser un buen día para que todos los familiares y todos los profesionales de la salud tomemos conciencia de LA IMPORTANCIA DE LAS MADRES EN EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS PREMATUROS.

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¿Y tú, estás arrepentida de ser madre?

madre-arrepentida

Me ha costado, pero tenía que hacerlo. Desde que leí el libro-reportaje de Orna Donath confirmé una intuición que yo había captado en ocasiones en mi trato diario con algunas familias en la consulta.

Sé que con este tema me meto en terreno pantanoso. Puede crear muchas susceptibilidades e incluso puede generar muchos malentendidos.

Desde el mismo momento que presione el botón “publicar” me voy a encontrar opiniones para todos los gustos pero creo que esta visión de la maternidad debe ser contada.

Al grano:

Pues tal y como expone Orna Donath en su libro #madresarrepentidas existen algunas madres tienen el sentimiento de culpa y arrepentimiento tras tener un hijo.

En el libro de esta socióloga se pueden leer los testimonios de 23 mujeres israelíes arrepentidas de ser madres. Hay que tener en cuenta que en ese país tener un hijo puede ser una deshonra. Pero la autora expone posteriormente que ese sentimiento va más allá de una determinada cultura o religión. Ese sentimiento es más común de lo que pensamos, tanto en mujeres como en hombres.

Dejo un ejemplo de uno de los testimonios del libro:

«Mis hijos son maravillosos, encantadores y lo que te dan es increíble. No desacredito eso. Ellos dan una dimensión a mi vida que de lo contrario no existiría. Pero ¿qué haría yo si pudiera retroceder en el tiempo sin sentir culpa ni todas esas ataduras? No elegiría este camino». – Debra, madre de dos hijos de entre 10 y 15 años.

En general, creo que cuando una madre se encuentra arrepentida, no es que sea un sentimiento de arrepentimiento por haber tenido ese hijo (o esos hijos) sino más bien el reconocer fuertemente que si pudiese dar marcha atrás no volvería a seguir ese camino.

Creo, en este sentido, que es la sociedad la que empuja en ocasiones a las mujeres a ser madres. Pareciera que la sociedad, para cerrar el círculo de la mujer perfecta, “obliga” a algunas mujeres a ser madres.

Ya hablé en su momento de “El precio de la maternidad”.

Algunas mujeres, casi siempre con aspiraciones profesionales muy altas (y esto que conste que no es una crítica, cada uno es muy libre de elegir lo que quiere hacer con su vida), ven truncada parcialmente su vida al tener que renunciar a parte de sus aspiraciones profesionales por ser madre, y después se dan cuenta que la maternidad no les aporta lo que ellas deseaban.

Este sentimiento puede ser experimentado tanto por hombres como por mujeres. Pero en un nuevo ejemplo del machismo en el que estamos inmersos sin darnos cuenta en esta sociedad será vivido de dos maneras muy diferentes en función del sexo. Si un hombre decide no tener niños no pasa nada, lo habrá decidido así y ya está, pero si es una mujer la que se plantea eso será cuestionada por no tener descendencia, esta “obligada” a ser una madre perfecta.

Yo, que estoy plenamente satisfecho con mi vida con mis tres hijos, y que a día de hoy no lo cambiaría por nada (no puedo imaginar mi vida ya sin ellos) entiendo que no todo el mundo lo vea así. Entiendo que la maternidad (paternidad) en algunas personas no acabe de cumplir las espectativas que esperaban y se sientan arrepentidos.

Creo que debemos desterrar este tabú y sacar este tema a la palestra.

¿Y tú qué opinas? ¿La sociedad “te obligó” a ser madre (padre)?

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¿Volvería a tener hijos?

padre-besa-mano-bebe

¿Acaso no me viste gozar cuando supe de su embarazo?

¿Acaso no viste cómo latía mi corazón cuando lo vi salir de las entrañas de su madre?

¿Acaso no viste mi sonrisa cuando lo mecía entre mis brazos cuando apenas balbuceaba?

¿Acaso no sentiste mi paz cuando lo acurrucaba en mi cama de madrugada?

¿Acaso no viste mis vellos de punta cuando me decía por primera vez papá?

¿Acaso no supiste de mis noches en vela cada vez que tenía fiebre?

¿Acaso  no me viste emocionado cuando lo veía dar sus primeros pasitos?

¿Acaso no me viste disfrutar cogiendo olas cuando apenas saltaba?

