¿Qué debes saber del Apiretal?

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Como ya vimos para el Dalsy (ibuprofeno), en el caso del paracetamol hay que reconocer que el más conocido es Apiretal, aunque cada vez van existiendo más presentaciones con diferentes sabores (Gelocatil, Dolocatil,Paracetamol genérico, …). Esto nos facilita la vida a los padres ya que uno de los problemas más habituales es que los niños no se tomen un determinado medicamento por que no les guste el sabor, o peor aún, que lo vomiten al tomarlo. La solución para este segundo problema la podéis repasar en esta entrada.

Hay que decir, que a diferencia del ibuprofeno, el paracetamol también está disponible para ser administrado por vía rectal. Siempre que podamos utilizaremos la vía oral ya podremos ajustar con más detalle las dosis, la absorción por vía oral es más previsible y es menos traumática que la vía rectal.

El Apiretal (paracetamol) es el fármaco más frecuentemente utilizado en la edad pediátrica. Aun así muchas familias tienen muchas las dudas sobre este medicamento:

1- ¿Para qué sirve el Paracetamol?

El paracetamol tiene varias propiedades: es analgésico (quita el dolor) y antitérmico (baja la fiebre). No tiene efecto antiinflamatorio.

2 – ¿Cómo calcular la dosis de Apiretal?

La dosis habitual que se utiliza habitualmente para el paracetamol es de 15 mg/kg/dosis. La concentración de la solución de Apiretal (y de la mayoría de los paracetamoles infantiles que se usan) contiene 100 mg por cada ml. Así que daremos 0,15 ml por cada kg del niño.

Es decir, un niño de 10 kg → 1,5 ml, un niño de 20 kg → 3 ml, …

En niños con vómitos o con otras dificultades para la administración oral utilizaremos la presentación en supositorios. En este caso no podremos ser tan exactos con la dosis pero utilizaremos la dosis que más se aproxime. Por ejemplo podemos utilizar el Febrectal supositorio de lactantes (150mg) para niños en tormo a 10 kg y el Febrectal de niños (300mg) para niños en torno a 20 kg.

3– ¿Desde que edad se puede empezar a utilizar Apiretal?

A diferencia del Dalsy que no debe ser utilizado en menores de 3 meses (aunque no solemos utilizarlo hasta los 6 meses), el paracetamol se puede utilizar desde el nacimiento.

De todas maneras, si un bebé de pocos días o semanas de vida está “necesitando” tomar Apiretal (eso significa que tiene fiebre o está muy dolorido o incómodo), debe ser valorado por el pediatra.

4- ¿Cómo tomar Apiretal?

Apiretal se puede tomar directamente o diluirlo en agua, leche o zumo de frutas.

5– ¿Qué niños no pueden tomar Apiretal?

Tu hijo no debe tomar Apiretal si es alérgico al paracetamol o a cualquiera de lo demás componentes de este medicamento: polietilenglicol, glicerol (E-422), esencia de frambuesa, sacarina sódica (E-954), azorrubina (carmoisina) (E-122).

5– ¿Qué hacer si tu hijo toma más apiretal de la cuenta?

Si tu hijo toma más Apiretal de lo que debe o ha ingerido accidentalmente el contenido del envase debes consultar inmediatamente a su médico o farmacéutico o al Servicio de Información Toxicológica (91 562 04 20), indicando el medicamento y la cantidad ingerida.

Señalaré que la intoxicación medicamentosa más frecuente en la infancia es la debida al paracetamol. El color rojo que tiene es muy llamativo y los niños pueden llegar a pensar que es una chuche.

Por este motivo recomiendo que, aunque dure menos el envase, utilizar los más pequeños porque de esta manera es mucho más difícil la intoxicación.

Una aclaración práctica: los niños suelen ingerir accidentalmente los medicamentos a partir de los 2 años. A esa edad suelen pesar unos 12 kg. Las dosis tóxicas de paracetamol son 10 veces las dosis terapeúticas (150 mg/kg). Suponiendo que se toma el bote entero de 15 ml (1500 mg) la dosis ingerida sería de 125 mg/kg, es decir, no sería tóxica: Pero en el caso que el bote hubiese sido de 30 ml (no diré nada si es el de 60ml ó 90ml) sí estaríamos en rango tóxico con el consiguiente peligro (incluso de acabar con un trasplante hepático).