¿Acaso no viste mi ilusión cuando lo recogía de su primer de colegio?

¿Acaso no escuchaste mis aplausos en su primera actuación de navidad?

¿Acaso no me viste divertirme cuando hacíamos las guerras de almohadas?

¿Acaso no me viste derretirme  con cada beso de buenas noches?

¿Acaso no me viste preocupado con cada uno de sus miedos?

¿Acaso no me viste en paz cada vez que leíamos un cuanto por la noche?

¿Acaso…?

¿Acaso no me viste agradecer a mis padres por haberme reconocido en ellos?

¿Acaso…?

Sí, mis hijos me cambiaron.

Mis hijos me han hecho mejor persona.

¿Y tú me preguntas si volvería a tener hijos?

La maternidad y sentimiento de culpa.

madre culpable

“Doctor, sé que me vas a reñir pero… yo ya le he metido la fruta”. Me decís muchas mamás mirando al padre como diciendo… “vamos, cari (o calzonazos), di por lo menos que fue una decisión que tomamos entre los dos”.

“Doctor, no debería haberlo hecho pero… ya lo he pasado a la silla. Sé que te lo debería haber consultado antes pero es que ya lo veía que no cabía en el capazo”. Y os quedáis mirándome para ver cuál es mi reacción. Como si yo en ese momento fuese a levantarme y decir “¡¡¡¡No, no y no!!!! ¡¡¡¡ Muy mal!! ¡¡¿¿Pero cómo os habéis atrevido a tomar una decisión sobre vuestro hijo sin consultarme??!!

“Doctor, no me riñas pero… ya le he quitado el pecho. Es que veía que no se saciaba y mi suegra y su hijo, mi marido (en ese momento mira para todos los lados en la consulta para asegurarse una vez más que no están allí y se puede desahogar) no paraban de decirme que mi leche no le alimentaba”.

Y eso por no hablar de las madres que el día que viene solas (sin maridos, sin amigas, sin suegras, sin cuñadas, …) se desahogan.

Podría poner mil ejemplos más. Creo que sabéis de lo que estoy hablando, ¿no?

Me llama mucho la atención la capacidad que tienen muchas madres de asumir la culpa de situaciones de las cuales no son, en absoluto, responsables.

Como si no tuvieran ya bastante con el sentimiento de inseguridad de estar haciendo adecuadamente o no las cosas, las madres se erigen desde el mismo momento del parto, no sé por qué mecanismo (no sé si con el último empujón del expulsivo, si en el alumbramiento,…) en  las reinas y señoras de LA CULPA.  A partir  de ese momento cualquier cosa que no salga como se pensaba (el niño duerme mal, tiene rabietas, es un mal comedor, …) la culpa será de mamá.

Pena. Sí, mucha pena me da escuchar esas retahílas que me contáis empezando «Doctor, ya se que no lo debería…» Dan idea de cuánto sufre una madre por cada decisión que toma.

Ya sabéis, todas las vecinas del 4º tienen unos que duermen del tirón todas las noches, todas las abuelas fueron las mejores cuidadores que consiguieron que sus hijos se comiesen hasta la última cucharada del plato de lentejas antes de levantarse de la mesa, todas las amigas (si se pueden llamar así) tienen niños que nunca se ponen malos,  todas las cuñadas dieron el pecho sin problemas, sin grietas, sin dolor, sin dudas,…

Desde aquí os digo alto claro que mi trabajo no consiste en reñir a la gente. Mi trabajo, como mucho, consiste en asesorar desde el punto de vista médico sobre algunas cuestiones sanitarias que las familias no tienen por qué conocer (vacunaciones, seguimiento del desarrollo psico-motor,…)

No, no y no. Los hijos son vuestros y también las decisiones. Por supuesto la decisión que toma una familia está bien tomada. Ya comenté en otro post cuánto daño podemos hacer los pediatras (puedes leerlo pinchando aquí).

El estilo de crianza es algo muy personal (o familiar). Cada familia tiene el suyo y, por supuesto, piensa que es el mejor.

Un consejo: Disfrutad, disfrutad y disfrutad. La decisión que toma una madre sobre su hijo es siempre la adecuada, simplemente por eso, porque la ha tomado SU MADRE.

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¿Cuánto cuesta ser madre?

madre preocupada

No, no es este un post de economía. No voy a hablar de cuántos pañales gasta un bebé cada día, ni cuánto cuestan las vacunas, ni la ropa del bebé, ni el carrito, ni las veinte mil cosas más que lleva asociado el nacimiento de un bebé.