6¿Dónde guardar el Apiretal?

Por supuesto, como todo el botiquín de la casa, FUERA DEL ALCANCE DE LOS NIÑOS (recuerdo nuevamente que la intoxicación más frecuente.

No requiere condiciones especiales de conservación.

No consumir tras la fecha de caducidad o 6 meses después de abrirlo.

Si piensas que esta información puede ayudar a otras familias a utilizar mejor el Paracetamol, compártela.

¿Qué debes saber del Dalsy?

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Vaya por delante que con esta marca, como con nada relacionado con el blog, no me gano un duro. Hasta ahora lo único que me ha supuesto es tiempo (mucho) y dinero.

Hay que reconocer que el Ibuprofeno más conocido es el Dalsy, aunque cada vez van existiendo más presentaciones con diferentes sabores. (Junifen, Dolorac, Frenatermin, Pirexin, Ibuprofeno genérico, …). Esto nos facilita la vida a los padres ya que uno de los problemas más habituales es que los niños no se tomen un determinado medicamento por que no les guste el sabor, o peor aún, que lo vomiten al tomarlo. La solución para este segundo problema la podéis repasar en esta entrada.

El Dalsy (ibuprofeno) forma parte del día a día de cualquier padre con un niño menor de 3 años. Aun así muchas familias tienen muchas las dudas sobre este medicamento:

1- ¿Cuál es la dosis?

Es sencillo aunque hay que hacer algunos cálculos.

Comenzamos:

Por un lado tengo que decir que el ibuprofeno tiene varias propiedades: es antiinflamatorio (baja la inflamación), analgésico (quita el dolor) y antitérmico (baja la fiebre). Dependiendo del uso que le queramos dar la dosis puede ser variable pero, en general, la dosis que utilizamos los pediatras 5 mg/Kg/dosis si lo damos cada 6 horas.

Por otro lado debemos saber que existen jarabes con 2 concentraciones diferentes:

– El “normal”: en el envase, dependiendo de la marca aparecerá como “___ 20mg/ml” , “___ 100mg/5mlo “___ 2%

– El “concentrado”: en el envase, dependiendo de la marca aparecerá como “___ 40mg/ml” o “___ 4%”.

Hagamos un cálculo con el Dalsy “normal” (20mg/ml, 100 mg/5ml ó 2%).

Como cada ml del jarabe tiene 20 mg y la dosis utilizada es de 5 mg/kg, daremos 0,25 ml por cada kg del niño (que es lo mismo que dividir entre 4 el peso del niño). Es decir, un niño de 10 kg → 2,5 ml, un niño de 20 kg → 5 ml, …

Si le damos el Dalsy cada 8 horas podemos utilizar dosis un poco más altas. En este caso dividiremos el peso del niño entre 3 y nos dará los ml que debe tomar en cada dosis. Es decir, un niño de 10 kg → 3,3 ml, un niño de 15 kg → 5 ml, …

2- ¿Qué niños no pueden tomar ibuprofeno?

Tu hijo no debe tomar Dalsy si:

– Es menor de 3 meses (aunque los pediatras no solemos utilizarlo hasta los 6 meses).

– Es alérgico al ibuprofeno o a cualquiera de lo demás componentes de este medicamento: sacarosa, glicerol (E-422), sorbitol (E-420), caolin, agar-agar (E-406), ácido cítrico monohidrato, benzoato de sodio (E-211), parahidroxibenzoato de metilo (E- 218), parahidroxibenzoato de propilo (E-216), polisorbato 80, esencia de naranja, amarillo anaranjado S (E-110) (¡Oh, no! ¿este no era el colorante supertóxico del Dalsy? Más adelante lo aclaro)

– Si padece una enfermedad grave del hígado o los riñones.

– Si ha tenido una úlcera o hemorragia de estómago o de duodeno o ha sufrido una perforación del aparato digestivo.

– Si vomita sangre.

– Si presenta heces negras o una diarrea con sangre.

– Si padece trastornos hemorrágicos o de la coagulación sanguínea, o está tomando anticoagulantes.

– Si padece una insuficiencia cardíaca grave.

3- ¿Qué ha pasado con el colorante del Dalsy? ¿Es tóxico?

Hace varias semanas que se viralizó una noticia sobre la toxicidad del colorante amarillo anaranjado S (E-110) que contiene el jarabe Dalsy 20 mg/ml.

Finalmente ya tenemos comunicado oficial la la Agencia Española del Medicamento sobre este falso bulo (lo podéis leer pinchando aquí).

Resumiendo, para alcanzar dosis tóxicas de este colorante, un niño tendría que tomarse de una tacada varios botes del jarabe a la vez.

4- ¿Cómo tomar el Dalsy?

Los pacientes con molestias de estómago deben tomar el medicamento con leche o durante las comidas, es decir, si el paciente tiene dolor abdominal no se recomienda que lo tome con el estómago vacío.

Si tu hijo toma más Dalsy de lo que debe o ha ingerido accidentalmente el contenido del envase debes consultar inmediatamente a su médico o farmacéutico o al Servicio de Información Toxicológica (91 562 04 20), indicando el medicamento y la cantidad ingerida

5- ¿Dónde guardar el Dalsy?

– Por supuesto, como todo el botiquín de la casa, FUERA DEL ALCANCE DE LOS NIÑOS (hay que tener mucho cuidado con las intoxicaciones.

– No conservar a temperatura superior a 25ºC.

– No consumir tras la fecha de caducidad o 12 meses después de abrirlo.

Si piensas que esta información puede ayudar a otras familias a utilizar mejor el Ibuprofeno, compártela.

Lo que no te han contado de la lactancia materna.

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Que la lactancia materna es lo más natural y que por sí misma es suficientemente completa para cubrir las necesidades nutricionales (y afectivas) de un bebé es evidente. Hay quien se empeña en demostrarlo científicamente pero, siendo más simples, gracias a la lactancia materna han sobrevivido infinidad de generaciones incluso en tiempos muy difíciles.

Ya he escrito varios post sobre los infinitos beneficios de la lactancia materna, pero el tema de hoy es otro: ser madre hoy día no es fácil (ya escribí sobre el coste de la maternidad en este post) y más aun si pretendemos alimentar con lactancia materna exclusivamente.

Las fotos de madres estupendísimas, bien maquilladas y con peinado de peluquería inundan las páginas de revistas o blogs sobre la maternidad pero…

¿Nadie te habló de la inseguridad que genera el no sentir la subida de la leche en las primeras horas tras el parto y que, además,  no paren de comentar «este niño está muerto de hambre»?

¿Nadie te habló del dolor de las grietas en el pezón? ¿Nadie te habló de temer la llegada de la hora de la toma cuando piensas que vas a sentir una puñalada en el mismo pezón?

¿Nadie te habló de que desde el mismo momento del nacimiento tendrías que sentirte responsable principal, y muchas veces única, de la alimentación de tu bebé?

¿Nadie te habló de que justo en el único momento que habías encontrado para ti tendrás que atender, tú y sólo tú, la llamada de ese bebé impaciente? Ya no encontrarás el momento de darte una ducha tranquila, maquillarte tranquila o simplemente echar una cabezadita tranquila.

¿Nadie te habló de que debías despojarte de un plumazo de todo tu pudor y ser capaz de sacar el pecho en cualquier sitio y con cualquier compañía?

¿Nadie te habló de que, además de todo el esfuerzo que estás haciendo, tendrás que aguantar comentarios del tipo «ese niño lo que tiene es vicio, la culpa la tienes tú que lo tienes todo el día enchufado en el pecho»?

¿Nadie te habló del chantaje emocional que te hará tu niño de 2 años cuando te vea amamantar a su recién llegado hermanito?

¿Nadie te habló del dolor que puedes sentir en le pezón cuando tu niño, ya con dientes, sigue mamando y encima te increpen por mantener la lactancia materna?

¿Nadie te habló de que, por intentar mantener la calidad de tu leche, tendrás que renunciar a esos tres cubatas que tanto te apetecen en la boda de tu amiga?

¿Nadie te habló de que si quieres continuar con lactancia materna una vez que te incorpores al trabajo tendrás que utilizar tu periodo de descanso para esconderte en un váter a extraerte la leche y además, serás tachada de «talibana» de la lactancia materna mientras tus compañeras se toman tranquilamente un café?