Todo esto es caro, sí. Pero hay un coste mayor, el de la maternidad.

Ni que decir tiene que EL ALTÍSIMO COSTE DE LA MATERNIDAD SE VERÁ DE SOBRA RECOMPENSADO CON TODO LO QUE UN HIJO APORTARÁ.

Pero hay una parte negativa en ser madre.

Los hombres lo vivimos de una manera diferente: ser padre, reconozcámoslo, es más fácil.

Pero ser madre, desde el mismo momento en que una mujer se lo plantea, supone muchas renuncias. El simple hecho de plantearte ser madre, tal y como tenemos planteada la sociedad actual, supone en sí mismo renunciar laboralmente a muchas cosas, a muchas aspiraciones.

La mayoría de las mujeres trabajadoras sufren (muchas veces en silencio) con simplemente pensar cómo lo dirán en el trabajo, cómo se lo tomará su jefe, como se lo tomarán sus compañeros y, peor aún, cómo se lo tomarán sus compañeras (a veces, parece mentira, son las propias compañeras quienes más critican la futura maternidad de una compañera)

En el mismo momento que una mujer se entera de que está embarazada, junto con la superalegría del milagro de la vida, empieza a sentir otros miedos: ¿cómo toleraré el embarazo?, ¿tendré nauseas?, ¿se formará bien mi bebé?, ¿cómo cambiará mi cuerpo?,… y empiezan las primeras renuncias: tabaco fuera, alcohol fuera (sí, mientras tu pareja brinda con una buena copa de vino por su futura paternidad tú y tus miedos brindáis con agua),…

Conforme se va acercando el parto, mientras el futuro papá piensa ya en cómo de orgulloso paseará por el parque con su futuro bebé, la futura mamá piensa en otro momento que la tiene atemorizada: el parto. ¿Seré capaz de parir?, ¿me dolerá mucho?, con lo pudorosa que soy ¿será capaz de superar mi vergüenza y estar desnuda y a grito “pelao” en el paritorio?, ¿seré capaz de soportar ese dolor?, ¿irá todo bien?, ¿me harán la cesárea?,… Todas estas dudas se las comerá en silencio, a veces a escondidas, buscando vídeos de partos en youtube. Todo por el miedo a decir que tiene miedo.

Una vez que nace la criatura, incluso yendo todo perfecto, los miedos de la recién mamá continúan. Mientras papá celebra con los cuñados la venida del nuevo miembro de la familia, la cabeza de mamá no puede dejar de pensar en ella misma: ¿se contraerá bien mi útero?, ¿cicatrizará bien la episiotomía?,… y en su bebé: ¿me cogerá el pecho?, ¿me subirá le leche?,…; ¿será capaz de dar el pecho delante de toda esta gente que se está acumulando en la habitación?…

En el idílico supuesto de que todos los baches descritos hasta ahora (preparto, parto y postparto) se hayan ido superando adecuadamente, la cabeza de mamá tendrá que seguir estando bien amueblada, a pesar de todos los comentario de suegras, vecinas e incluso papás (“pues yo creo que no tienes suficiente leche”, “no lo cojas tanto que se va a acostumbrar”, … y los veinte mil “pues en mi época…”, “pues yo con los míos…”)

Continuamos. En dos semanas papá estará incorporado al trabajo y vendrá contando orgulloso cómo todos sus compañeros le preguntan por el bebé, por las malas noches,… mientras mamá en casa, todo el día cuida de su bebé (¡no se le vaya a ocurrir decir que está cansada si lleva todo el día en casa!, “¡las malas noches son para los dos y yo encima estoy trabajando!”).

Sí, pues precisamente ese es otro miedo de mamá. Que no sabe si volverá a trabajar. Que a más de una compañera no la renovaron después de la baja.

A medida que el bebé va creciendo los miedos continúan los miedos. Los miedos  y renuncian continúan siempre, pero hay una cosa que cambia y es que vas descubriendo que COSTE DE LA MATERNIDAD ES MUY ALTO PERO COMIENZA A SER RECOMPENSADO CON TODO LO QUE UN HIJO APORTA.

Hoy quiero dar las gracias a todas las madres y reconocer todo el esfuerzo que supone la maternidad.

¡¡Gracias, cariño!!

 

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