¿Nadie te habló de que, encima de todo, te sentirías mala-madre en el momento que intentes ir destetando a tu niño?

Si nadie te habló de esto, tengo también que contártelo.

He visto muchas, muchísimas madres disfrutar la lactancia materna, pero esta parte de la lactancia también debe ser contada.

Disfruta, elige libremente. Tu decisión siempre será la más acertada.

¿Cuál es número de hijos ideal en una familia?

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Existen multitud de preguntas que uno debería saber que cuando las hace se está exponiendo a que le contesten cualquier tipo de improperio. Un ejemplo de este tipo de preguntas son las relativas a la maternidad o paternidad, o más bien, las relativas al número de hijos que tiene o debe tener una familia.

Seguro que os veréis reflejado en alguno de los ejemplos siguientes.

Cuando uno se casa, vive o convive durante un tiempo con su pareja, la pregunta no se hará esperar:

“¿Pronto buscaréis familia, no?”

Siendo correcto se podría contestar : “El momento y el deseo de tener un hijo es un momento muy íntimo, que sólo tengo que decidir con mi pareja y no contigo”

Peor aún es cuando uno tiene su primer hijo. Parece que se hubiese abierto la veda y el segundo no se pudiera hacer esperar.

“Habrá que darle pronto un hermanito a esta criatura”, “¿Ahora tendréis que buscar la parejita, no?”

La pregunta puede resultar impertinente en cualquier momento, pero es que encima muchos se atreven a hacerla en la primera visita a la maternidad, a una madre recién parida.

Muchas madres se limitan a mirar con una tímida sonrisa por no contestar: “Pues mira, ya que me preguntas, te diré que a preguntar no obligan pero a responder sí. Resulta que ahora mismo, después del parto, estoy profundamente féliz, y a la vez tremendamente cansada, por lo que ahora sólo intento concentrar toda mi energía en disfrutar de este momento y no sé si habrá otro.  Si has venido a hacer preguntas impertinentes a la maternidad más vale que te hubieses quedado en tu casa. Por cierto hablando de preguntas impertinente, ¿Y tu qué, cagas duro?

De todas maneras tengo que decir que las familias que tienen dos hijos son las que más tranquilas pueden respirar. Ese numero de hijos parece estar socialmente bien visto. Aun así es imposible librarse de los comentarios de determinadas personas que tienen como afición solucionar la vida de los demás:

“Mira que bien, la parejita, pero deberíais haberlos tenido más seguidos”. O “Lo mejor es que sean dos niños, varones, para que jueguen juntos”. O “Es mejor que sean dos niñas, que las hermanas se llevan después muy bien y se cuentan sus cosas”. Total,  sea como sea, a “las tacañonas” nunca les vendrá del todo bien tu familia.

El problema viene si tienes la “osadía” de tener un tercer hijo. Cargarán nuevamente contra ti:

“¿Ha sido buscado?, ¿ya pararéis, no?”

Podría responder: “¿A quién te refieres con lo de buscado?, ¿al gili… que tengo delante preguntando? No, no te busqué. Apareciste tú solo, sin que yo te llamase”.

Si te “atreviste” a tener cuatro o más hijos entonces además te pedirán explicaciones sobre tu religiosidad:

“¿Cuántos has dicho, cuatro?, ¿no serás del Opus o de los kikos?”

Respuesta: «Por la pregunta deduzco que tienes menos de cuatro, ¿verdad? Pues dime ¿estás arrepentido de haber tenido alguno de tus hijos?. Yo no. Lo de la religión ya si quieres lo hablamos otro día pero ¿es que acaso tu religión te impide tener el número de hijos que tú quieras?».

Seguro que os encontráis en alguno de los grupos anteriores y más de una vez habéis «sufrido» estas preguntas.

Un consejo, si me lo permitís, a riesgo de llevarme una mala contestación: Ten los hijos que libre y voluntariamente quieras. Cualquier excusa es válida para tener o dejar de tener los hijos que quieras. Sólo tú sabrás y sentirás desde dentro si vives tu vida o te la están viviendo.

Orgulloso de ser pediatra.

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Hoy, 5 de octubre, es el Día de la Pediatría.

Es uno de esos días en los que uno se pone a pensar y acaba sintiéndose tremendamente afortunado por poder formar parte de esta profesión. Trabajar con niños es fantástico. ¿A quién no le ablanda el corazón un niño enfermo?

Pero a la vez que bonito y apasionante ser pediatra supone una responsabilidad tremenda ya que los padres te entregan sus tesoros más preciados: sus hijos.

Durante mis estudios en la Facultad de Medicina y durante la especialización de Pediatría he aprendido muchas cosas, mucha ciencia, y esto es muy importante. Sin ciencia no hay medicina y sin medicina no hay curación. Pero el día a de la profesión me ha enseñado que la ciencia es imprescindible pero no suficiente para desarrollar la pediatría.

Ser pediatra supone desarrollar mucha empatía, esa capacidad para ponernos en el lugar del otro.

Mi trabajo en la maternidad y en la consulta me ha enseñado a:

– Ponerme en el lugar de esa madre recién parida que perdió en el paritorio, con la finalización de su embarazo, todo su protagonismo y quedó relegada a cuidadora y máxima responsable de esa criatura que toda la familia adora y, además, DEBE soportar comentarios como “es que ella no dilata”, “en mis tiempos, sin epidural, si que era duro parir”,…

– Ponerme en el lugar de esa madre que tiene un millón de dudas sobre la lactancia y que a pesar de que su instinto maternal le dice que le dé el pecho a demanda el comentario de “dale un biberón cada 3 horas” se impone en todo  su circulo de confianza (suegra, cuñada, vecina,… y lo que es peor, pediatra). Sobre esto ya escribí el post de “¡¡Cuánto daño podemos hacer los pediatras!!”.

– O ponerme en el lugar de esa madre que libre y voluntariamente decidió alimentar a su bebé con biberones y pareciera que decidió alimentarlo con veneno.

– Ponerme en el lugar de esa familia que está harta de escuchar comentarios del tipo “no lo cojas que se acostumbrará a los brazos”, “no lo metas en la cama que si no ya nunca saldrá de allí”, “déjalo llorar hasta que se canse”,…

– Ponerme en el lugar de esa madre que tiene que incorporase a trabajar a los 4 meses, sintiendo que deja parte de su vida en casa  (o en la guarde).

– Ponerme en el lugar de esa familia que tiene un millón de dudas sobre la vacunación y encima reciben muchas informaciones contradictorias.

– Ponerme en el lugar de esa madre que no pegó un ojo la noche anterior porque su hijo tenía fiebre, pensando que pudiese tener una enfermedad importante.

– Ponerme en el lugar de esa madre de un niño de 2 años que no come nada y que tiene que soportar diariamente el comentario de la abuela “pues yo no sé por qué no llevas a ese niño al pediatra a que le mande unas vitaminas”.

Miles de situaciones que me han hecho ser muchísimo más tolerante en los estilos de crianza. No creo que existan las familias modelo. Cada familia cría y educa a su hijo como mejor puede y no necesariamente tiene que ser como el vecino de turno, la abuela de turno, o incluso el pediatra de turno diga (o digamos)

Por otra parte mi trabajo como intensivista pediátrico me ha enseñado a:

Valorar el desorden de mi casa. Es muy reconfortante llegar a casa después de una noche donde no pudiste descansar ni un segundo porque un niño estaba grave y encontrar el salón de tu casa completamente desordenado, signo de que los tres diablillos sanos que tengo en casa estuvieron jugando con energía.

Respetar la manera de sufrir de cada familia. Me he encontrado en estos años muchas maneras de expresar el agradecimiento: con silencio, con lágrimas, con besos, con abrazos, con gritos, con culpabilidad propia o con culpabilidad de médico,… todas son respetables. Habría que vernos a cada uno en situaciones tan difíciles como tener a un hijo entre la vida o la muerte o, finalmente, perderlo.

Por todos estos motivos considero que la pediatría me ha dado mucho más de lo que yo nunca podré devolverle.

Orgulloso de ser pediatra.

 

¿Volvería a tener hijos?

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¿Acaso no me viste gozar cuando supe de su embarazo?

¿Acaso no viste cómo latía mi corazón cuando lo vi salir de las entrañas de su madre?

¿Acaso no viste mi sonrisa cuando lo mecía entre mis brazos cuando apenas balbuceaba?

¿Acaso no sentiste mi paz cuando lo acurrucaba en mi cama de madrugada?

¿Acaso no viste mis vellos de punta cuando me decía por primera vez papá?

¿Acaso no supiste de mis noches en vela cada vez que tenía fiebre?

¿Acaso  no me viste emocionado cuando lo veía dar sus primeros pasitos?

¿Acaso no me viste disfrutar cogiendo olas cuando apenas saltaba?

¿Acaso no viste mi ilusión cuando lo recogía de su primer de colegio?

¿Acaso no escuchaste mis aplausos en su primera actuación de navidad?

¿Acaso no me viste divertirme cuando hacíamos las guerras de almohadas?

¿Acaso no me viste derretirme  con cada beso de buenas noches?

¿Acaso no me viste preocupado con cada uno de sus miedos?

¿Acaso no me viste en paz cada vez que leíamos un cuanto por la noche?

¿Acaso…?

¿Acaso no me viste agradecer a mis padres por haberme reconocido en ellos?

¿Acaso…?

Sí, mis hijos me cambiaron.

Mis hijos me han hecho mejor persona.

¿Y tú me preguntas si volvería a tener hijos?

¿Por qué huelen mal los pies?

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Os pongo en situación:

“Doctor, no veas cómo le cantan los pies al niño. En verano ha estado muy bien pero ha sido empezar el cole y es insoportable. Cuando se quita las zapatillas de deporte no hay quien aguante… ¿eso es debido a alguna enfermedad?”

Os reconocéis muchas familias, ¿verdad?

Este post más que a aclarar dudas sobre una enfermedad va dirigido a desterrar falsos mitos populares como el que ya vimos con las manchas blancas de las uñas.

La explicación que daré a continuación sobre el mal olor de los pies es aplicable, obviamente, a todas las edades.

Lo primero que hay que decir es que la zona del cuerpo con mayor concentración de glándulas sudoríparas son los pies. A esto hay que sumarle que, debido a los zapatos, los pies no se pueden ventilar. Estos dos factores provocan que los pies de algunas personas estén totalmente mojados de sudor.

Hay que aclarar que el sudor no huele.

“¿¡¡Cómo!!?, ¿¿¡¡que el sudor no huele!!?”

Pues no. El sudor está compuesto básicamente por agua y sales minerales, y no huele.

“¿Entonces por qué huelen tan mal los pies que sudados?”

Pues porque ese sudor sirve de “alimento” a las bacterias que tenemos en la piel y estas bacterias en su metabolismo liberan sustancias que realmente si son pestilentes. Además de la humedad del sudor, los zapatos hacen que el pie esté calentito. Este calor y esta humedad hacen que las bacterias encuentran «el paraíso, clima caribeño». Las tres principales sustancias que liberan las bacterias y son las culpables del mal olor son:

  • el metanotiol: es una sustancia con olor a azufre, es la que produce el famoso olor a queso.
  • el ácido propanoico: le da un olor más agrio.
  • el ácido isovalérico: es una sustancia presente en el queso y en el vinagre, dando ese olor característico.

Estas bacterias, además del sudor, se alimentan de las células muertas de la piel. Por este motivo es más frecuente el olor de los pies en los adultos que en los niños ya que los adultos tienen en los pies más “durezas” (donde hay una gran proporción de células “muertas”).

“Entonces, doctor, ¿qué podemos hacer para evitar el mal olor de los pies?”

Por un lado evitar el calor y la humedad (sudor) del pie. Para eso es conveniente ventilar frecuentemente el pie y los zapatos, utilizar calcetines de algodón e, incluso, se pueden utilizar desodorante (que lo que hace es frenar la producción de sudor).

Por otro lado lavar bien los pies con jabón para eliminar tanto las bacterias como las células “muertas”. Si existen durezas puede ser incluso necesario el uso de piedra pómez. Tras el lavado no debemos olvidar secar bien los pies ya que hemos dicho que la humedad es uno de las condiciones del paraíso de las bacterias.

Comparte esta información si te ha resultado interesante.

 

 

 

Doctor, mi hijo “mete” un ojo.

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“¿¡Cuántas veces habré escuchado esta frase!?”

El término científico a esta postura de la mirada sería estrabismo. Bueno, en realidad, estrabismo convergente porque “sacar” el ojo sería un estrabismo divergente.

Esta precisamente es una diferencia fundamental ya que un estrabismo convergente (“meter el ojo”) es normal en los primeros meses de vida mientras que un estrabismo divergente ( “sacar el ojo” ) no es normal nunca y debe ser valorado con rapidez por el oftalmólogo.

Aunque el estrabismo convergente es normal más o menos en los seis primeros meses de vida debemos ir observando que cada vez lo hace menos frecuentemente. Suelen meterlo sobre todo cuando están muy cansados, cuando están cogiendo el sueño.

El problema, en realidad, es que muchos niños dan la sensación de que meten el ojo y, en realidad, no lo meten. A esta situación los médicos la llamamos pseudoestrabismo y es normal.

“Pero entonces, doctor, ¿cómo puedo saber si mi hijo mete el ojo o es sólo mi impresión?”

Pues en realidad es muy sencillo. Si disponemos de una linterna (hoy día todo el mundo utiliza la linterna del móvil) y enfocamos con la luz hacia sus ojos, el reflejo de la luz debemos verlo centrado en sus pupilas (punto negro central de los ojos). Si es así el niño no tiene estrabismo (Figura 1). Si por el contrario alguno de los reflejos de la luz cae fuera de la pupila el niño sí tiene estrabismo (Figura 2). Mirad las siguientes imágenes:

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Fig 1.-Pseudoestrabismo
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Fig 2.- Estrabismo

Por tanto, y resumiendo, debemos acudir al oftalmólogo con sospecha de estrabismo si:

  • Mete el ojo continuamente o, aunque sea intermitente, cada vez lo hace más.
  • Mete el ojo a pesar de tener ya más de 6 meses.
  • Saca el ojo (ya hemos dicho que esto nunca es normal).

“¿Y por qué lo mete?”

En realidad las causas pueden ser varias pero con mucho las dos más frecuentes son:

  • Defectos de refracción, sobre todo la hipermetropía: en estos casos como lo que ocurre es que el globo ocular es “más pequeño” de la cuenta, con el crecimiento se suele corregir. Son los niños que llevan durante unos años gafas y después no las necesitan
  • Mal funcionamiento de los músculos que mueven los ojos, de forma que unos «tiran» más que otros. En estos casos la solución es siempre quirúrgica, operando o inyectando sustancia (toxina botulínica) para regular la fuerza de los músculos oculares.

“¿Cuáles son las consecuencias de no tratarlo?”

El tratamiento es muy importante para evitar la pérdida de visión (ambliopía), mejorar también el aspecto estético y recuperar la visión binocular (la imagen que se proyecta en nuestro cerebro proviene de la superposición de la imagen que manda cada uno de nuestros ojos. Si la superposición de imágenes no es adecuada, el cerebro, para que la imagen sea nítida elimina una de ellas. Esto hace que si la situación se perpetúa el ojo se vuelva vago, es decir, está ahí pero no trabaja porque las imágenes que envía el cerebro las elimina).

Para que el tratamiento sea eficaz debe ser lo más precoz posible (siempre antes de los 6 años pero, si es posible, cuanto antes mejor).

Comparte esta información y ayudarás a muchas familias a saber detectar si sus hijos meten los ojos.

Otra cosa: Si tienes un minuto te agradezco que reconozcas mis cientos de horas dedicadas a este blog.

¡¡Vótame a los premios Bitácoras 2016 pinchando debajo!!

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Los deberes.

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Este es uno de los temas que traen de cabeza a todas las familias, ¿verdad?

Es inevitable que un grupo de padres y madres que lleven conversando un rato no saquen a relucir el “dichoso” temita, por supuesto con opiniones para todos los gustos: “Pues cuando yo era chico no teníamos que hacer deberes y mira, al final, he terminado sin problema mis estudios…”. “Pues el colegio de mi hijo es mejor porque la seño les pone muchos deberes…”.

Con respecto a la necesidad o no de los deberes a ciertas edades yo, como todo el mundo, tengo mi propia opinión.

Pero asumiendo que los que los deberes forman parte de la vida cotidiana de nuestros niños a partir de los 6-7 años me centraré sólo en tres cuestiones básicas:

1- ¿Cómo debe ser el lugar y el ambiente donde hagan los deberes?

El lugar debe ser un sitio fijo y lo mejor es que sea en una mesa-escritorio que debe estar lo más despejada posible de objetos que puedan provocar distracciones continuas. Lo ideal es que el cuarto disponga de luz natural y, por supuesto, cuando se están haciendo los deberes no se está viendo la televisión.

2- ¿Cuánto tiempo deben dedicar a hacerlos?

Este es uno de los temas que provocan la controversia. En primer lugar destacaré que lo mejor es que haya un periodo de reposo y descanso tras la comida, no hacer los deberes inmediatamente tras el almuerzo. Es también recomendable establecer unas rutinas más o menos fijas para que sea un proceso organizado. Para mantener esas rutinas y que no las pierdan los días que no tengan deberes del cole se puede aprovechar para fomentar la lectura o cualquier otra actividad creativa (plastilina, pintura,…)

En cuanto al tiempo que se debe dedicar hay muchos estudios que demuestran cómo se desarrolla la capacidad de atención con la edad. Sin tomarse los datos como cifras exactas a los deberes se le deben dedicar:

  • Niños de 6-7 años: no más de media hora al día.

  • Niños de 8-9 años: alrededor de una hora al día.

  • Niños de 10-11 años: alrededor de una hora y media, y así sucesivamente.

Conforme los tiempos se van alargando se recomienda que cada 40-45 minutos de trabajo se haga un periodo de descanso de 10-15 minutos.

Está demostrado que intentar mantener periodos más largos continuos no es recomendable porque disminuye el nivel de atención y se empieza a “perder el tiempo”.

3- ¿Cuál es el papel de los padres en los deberes de los niños?

Los padres debemos ser los encargados de apoyar a los niños a establecer esas rutinas de tiempos de estudio, procurándoles un ambiente tranquilo y evitando que se distraigan. No debemos corregirles los deberes en casa y mucho menos hacérselos. Los deberes son responsabilidad suya. Ellos deben ser los encargadados de saber qué deberes deben llevar hechos al día siguiente. Si el libro se les olvidó en la clase deben buscar una solución o asumir las consecuencias. Si nosotros a través de los famosos grupos de whatsapp de padres les solucionamos el problema les estaremos haciendo un flaco favor. No debemos ser la agenda ni los secretarios de nuestros hijos.

Comparte esta información si piensas que puedes ayudar a otras familias a decidir cómo ayudar a sus hijos con los deberes.

Reflexión de un hijo hacia su madre.

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Hola, mamá.

Hoy quiero decirte una cosa. Quiero que me escuches muy atentamente, no sólo con los oídos, sino también con el corazón, porque para mi es muy importante.

Se que papá y tú pensáis que los niños no tenemos problemas importantes. Pensáis que los problemas reales son sólo los vuestros (la hipoteca, el trabajo, la política,…) Pero déjame decirte una cosa esta noche: para mi es muy importante que me acompañes, que juegues conmigo. Es muy importante sentirme querido, arropado, protegido,… Eso es lo que más necesito. Me duele mucho cuando dices que los niños no tenemos problemas.

Quería pedirte perdón por haberme hecho pipí esta noche en la cama. No, no lo hago a propósito. No me gusta cuando me dices que soy un bebé. Me gustaría poder controlar esta situación pero pensar que me separo de ti me da mucho miedo.

También quería pedirte perdón por el berrinche que formé en la puerta del colegio, cuando estaba en la fila para entrar, pero te aseguro que no era mi intención. Yo estaba muy nervioso, me daba mucho miedo separarme de ti. Un día escuché cómo le decías a papá que estabas muy nerviosa al empezar en tu nuevo trabajo. Pues eso mismo creo que me pasa a mí. Era la primera vez que sentía que me separaba de ti y esa situación me ponía muy nervioso. No pude controlar el vómito. No me gusta que en esas situaciones me grites ni me pegues. No me gusta que  me apartes y me dejes llorar solo. En esos momentos  yo sólo necesito que me abraces y que me digas que me quieres.

Estos días que estoy empezando en el colegio necesito más que nunca que me digas que me quieres. Creo que me acostumbraré, igual que tú te acostumbraste a tu nuevo trabajo y ahora te veo muy contenta

Por favor, mamá, quiéreme mucho. Yo a ti también te quiero mucho.

 

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